Benvolguts,
Us passo l’article que ha provocat tot l’afer Piñol.
Albert Sánchez Piñol.
¡Sí al museo militar!
Albert Sánchez Piñol
¡Sí al museo militar!
El señor Ricardo Álvarez-Espejo, teniente general
del ejército, ha propuesto recientemente que se cree un Museo Militar en
Barcelona, objetivo que considera “ambicioso e irrenunciable”. Nuestra opinión
es que ya era hora que el ejército hiciera una propuesta que pudiera ser muy
acogida por la sociedad catalana. Estamos seguros de que el señor
Álvarez-Espejo se dejará asesorar, en una amable colaboración entre las fuerzas
armadas y mundo civil.
Para empezar sería muy interesante que el Museo
Militar dedicara una galería a las masacres que el ejército ha cometido
históricamente contra la población civil catalana. Por ejemplo, escogiendo una
entre tantas, los hechos de Cambrils de 1640, cuando después de un breve asedio
la plaza se rinde a las tropas castellanas. Incumpliendo todos los pactos, el
ejército masacró a más de setecientos cambrilenses.
Muy apropiada y visual sería una sección que se
titulara: “Bombas sobre Barcelona”, donde se detallaran todos los bombardeos
que el ejército español, y sus aliados, han perpetrado históricamente contra la
capital catalana. Difícilmente encontraríamos otro caso de una urbe bombardeada
tantas veces, y tan salvajemente, por el mismo ejército que supuestamente tenía
que defenderla. Digo que sería una sección muy visual porque se podrían incluir
croquis y gráficos de la devastación urbana y humana, así como modelos de los
proyectiles empleados, que incluirían desde la arcaica balística del siglo XVII
hasta las modernas bombas de fragmentación de la guerra civil española.
Otro apartado lo merecerían los enfermos de
psicopatía que se han enfundado el uniforme militar y han recalado en
Catalunya. Como por ejemplo Charles de Espagnac (1775-1839), un francés
expulsado de su país, por reaccionario, pero que hizo carrera en el ejército
español. Su demencia lo llevó a prohibir las barretinas, el pelo largo en los
hombres y las trenzas en las mujeres. Le gustaba bailar bajo la horca, entre
los pies de los cadáveres que había mandado colgar, borracho por una
combinación de ron y aguardiente. Fernando VII siempre lo defendió: “Está loco,
pero para estas cosas no hay otro”.
Una temática indispensable para cualquier Museo
Militar que se precie sería la de los gobernadores militares y su relación con
Catalunya. Recordemos la famosa frase del general Espartero. “Hay que
bombardear Barcelona cada 50 años para mantenerla a raya”. Menos célebre es el
capitán general Juan Zapatero y Navas, conocido por sus propias tropas como el
general Cuatro Tiros. Y con razón. Su frase preferida era: “Yo sé cómo se
arregla; a ese, ‘cuatro tiros’; a ese otro, igual. Cuatro tiros y se acabó el
problema”. Los civiles catalanes, en cambio, preferían denominarlo el Vampiro
por su afición a los fusilamientos indiscriminados. En cierta ocasión ajustició
a un pobre chico jorobado, escogido al azar. ¿El motivo? Que según algunos
delatores en la última revuelta obrera había participado un chico jorobado.
El general Severiano Martínez Anido no desmerecía
a sus predecesores: en 1920, como gobernador militar de Barcelona, se enfrentó
con el gobernador civil Carlos Bas, a quien acusaba de “blando”. Anido le exigió
que le dejara fusilar a “gente como Eugeni d’Ors, Lluís Companys, Joaquín
Montaner, Francisco Layret, Salvador Seguí, Ángel Pestaña, Mario Aguilar,
Guerra del Río, los hermanos Ulled, y otros”. En sus memorias Bas narra el
diálogo. Bas: “Señor gobernador militar, soy el gobernador civil, no un
asesino”. Anido: “No es cuestión de asesinar sino de ejecutar. No emplee usted
palabras malsonantes”.
Y puesto que nos referimos a “palabras
malsonantes”, también se podría dedicar una sección del museo a la temática “La
prensa militar y Catalunya”. En las hemerotecas hay centenares y centenares de
artículos del siguiente estilo, publicado en La Correspondencia Militar, el 13
de diciembre de 1907: “El problema catalán no se resuelve, por la libertad,
sino con la restricción; no con paliativos y pactos, sino por el hierro y por
el fuego”.
¡Qué gran fortuna que hoy en día el ejército
español ya no practique las “palabras malsonantes”, que sólo sean materia de
memoria y de museo! Esto es loable y es cierto. Tan cierto como que el pasado
mes de noviembre publicamos el artículo “¡Un paso al frente!”, en el que
describíamos el caso de un militar en activo, el teniente Luis Gonzalo Segura,
a quien la fiscalía militar le ha abierto un expediente que podría acabar con
la solicitud de seis años de prisión. ¿El delito? Ser el autor de una obra de
ficción, concretamente una novela, donde se describen unas fuerzas armadas en
las que reina el nepotismo y la corrupción a gran escala. Cuesta de creer, así
que lo repito: en pleno siglo XXI la jurisdicción militar española puede pedir
una pena de seis años de prisión por escribir una novela.
Precisemos, para acabar, que el mismo señor
Álvarez-Espejo, que ahora nos regala la afortunada iniciativa del Museo
Militar, publicó inmediatamente un artículo de réplica en este diario,
titulado una réplica
extraordinariamente peculiar, por cierto, puesto que en todo su artículo no
mencionaba ni una sola vez el motivo de réplica: es decir, el teniente Segura y
su caso.
Cuando escribo estas líneas, el teniente Segura
vuelve a estar bajo arresto
Joan A. Forès
Reflexions
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