Benvolguts,
Del web de l'Alfons Duran-Pich en traiem aquest excel·lent exercici. En Duran parla clar i català i fa una bona explicació del naixement i evolució del règim del 78, així com de la situació actual de Catalunya a la península.
- Las TIC’s, la globalización, la financialización de la economía y el peso del “Big Business” a escala mundial han producido una transferencia de poder hacia el gran capital, que utiliza a los políticos profesionales como empleados bien remunerados.
- Tras la muerte del dictador, los poderes fácticos del Estado tejieron una red de alianzas con los pequeños grupos de la oposición y presentaron un escenario de democracia formal, que en sus fundamentos era un franquismo al que se había aplicado un lifting de mínimos.
- En esa operación cosmética de peluquería de barrio se incluían unos partidos políticos etiquetados como “de derechas y de izquierdas”, un grueso de normas y procedimientos que llamaron “constitución” (que incluían capítulos redactados por los militares fascistas) y una aparente descentralización administrativa (las comunidades autónomas) para encubrir los derechos de las naciones históricas del Estado..
- Voy a referirme exclusivamente a Catalunya y a los catalanes, que es el único ámbito que me importa. Lo que hagan o dejen de hacer los españoles que viven en Catalunya (como la señora Arrimadas y sucedáneos) no es de mi incumbencia, aunque imaginamos que repartirán su voto entre el PSOE, el PP, Ciudadanos y Vox. Lo pueden decidir al azar, porque en el fondo se parecen mucho más de lo que aparentan [Bona definició del cuatrifachito!]
Alfons
Duran-Pich. Desorientación
21/03/2019
Alfons Duran-Pich
En esa operación cosmética de peluquería de barrio
se incluían unos partidos políticos etiquetados como “de
derechas y de izquierdas”, un grueso de normas y procedimientos que
llamaron “constitución” (que
incluían capítulos redactados por los militares fascistas) y una aparente
descentralización administrativa (las
comunidades autónomas) para encubrir los derechos de las naciones
históricas del Estado.
Luego se pidió al
pueblo que votara y el pueblo, en su gran mayoría temeroso y desorientado, votó
a favor de lo que la autoridad
competente presentaba. Y así hemos llegado hasta aquí.
El espectáculo se ha mantenido
incólume durante más de cuarenta años, pero hace aguas por todas partes y tiene
un futuro dudoso. Hay varios frentes que explican el derrumbe del tinglado y
hay que tratarlos separadamente.
El primer frente es el ideológico. En el
mundo occidental (es un eufemismo) los partidos oficiales de
derechas e izquierdas se han integrado, en la praxis, en un magma liberal-conservador,
con pequeñas diferencias. Las TIC’s, la globalización, la financialización de la economía y el
peso del “Big Business” a
escala mundial han producido una transferencia de poder hacia el gran capital, que utiliza a
los políticos profesionales como empleados bien remunerados. En el Estado
Español, a la pequeña escala que le corresponde, ha ocurrido lo propio. Por
un lado tenemos productos obsoletos (como
el PP o el PSOE) y, por otro, tenemos nuevos entrantes (Ciudadanos o Podemos) lanzados al
mercado como si se tratara de una nueva colonia para ejecutivos agresivos. Entretanto los fondos de cobertura internacionales, los
fondos de inversión y los fondos soberanos, con la participación doméstica de
las grandes empresas ayer públicas y hoy privatizadas, del lobby de obra
pública dependiente del BOE y de la banca oligopolística, preparan las recetas
que luego sus empleados servirán a los comensales: un poco de libertad, unas gotas de democracia, una pizca
de patriotismo y todo bien revuelto y espolvoreado con “la Roja”.
El segundo frente es el económico y el fracaso del
modelo desarrollado. Desde el plano de la economía política, en el
sentido genuino del término (trabajar
para la polis en términos de eficacia y eficiencia), la buena economía se
fundamenta en la correcta asignación de recursos y, posteriormente, en su
adecuada gestión. El Estado español ha fracasado siempre en lo primero y en
lo segundo, beneficiando, eso sí, a las élites extractivas y rentistas que se
han quedado el excedente generado. Ejemplos
de mala asignación son abundantes, como las inversiones en la red radial
ferroviaria de alta velocidad (absolutamente innecesaria), la proliferación de
aeropuertos y su poco ajustada dimensión, el gasto extraordinario en armamento,
la red viaria de autovías en zonas de escaso tránsito, la barra libre de
polideportivos, etc. En paralelo, se han producido grandes vacíos en aquellas
infraestructuras que sí eran claves para facilitar la actividad empresarial,
como el ya famoso y abandonado “corredor
del Mediterráneo” de mercancías. En lo que respecta a la gestión,
lo difícil es encontrar un área que nos permita dar un aprobado. Por último
hemos de referirnos a la transferencia de rentas entre comunidades, con el
teórico propósito de crear plataformas de despegue económico en territorios
poco explotados industrialmente. Los resultados han sido desastrosos. Se ha
drenado de liquidez de forma sostenida a las zonas con cultura empresarial y
óptima ubicación geoestratégica (el caso de Catalunya es paradigmático) y no se
ha creado nada útil en las zonas subvencionadas. No sólo esto, se ha estimulado
el subsidio como forma de vida.
