Benvolguts,
BIOGRAFÍA
Aníbal Malvar es periodista y
escritor. Su última novela es “La balada de los miserables” (Akal, 2012)
MÁS DE ANÍBAL MALVAR
- Los intocables de Gallardón
- Patologías mediáticas
poselectorales
- Encuestas titiriteras y
peligrosas
- La cabra golpista
- Policías hitlerianos y dicharacheros
9 DICIEMBRE, 2017
Puigdemont
pasea a su perrita ‘Odio’
El
separatismo pasea su odio a España por las calles de Bruselas.
Es un titular de la portada de El
País de este viernes. En tiempos de guerra, el
primer periodista que muere se llama deontología. Ni siquiera los
autobuses y avionetas de Hazte
Oír inspiraron a Antonio Caño expresión tan
rabiosa: pasear odios. Se me aparece en la pantalla la imagen sonriente
de Carles Puigdemont, con su abrigo oscuro de pies a cuello y la
bufanda amarilla, paseando por la Grand Place al perro de los Baskerville o
a Cerbero, y escoltado por 45.000 gorgonas, minotauros, hidras,
escilas, cíclopes y carontes. Esos son los catalanes que ve El País en su delirio
deontológico y jacobino. Han confundido la deontología con la odontología: nos
informan a dentelladas. El sueño de la desinformación produce monstruos.
En su editorial, el diario continúa con sus denodados llamamientos al
diálogo entre las partes. La manifestación del jueves, dice, tenía “el único objetivo
de destruir la imagen de España”. Y
recurre a un extraño argumento que he oído repetido durante estos últimos días
en tertulias y otros foros: “España es un régimen consolidado y ejemplar. De lo
contrario, los miles de catalanes que atravesaron varias fronteras para acudir
a Bruselas no habrían podido hacerlo”. Falaz
antiaforismo. En caso contrario, de ser España una imposible dictadura que
encarcela raperos, la única frontera que no hubieran podido traspasar los
catalanes hubiera sido la franco-española. El resto es folklore
tremendista. Josep Tarradellas cruzó también libremente esas
fronteras durante el régimen franquista, mientras no podía bajar los Pirineos
porque sería detenido (no sé a qué coño me suena esto). Es
absurdo pensar que uno se puede manifestar en Bruselas porque en España hay
libertad. Mayormente, suena a todo lo contrario.
El mismo día, El Mundo editorializaba la
marcha belga con algo más de fineza que su rival, aunque no exenta de sarcasmo hacia los manifestantes:
“Ayer los
independentistas se permitieron tratar de dar lecciones de democracia a Europa.
Aunque a cambio recibieron una respuesta contundente del vicepresidente de la
Comisión Timmermans: ‘Todos tienen derecho a expresarse, pero no a ignorar la ley’. Hay que tener ganas de darse la paliza de viajar hasta
Bruselas para aprender algo tan básico”. Esta última frase me suena
a reproche de madre. En eso se han quedado los editoriales de nuestra prensa:
en gruñidos de madre mandona.
Páginas más adelante, el
columnista Santiago González aplica el cherchez l´argent: “Y todo esto quién
lo paga, se preguntaría un español medio, siguiendo a Pla. Pues
usted, imbécil, ¿aun no lo ha entendido?”. Después de llamarnos imbéciles, nos
regala una guía turística del terror bruxelero: “Bélgica es una guarida de
delincuentes multidisciplinares en el corazón de Europa. Su Policía afina mucho
contando multitudes, pero no tanto a la hora de garantizar la seguridad en las
calles de la capital, donde se dan cita terroristas, filonazis y otras
especialidades delictivas. No es casual que Puigdemont haya contratado como
abogado al especialista que libraba a los etarras de la extradición. El barrio
de Molenbeek cobró justa fama como refugio de terroristas islamistas, muy
especialmente desde que el principal responsable de los atentados de París, Salah
Abdeslam, se escondió allí”. A continuación, nos relata la historia del
violador, torturador y asesino Marc Dutroux. Y remata: ” De todos
los países de la UE, Bélgica es el único en el que un presunto delincuente como
el que nos ocupa puede elegir al juez. Puigdi lo quería flamenco y lo tuvo”. En ningún momento
hace alusión el periodista al hecho de que Bruselas sea la capital de Europa.
Demasiado derroche de objetividad que los catalanes no se merecen. Para evitar
conflictos diplomáticos, rezad para que a Santiago González no lo lean mucho en
Bruselas. Joder con el piropo.
ABC, por su parte, también tiraba de patriotismo en su editorial sobre
la manifa: “España es un Estado
que representa los mejores valores europeos. Es una democracia ejemplar, un
Estado de Derecho sólido y cuenta con una sociedad moderna y solidaria. Estar
contra España situaba a los separatistas inevitablemente contra Europa”.
Parece el tópico discurso de nuestra última versión de rey, Felipe
VI, El Airado. Y
concluye el diario de Bieito Rubido que nos vamos a la guerra
balcánica, supongo que con Gila: “De presentar a Cataluña como la
vertiente más europeísta de España, la han transformado en un eco balcánico con
rasgos incipientes del peor populismo nacionalista”. Estos chicos son muy
novios de la muerte.
La Razón tampoco ahorra en equidistancias: “[La masa manifestante] elige también como
blanco de sus insultos –y solo prevalece la intención de ofender– a todo el
proyecto comunitario. Solo así podría entenderse que la UE acogiese entre sus
miembros a un estado poco menos que liberticida [España]”. Se olvida Paco Marhuenda de Turquía,
miembro asociado de la UE desde los años sesenta, y hoy inmerso en el proceso
de integración plena a cambio, eso sí, de que acoja a nuestros refugiados en
sus democráticos y humanitarios campos de concentración. Este invierno, como
está siendo más frío, ya no mandan tantos reporteros a la zona. Es
comprensible. Se podrían resfriar y morir, como la deontología.
ANÍBAL MALVAR
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