Benvolguts,
Continuo usant articles acabats de sortir del
forn per demostrar quins raonaments fan els espanyols respecte a nosaltres. I
no és un o dos espanyols, no! Són tots! Bascos renegats, catalans renegats, espanyols
unionistes...
I aquests articles, trets de la tria feta per
uns honorables ciutadans espanyols del grup Caffe Regio són els que s’empassen
els espanyols de tota mena...
Avui he triat Los derechos “y punto” de José María Ruiz Soroa y Joseba Arregi
Si us llegiu aquest article sense prejudicis
previs, gairebé el podrieu entendre, encara que no estar-hi d’acord.
Però resulta que aquests ciutadans provinents
d’Euskadi (també podrien ser catalans), són llops amb pell de corder.
La seva tesi és:
Els catalans tenen dret a decidir en unes
votacions quin és el camí que volen seguir. I els espanyols tenen dret a acceptar
una possible secessió o no. Només cal presentar-ho al Congreso español i
reformar la Consti...
He buscat a Google qui són aquests personatges
i he trobat aquests enllaços de més avall. Tant l’un com l’altre defensen les seves
posicions de nacionalista y frentista identificant-se amb els Ciudadanos per
exemple. Però juguen fent trampa ja que sostenen que si un pot ser nacionalista
basc, un altre pot ser nacionalista espanyol. Però no expliquen que
un nacionalista basc o un nacionalista català no agredeixen,
mentre que els autoanomenats no nacionalistes o sigui els nacionalistes
espanyols pertanyen a un país imperialista
que ha basat el seu pas per la vida com individu i com a col·lectivitat en l’agressió…
I fan trampa quan diuen que els unionistes espanyols o no-nacionalistes només
són otros nacionalistas. No és veritat. No és comparable el nacionalisme
espanyol, intrínsecament imperialista, amb un nacionalisme català o basc
que no és imperialista ja que no té cap raó per ser-ne, per atacar els seus
veins. Per tant no són otros nacionalistas…
Vegeu aquest paràgraf:
José María Ruiz Soroa:'De cómo llegué a ser nacionalista y frentista'
Los nacionalistas nos llaman "frentistas
españoles". Vale, pero en nuestro
"frente" pensamos que la política se basa en las relaciones de la
común ciudadanía, no sobre la unidad de identidad y lengua. Una de las acusaciones recurrentes de los nacionalistas
periféricos contra cualquiera que
discuta sus planteamientos y apueste por la unidad española es la de que, en el fondo, uno no hace sino hablar desde otro nacionalismo. Una acusación ésta en la que también se complace un cierto pensamiento
de izquierda, para el que sólo existen en la palestra celtibérica nacionalismos
en pugna…
Ara us recordo aquest acudit de l’Eugenio i a
continuació ja teniu prou bagatge per llegir l’article Los derechos “y punto.
Lo saben aquel que
dice, que era una escala de veïns de 9 pisos més sobreàtic i que un dia els
propietaris dels 9 pisos varen decidir que l’ascensor no tenia per què arribar
al sobreàtic. Varen votar i per 9 a 1 va
quedar que no hi havia ascensor pel sobreàtic...
Doncs
això!
Los derechos “y punto”
José María Ruiz Soroa y Joseba Arregi en El País
el 26 marzo, 2014 en Derechos, Justicia, Libertades, Nacionalismo, Política, Sociedad
TRIBUNA
La decisión de las
Cortes de consultar a la sociedad catalana no es sólo posible, sino
recomendable
Asistimos hoy en España a un fenómeno lamentable,
el de la banalización argumentativa de un asunto de considerable importancia.
El tema es la eventual secesión de Cataluña; la banalización consiste en
convertir en eje del debate un objeto de razón tan poco perfilado y elaborado
como el llamado derecho
a decidir. Comenzaron los independentistas arguyendo como suficiente
justificación democrática de su reclamación que los catalanes tenían ellos
solos el derecho a decidir su futuro, y punto. Y tras unos meses de indecisión,
los unionistas han adoptado el mismo lenguaje conceptual y han comenzado a
argüir que el derecho a decidir es de todos los españoles en su conjunto, y
punto. Se
termina así por discutir de una banalidad inconcreta, el derecho a decidir, que
no es que exista o no exista, sino que simplemente es inconcebible (y, por
ello, irrazonable) mientras no se precise el qué, cómo, cuándo, para qué y con
quién de esa decisión que se reclama.