El tercer frente es el político. Catalunya ha dicho basta. La
voluntad mayoritaria y transversal de sus ciudadanos de decidir su futuro a
través de un referéndum ha sido bloqueada por el Estado, que ha utilizado sus
capacidades (legales y no legales) para dinamitar un proyecto de naturaleza
democrática. Pero el contencioso se le ha ido de las manos al Estado español,
gracias en parte a la proyección internacional de los políticos exilados. El
hecho de que otros Estados no intervengan (los Estados se protegen unos a
otros) no significa que parlamentarios, académicos, analistas, ensayistas,
periodistas y políticos de todo el mundo no observen atentamente lo que está
ocurriendo. El descrito como “espíritu
de la Transición”, un relato inventado por el Régimen (que sigue
incrustado en el “Deep State”),
ha entrado en barrena. Nada se aguanta; ni la monarquía, ni la pluralidad de
estamentos que la secundan, ni la pléyade de altos funcionarios que han vivido
y viven graciosamente de este embolado.
Y ahora hay que votar y hacerlo, como mínimo, por
triplicado. Hay
unas elecciones generales (el parlamento del
Estado), unas elecciones municipales (los ayuntamientos de cada población) y unas elecciones al parlamento europeo. Son
temas distintos y hay que tratarlos separadamente.
Voy a referirme
exclusivamente a Catalunya y a los catalanes, que es el único ámbito que me
importa. Lo que hagan o dejen de hacer los
españoles que viven en Catalunya (como la señora Arrimadas y sucedáneos) no es
de mi incumbencia, aunque imaginamos que repartirán su voto entre el PSOE, el PP, Ciudadanos y Vox. Lo pueden
decidir al azar, porque en el fondo se parecen mucho más de lo que aparentan.
En términos estratégicos, los catalanes deberían
votar en las elecciones generales
opciones independentistas (Junts per
Catalunya, ERC, Terra Lliure) para conseguir luego un colectivo que tenga
el suficiente peso como para bloquear ciertas decisiones del gobierno del
Estado. Lo ideal hubiera sido una candidatura unitaria, pero las reticencias de la
estructura de mando de Esquerra
Republicana no lo ha hecho posible. Sus argumentos de que al ir separados se suman distintas
sensibilidades independentistas no tienen base estadística y, a lo sumo, son
una hipótesis de trabajo. Lo que no es una
hipótesis es que la ley de Hondt premia a los partidos mayores. Parece que los
que sí la conocen son los asesores del señor Casado, que tratan de evitar la
incidencia de Vox en los territorios que ellos consideran de su propiedad.
Las elecciones
municipales son más sencillas para interpretarlas en clave catalana. La
recomendación es la misma y probablemente no habrá cambios significativos. También aquí nos
hemos encontrado con la voluntad de Esquerra Republicana de trabajar con marca
propia. Lo más grave es que esto lo hagan en
Barcelona, que simbólicamente es la capital de una Catalunya independiente y
republicana. Como aquí no cuentan
las corrientes sino la lista más votada,
puede ocurrir que se pierda la alcaldía. Si esto ocurre, habrá que pasar cuentas. Si
uno asume más riesgos de los que puede manejar, ha de aceptar el premio pero
también el castigo.
Tenemos el mismo relato
en las elecciones europeas, donde un tándem Puigdemont-Junqueras hubiera roto
todas las costuras en el plano internacional. Esquerra no ha querido y repite sus
coaliciones históricas, como si nada hubiera ocurrido. Su comportamiento me
induce a creer, preferiría equivocarme, que ya se sienten cómodos con el modelo
autonómico.
No hago mención específica –siempre en clave
catalana– al grupo polivalente formado por Comuns, Podemos, Podem, Iniciativa y
otros, porque, al vivir en la indefinición permanente, soy incapaz de conocer
cuál es su proyecto político. Algunos de ellos, que pretenden representar en
exclusiva el patrimonio histórico de la izquierda, deberían hacer autocrítica,
abandonar la ambigüedad y comprometerse con unos o con otros. Si todavía no se
han dado cuenta de que la cuestión de la independencia de Catalunya tiene
prioridad sobre la cuestión social, mejor que se dediquen a otra cosa.
En la calle la gente pide unidad, pero algunos no
escuchan. Lo acabarán pagando. Los partidos políticos en general han entrado en
declive. Se han anquilosado. No se renuevan. Las estructuras impiden la mejora.
Al final la democracia directa, que es la auténtica, se irá imponiendo con
distintos formatos.
Una de las virtudes del President Puigdemont es
que ha dinamitado los restos de un partido que fue hegemónico pero que ha
perdido su razón de ser. Yo no milito ni he militado nunca en ningún partido. Será
que mi alma ácrata le puede a mi sentido del orden. Por eso me siento
libre de ataduras partidistas. Votaré por las candidaturas de Junts per Catalunya en todos los
frentes. Por coherencia, por dignidad y por respeto.
Alfons Duran-Pich
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