Benvolguts,
El nostre enemic irreconciliable, per enze, José
Antonio Zarzalejos (fill de Governador
franquista de Bilbao en els anys 40, i germà de l’actual capomafioso de la FAES),
ens explica l’ambient de terror que es viu a
Catalunya de tal forma que ni els residents ni els visitants s’atreveixen a
piular contra les tesis oficials independentistes dels grans visirs del país...
Llegiu-ho i sabreu perquè Catalunya és Una comunidad ensimismada, perquè és una “olla a presión” en la
que “se echa en
falta en el espacio público de este país la defensa de otras posiciones
(distintas a las independentistas)…
L’article és del més de març i des d’aleshores
ha plogut molt, però no l’havia pogut publicar abans i la publicació de l’article
anterior sobre la Caixa del mateix indesitjable individu així com el canvi de condició civil (i militar, ja que ara ja és Generalísimo de los Ejércitos, com el seu avi putatiu) del Felipe m’ha esperonat a
buscar-l'article i comentar-lo!
Todos los catalanes
José Antonio Zarzalejos en La Vanguardia
el 2 marzo, 2014 en Derechos, Libertades, Nacionalismo, Política, Sociedad
EL ÁGORA
Antes de citar algunos párrafos del último libro
de Manuel Cruz (Una comunidad
ensimismada, editado por Catarata) permítanme unas palabras sobre el
autor porque lo que escribe tiene valor en la medida en que su autoridad
intelectual resulta contrastada y contrastable. Cruz (Barcelona, 1951) es
catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universitat de Barcelona. A sus ya
rebasados sesenta años es considerado como uno de los filósofos españoles más
importantes de las últimas décadas. Sus colegas le homenajearon en el 2012 con
un libro colectivo titulado Vivir para
pensar, prologado por Emilio Lledó, y que contenía ensayos de personalidades
tan relevantes como Victoria Camps, Daniel Innerarity, Javier Muguerza o Enzo
Travesedo. Manuel Cruz, además de haber publicado más de una veintena de
libros, reúne los premios Anagrama de Ensayo (2005), el Espasa (2010) y, entre
otros, el Jovellanos (2012). Y además de todo esto es un universitario
comprometido con la sociedad catalana y española. Por eso, entre otras razones,
se ha puesto al frente de los Federalistas
de Izquierdas en Catalunya.
Tras el exordio anterior se entenderá por qué hay
que atender a criterios de intelectuales como Cruz en estos tiempos en los que
cunde, con la ignorancia, la cobardía. Nuestro autor, en Una comunidad ensimismada desarrolla
la teoría de Catalunya como una “olla a presión” en la que denuncia que “se
echa en falta en el espacio público de este país la defensa de otras posiciones
(distintas a las independentistas) que sin duda existen, pero cuyos partidarios
suelen comentar en privado, que de momento han decidido optar por un perfil
bajo, o que se reservan para la hora de la verdad, cuando realmente se ponga en
juego de manera irreversible el futuro de nuestra comunidad”. El autor da un
paso más al sostener que “parece claro que sufre un considerable déficit
democrático una sociedad en la que sus ciudadanos acaban sometidos a lo que se
ha denominado, inspirándose en Tocqueville, como espiral de silencio, y
prefieren mantenerse callados ante el miedo –manifiestamente inducido desde el
poder– a quedar aislados o, peor aún, a recibir algún tipo de reproche social.
Por supuesto, cuando se intenta plantear esta cuestión en el espacio público
catalán no faltan respuestas, más o menos afines al oficialismo, que tildan de
exagerado, cuando no de caricaturesco, dicho planteamiento. O por decirlo con
un poco más de precisión: atribuyen a este la imperdonable falacia de convertir
la anécdota (de algunas situaciones particulares) en categoría (de una presunta
intimidación generalizada).
Lo que Cruz describe es perceptible para el que
–como es mi caso– vive fuera de Catalunya pero la frecuenta. Existe un doble
lenguaje, el privado y el público. ¿Cuál es más real?, ¿está uno y otro en
función del interlocutor, la situación o la localización? Cruz llega a la
conclusión de que “junto con la tendencia al unanimismo, probablemente la segunda
premisa fundamental sobre la que camina el discurso soberanista merezca ser
denominada homogeneísmo o tendencia a considerar a la comunidad catalana como
una realidad homogénea”. De ahí que arrogarse, lo haga quien lo haga, la
representación de los catalanes o de la entera Catalunya perpetre un desafuero
democrático. Las expresiones y las apelaciones a “todos los catalanes”, o
“todos los españoles”, resultan una burda manipulación.
Reducir a los españoles, o a España, a eslóganes
felices y exitosos –en todo caso, básicos y facilones– es tan romo
intelectualmente como hacer lo propio con los catalanes y Catalunya. Puede
hablarse de grandes movimientos de opinión, de mayorías sociales, de fuertes
tendencias, pero no de unanimidades de opinión y juicio, y menos, de intención
o propósito. La solución a la cuestión catalana, por eso, no puede venir sino
de las “renuncias mutuas” a las que se refirió Duran en el debate de la nación
el pasado martes y de la “reconducción” a la que aludió Rajoy. El maximalismo
es una forma de autoritarismo y se ampara en la ampulosidad verbal que mientras
reclama el diálogo ofrece como propuesta la adhesión incondicional a sus tesis
que de no producirse se denuncia como un inaceptable inmovilismo. Ganada la
batalla de la simplificación de los conflictos mediante un maniqueísmo de
manual, se socializan los criterios y se convierten en las guías del
pensamiento correcto. Y a partir de ahí, la espiral de silencio público y de la
murmuración privada. Y, según Cruz, eso ocurre ahora en Catalunya. En donde
muchos, amedrentados, creen que el 10 de noviembre se despertarán bajo el nuevo
régimen republicano catalán como se aseveró en la tribuna del Congreso de los
Diputados.
La estancia
¿Qué virtualidad ha tenido la estancia del
Príncipe de Asturias y Girona en Catalunya? No sólo la simbólica. El heredero
de la Corona ha escuchado, ha visto y ha sentido. Don Felipe se ha mantenido
con sobriedad y rigor en el ámbito que le correspondía sin hacer ni decir nada
que no se atuviese a su condición y circunstancias. Ha acumulado una
experiencia más en un momento histórico de España. La experiencia tendrá sus
efectos en el medio plazo porque es sustancial que el futuro Felipe VI disponga
de criterio propio sobre Catalunya y sobre el latido de su muy diversa
sociedad. En la cuestión territorial –uno de esos demonios familiares
recurrentes en la historia de nuestro país– la monarquía es particularmente
funcional porque arbitra y modera.José Antonio Zarzalejos
Joan
A. Forès
Reflexions
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