Digámoslo desde el principio: el paradigma
democrático actual sobre el asunto de la secesión territorial de partes de un
Estado, un paradigma derivado de la reflexión doctrinal e institucional y de la
práctica seguida en los casos de Quebec / Canadá y Escocia / Reino Unido,
permite establecer con bastante seguridad dos afirmaciones generales:
1.
Primera, que la sociedad catalana no es titular de
un derecho unilateral a la secesión, porque tal derecho no existe ni en teoría
ni en Derecho Internacional.
2.
Pero, segunda, que el Estado español está obligado
a dar un cauce democrático para tratar y componer la demanda seria, persistente
y fundada de secesión de una parte de su territorio.
Al final, es una cuestión de democracia, pero
entendida esta en toda su complejidad y no solo como puro mayoritarismo. La secesión no
es un derecho (no es un simple “queremos y punto”), pero sí es una
demanda razonable que una parte de los ciudadanos pueden plantear a su Estado.
Y este debe ser capaz de dar una respuesta fundada a esta demanda, una
respuesta que atienda a los principios e intereses en juego y que, desde luego,
no podrá ser un simple “no queremos y punto”.
Sí, claro, pero ¿qué
me dicen ustedes de la Constitución? ¿No es cierto que esta proclama la
indisoluble unidad de la nación española? ¿Cómo entonces admitir la secesión
de una parte de esa nación? La respuesta es sencilla: reformando la Constitución, que
es algo expresamente admitido por su propio texto y por el Tribunal
Constitucional: ningún contenido constitucional está vedado a la reforma, menos
aún una cuestión de carácter tan acusadamente contingente e histórico como la
de los territorios que integran la nación española.
¡Ah, les he pillado, dirá el neonacionalista
español! Porque para reformar la Constitución hace falta el voto mayoritario de
todos los españoles, luego son todos ellos los que deciden la cuestión con
arreglo al Estado de derecho. Evidente, claro está. Pero dígannos: ¿es que
acaso podría la mayoría de los españoles decidir por esta reforma, o no
reforma, de la Constitución ignorando y despreciando lo que los propios
catalanes quieran? ¿Y cómo saber lo que quieren si no es preguntándoselo? Seamos
serios, conocer cuál es la voluntad asentada, clara y suficiente de los
miembros de la sociedad afectada es el primer paso, el paso obligado, para
poner en marcha (o no) un proceso de reforma constitucional. Y como la
Constitución actual no prohíbe tal consulta, y como todo lo que no está
prohibido constitucionalmente es posible para el legislador ordinario, es fácil
concluir que la decisión de las Cortes Generales de consultar a la sociedad
catalana no es solo posible, sino recomendable. Por lo menos para
los que nos tomamos la democracia en serio. Ese es el principio, aunque haya
que discutir todavía mucho de plazos, preguntas, quórum y mayorías.
Más aún, militando como militamos en el bando de
los unionistas
(porque creemos en el valor del proyecto histórico de una España común),
defendemos la conveniencia de regular positivamente, en una norma general
estatal, el proceso previo a la puesta en marcha de la reforma constitucional
en lo referente a la unidad nacional.
Y es que cuando un sistema político compuesto de
naturaleza federativa está aquejado de fuertes tensiones en su integración —y
este es el caso español— el dotarle de una vía formal y reglada de salida
actuaría como válvula para reducir la tensión. Por otra parte, sería mucho más
fácil intentar convencer a millones de ciudadanos de que se queden en la casa
común española si ellos supieran que, en último término, si desean abandonarla,
podrían hacerlo porque hay un procedimiento establecido para ello. De lo
contrario, si la salida es imposible, malamente se puede convencer a nadie de
la bondad de permanecer en la unión, salvo a los ya adictos. Si es imposible,
no se puede ni siquiera debatir razonablemente sobre ella, solo queda blandir
los axiomas “… y punto”.
José María Ruiz Soroa es
abogado y Joseba Arregi, doctor en Teología y Sociología. Ambos
participan en el libro colectivo La
secesión de España (Tecnos), que se publica estos días.
Joan
A. Forès
Reflexions
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