Benvolguts,
En Francesc
Marc Álvaro a La reforma fantasma comenta
les opinions d’en Rajoy en el Congreso el dia 8.
Ens demostra dialècticament que en la situació
actual no hi ha
cap motiu per reformar la Consti.
I ens demostra també que l’independentisme marca l’agenda
i la vella política ha perdut la connexió amb les classes mitges.
·
Uns tasts del discurs del Rajoy:
o No es verdad que se persiga la lengua catalana o
que se asfixie su cultura.
o No es verdad que se pongan trabas al desarrollo
económico, ni que se torpedee el bienestar.
o Como tampoco es verdad que no se les ayude en las
dificultades o que se les aplique un trato discriminatorio respecto de otras
comunidades autónomas.
·
Reflexions Francesc Marc Álvaro:
o
Rajoy piensa que somos tontos.
§
Como si la
ley Wert no existiera,
§
como si no
hubiera un asedio judicial a la inmersión,
§
como si
Catalunya no perdiera cada año el 8% de su PIB por el déficit fiscal,
§
como si el
Gobierno no ignorara lo que dice el Estatut sobre inversiones,
§
como si el
déficit inversor de la administración central en infraestructuras no fuera de
más de 5.700
millones,
§
como si
varios medios no se dedicaran a criminalizar personas y entidades catalanas sin
que el fiscal general lo pare…
§
Como si el TC
no se hubiera cargado en el 2010 el Estatut votado en referéndum.
o
¿Cómo se
puede hablar de una reforma constitucional que pueda satisfacer a la sociedad
catalana si el líder del PP niega que la pacífica revuelta que tiene lugar en
Catalunya responda a motivaciones reales?
o
Falla la
premisa principal. La Moncloa y el PP niegan el problema. Por lo tanto, todo es
humo. ¿Reformar
la Constitución para qué?
·
Resultat:
o El independentismo marca la agenda y la vieja política ha
perdido la conexión con las clases medias.
·
Conclusions Francesc Marc Álvaro:
o
Para frenar lo que se
ha puesto en marcha haría falta, en primer lugar, que PP y PSOE reconocieran
abiertamente los agravios que ellos han generado.
I l’article
sencer:
La reforma fantasma
Francesc-Marc Álvaro en La Vanguardia
el 14 abril, 2014 en Derechos, Libertades, Nacionalismo, Política, Sociedad
Rajoy
piensa que somos tontos. Como si la ley Wert no existiera, como si no hubiera
un asedio judicial…
Si
releemos atentamente la intervención de Rajoy el pasado martes en el Congreso,
los catalanes no tenemos ningún motivo para quejarnos y, todavía menos, para
querer cambiar el statu quo. El discurso del presidente no admite, ni de lejos, que la sociedad
catalana tenga problemas con los poderes del Estado. Esta es la gran noticia. Según Rajoy, en
Catalunya no pasa nada. Lo dice así de claro: “No es verdad que se
persiga la lengua catalana o que se asfixie su cultura. No es verdad que se
pongan trabas al desarrollo económico, ni que se torpedee el bienestar. Como
tampoco es verdad que no se les ayude en las dificultades o que se les aplique
un trato discriminatorio respecto de otras comunidades autónomas”.
Rajoy
piensa que somos tontos. Como si la ley Wert no
existiera, como si no hubiera un asedio judicial a la inmersión, como si
Catalunya no perdiera cada año el 8% de su PIB por el déficit fiscal, como si el
Gobierno no ignorara lo que dice el Estatut sobre inversiones, como si el
déficit inversor de la administración central en infraestructuras no fuera de
más de 5.700 millones, como si varios medios no se dedicaran a criminalizar personas
y entidades catalanas sin que el fiscal general lo pare… Como si el
TC no se hubiera cargado en el 2010 el Estatut votado en referéndum.
Ahora, después del no rotundo del
PP y del PSOE a ceder competencias para una consulta sobre el futuro de
Catalunya, hay quien especula con eventuales reformas constitucionales. Sin
embargo, ¿cómo
se puede hablar de una reforma constitucional que pueda satisfacer a la
sociedad catalana si el líder del PP niega que la pacífica revuelta que tiene
lugar en Catalunya responda a motivaciones reales? Falla la premisa
principal. La Moncloa y el PP niegan el problema. Por lo tanto, todo es humo. ¿Reformar la
Constitución para qué? ¿Alguien puede ser tan ingenuo de pensar que
PP y PSOE impulsarían una reforma del texto de 1978 para conseguir un marco más
descentralizado donde se reconociera la existencia de la nación catalana y se
blindaran las competencias que siempre son laminadas por Madrid? ¿Y alguien
puede ser tan cándido de pensar que los barones populares y socialistas
permitirían esta operación?
Seamos serios: el Estatut del
2006 ya era –así fue leído por muchos– una especie de reforma constitucional
por la puerta trasera, con el objetivo de encajar definitivamente Catalunya en
España. Maragall
y Mas hicieron el último intento del catalanismo político, pero los poderes del
Estado decidieron que este diámetro de autonomía es inaceptable y aceleraron la
recentralización. Resultado: el independentismo marca la agenda y la vieja
política ha perdido la conexión con las clases medias. Para frenar lo que se ha
puesto en marcha haría falta, en primer lugar, que PP y PSOE reconocieran
abiertamente los agravios que ellos han generado.
Joan
A. Forès
Reflexions
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