Benvolguts,
En Cotarelo està analitzant el fet republicà a les Espanyes.
Una de les conclusions a le que arriba és aquesta:
El
republicanismo catalán es independentista y el español, me temo, a cambio de
impedir la independencia de Catalunya está dispuesto a abandonar su ideal
republicano.
Els catalans, que vàrem ser el darrer reducte republicà
l’any 39, sabem perfectament com els republicans espanyols ens varen estar
putejant durant tota la guerra. També sabem i ho hem escrit moltes vegades que
en la Transacció, que no Transició, PC i PSOE varen acceptar, transaccionar, la
monarquia sense que els caigués cap anell. Sabem com el Doctor Trueta no va
poder ser nominat pel premi Nobel
de Medecina perquè un distingit republica, veí seu a Oxford per cert,
Salvador de Madariaga, ho va evitar de totes les maneres i amb totes les
trampes imaginables.
Vegem l’article:
Mi artículo de ayer en elMón.cat,
titulado Joc
entre republicans. Versa sobre esta delicada cuestión de la República. Durante años, Palinuro ha lucido en la columna de la
derecha un Gif con una bandera republicana ondeante para proclamar su ardoroso
republicanismo. Y muchas veces abordó el tema República, muy dolido de que la
izquierda siempre adujera que no era el
momento de plantear el asunto. Durante treinta años nunca fue el momento. Palinuro arrió la bandera de la república española y
se sumó a la de la catalana. No por ello dejaba de simpatizar con la
española, pero era y es evidente que no goza del apoyo de que debiera ni de
quien debiera y sus perspectivas son más bien escasas. La República catalana es un hecho, en cambio. Y, por si
alguno hubiere más purista del realismo de la lengua, cabe decir, una
República in fieri. A
partir de aquí, ese enclenque republicanismo español pudiera vigorizarse y
ojalá que así fuera. Pero también podría
suceder lo contrario. El republicanismo catalán es independentista y el
español, me temo, a cambio de impedir la independencia de Catalunya está
dispuesto a abandonar su ideal republicano.
Y así es
difícil construir una República española.
Aquí el
texto en castellano:
Entre republicanos anda el juego
El independentismo
catalán es republicano y, por tanto, doblemente molesto, por independentista,
para todos los españoles, y por republicano para los españoles monárquicos. No
debiera serlo para estos últimos y, según sus esporádicas declaraciones, no lo
es. Antes al contrario, se proclaman relaciones fraternales entre el
republicanismo español y el catalán.
Ahora
bien, así como el
republicanismo catalán es
consistente, pertinaz,
masivo, transversal, mayoritario y muy activo y eficaz, el español es disperso, ocasional, minoritario
y enclenque.
No es un juicio despectivo ni
apresurado. El pasado sábado hubo una consulta popular en el barrio madrileño
de Vallecas para un referéndum a escala estatal sobre monarquía o república.
Algo que venía a ser una especie de réplica de la mítica consulta
independentista de Arenys de Munt en 2009, movida por la CUP, en la que votó
más del 40% del censo y más del 92% lo hizo a favor del sí.
En el caso
de Vallecas, y los datos son suyos, votó el 4,8% del
censo y, de este, cerca del 90% lo hizo por la
República. Señalar este dato no es malintencionado sino simplemente realista.
Si en una zona como Vallecas esta consulta anima al del
electorado, en otros lugares será sin duda peor. Muchos arguyen que el
referéndum vallecano se hizo sin medios, sin infraestructura, sin logística,
cosa muy digna de tenerse en cuenta. Pero lo cierto es que ningún partido ni
movimiento social de envergadura la apoyó. Y eso
también tiene su significado a la hora de hablar del republicanismo español y
calibrar sus posibilidades en comparación con el catalán.
Todos
esperan que Vallecas funcione como una chispa que encienda la adormecida
pradera republicana española. Pero ese deseo se formula sobre el fondo de una realidad muy
desalentadora. Los datos son los que son. La causa republicana en España es de
poco más que cenáculos literarios y depositarios de un viejo legado. Los partidos políticos son casi todos
dinásticos. De modo directo (PP y C’s) o indirecto
a través de algún descarado absurdo del tipo de que los republicanos se sienten
muy a gusto con esta monarquía como en el PSOE. Quedan los indepes
catalanes y los nacionalistas vascos y gallegos y queda Podemos, como siempre,
nadando entre dos aguas.
Piden que el rey someta
su corona a referéndum, pero no mueven un dedo para hacerlo realidad, como se
demuestra en el caso de Vallecas.
Y como el
republicanismo español carece de vigor, se apunta el remedio de vincularlo a su
rozagante hermano catalán utilizando diversos artilugios verbales como que la lucha
por la República catalana es, en realidad, la vanguardia del republicanismo
español. Y, aun más audazmente, el republicanismo español será el aliado
natural del catalán.
Esta
idea del republicanismo fraterno requiere reflexión. Por supuesto, el catalán
aceptará siempre toda ayuda que proceda de España y demuestra –acaba de
hacerlo- disposición a colaborar con la izquierda española, a la que presume
más republicana que la derecha, de modo gratuito. Pero hasta ahí llega la
colaboración. Porque, mientras no se demuestre lo contrario, el republicanismo
español es más un desiderátum que una realidad.
Y sobre
todo porque una hermandad más sentimental que real tropieza con dos
inconvenientes que corresponde aclarar al republicanismo español, antes de
incurrir en la habitual confusión que conduce al fracaso. Hay confusión
histórica y confusión actual. La histórica no es
preciso refrescarla, pues está en la memoria de todos: las relaciones de la
Generalitat con la República españolas oscilaron entra malas y pésimas. Fue la
República española la primera en encarcelar a Companys.
La
confusión presente es más preocupante. El republicanismo español carece de
pulso político. No hay siquiera un Partido Republicano en las Cortes. Los
núcleos republicanos más activos suelen estar animados por comunistas y tanto
estos como los que son más puramente republicanos son profundamente
antindependentistas.
El republicanismo
español no existe y, en la medida en que existe, es antiindependentista e
incluso anticatalanista.
No hay ni
puede haber relaciones fructíferas entre los dos republicanismos, al menos
mientras el catalán no deje de ser independentista o el español
antiindependentista. Fraternales pueden ser. Siempre sin olvidar que hermanos
eran Caín y Abel y Rómulo y Remo.
Ramón Cotarelo
Reflexions
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