Benvolguts,
En els articles d’opinió que han
aparegut sobre els Ciudadanos, aquest incideix en el tema explicat per en Jordi
Barbeta en el que porta com a referència Carta
Inés Arrimadas. L’autora Milagros Pérez Oliva, que no havia aparegut mai en
aquest Bloc, explica l’estratègia franquista però sibilina de Ciudadanos, que
fins ara usava el tirar la pedra i amagar la ma,
i que ara s’ha tret la careta perquè ha valorat que atacar Catalunya (base del
seu naixement traïdor) li proporciona més vots a Espanya, país d’aquí al costat
amb substrat franquista fins a l’ànima, que no ser honest i pretendre guanyar
seguint les regles del joc.
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Vegem l’article de la Milagros:
La estrategia de
la tensión
En su
batalla por el voto conservador en España, Ciudadanos fomenta una peligrosa
deriva. Su campaña contra los lazos contribuye a crear las condiciones para que
haya violencia
Un cámara de televisión es increpado en una
concentración convocada por Ciudadanos. MARTA PÉREZ / EFE
Muy a su pesar, el acto
de protesta convocado por Ciudadanos en el Parque de la Ciutadella de Barcelona
para protestar por la agresión que había sufrido en un oscuro episodio una
mujer que retiraba lazos amarillos, se convirtió en una demostración meridiana
de lo que realmente ocurre y de los propósitos que animan al partido naranja.
La asistencia fue escasa, pero lo que allí ocurrió fue suficiente para darle la
vuelta, como a un calcetín, al discurso que Rivera y Arrimadas tratan de
imponer sobre lo que ocurre en Cataluña.
Los
hechos, en esta ocasión, hablaron mejor y más claro que las palabras. Lejos del
eslogan que blandían los convocantes — "Todos somos Lidia, por la
convivencia i contra la violencia"—, lo que pretendía ser un acto de
repudio a la supuesta intimidación de los independentistas se convirtió en una
demostración de intolerancia y agresividad con la persecución y ataque a quien
creían que era un cámara de TV3 y resultó ser de Telemadrid.
La convocatoria formaba
parte de una campaña perfectamente calculada
para establecer un relato de opresión en Cataluña con el que apuntalar la teoría de que existe una fractura social que
está derivando en violencia.
Su
destinataria, sin embargo, no es la ciudadanía catalana, que tiene ocasión de
comprobar por sí misma lo que ocurre, sino el resto de españoles, que en su
mayoría no tiene referencias directas del clima real que se vive en Cataluña.
En su batalla electoral por la hegemonía del voto conservador en España, el partido de Rivera se está deslizando por una
peligrosa deriva que no solo es políticamente irresponsable, sino éticamente
condenable. La estrategia de la tensión que practica fácilmente
puede convertirse en una especie de profecía
autocumplida, pues contribuye a a crear las condiciones para que esa violencia
se produzca.
Tanto en su discurso público como en el documento con el que ha pedido
amparo al Defensor del Pueblo, Ciudadanos sostiene que existe un clima
de intimidación tal en Cataluña que deja indefensos a los no
independentistas. Que su libertad está amenazada. Unos días antes, Rivera había
convocado a las cámaras para un acto que se convirtió en un llamamiento a la
ciudadanía a quitar lazos amarillos. Van a tener trabajo, porque es previsible
que tantos como quiten volverán a aparecer, si no más. Pero la colocación de lazos no es, como dicen Rivera y
Arrimadas, una ocupación ilegítima del espacio público.
Es una protesta política que se expresa de esa forma. Todas las protestas
tienen un componente de ocupación del espacio público. Podemos convenir que
esta es especialmente invasiva, pero no deja de ser un ejercicio de libertad de
expresión. También cuando Rivera acude con los dirigentes de su partido a
Alella a retirar lazos está ejerciendo su derecho a expresar su opinión en el
espacio público.
Pero no es lo mismo
poner que quitar. Quien pone lazos, expresa una opinión, en este caso su
protesta por el hecho de que dirigentes independentistas hayan sido procesados
y enviados a prisión en un proceso judicial que no solo los independentistas
cuestionan.
Hasta
120 catedráticos de Derecho Penal españoles, ajenos al independentismo, consideran que no existe
fundamento para la acusación de rebelión y hay que recordar que esta
calificación es la base sobre la que se sustenta la prisión provisional y la
inhabilitación política de los principales dirigentes del soberanismo.
Colgar
lazos amarillos, por mucho que moleste, no deja de ser una respuesta pacífica y
prudente.
Quienes
quitan los lazos también están ejerciendo su libertad, pero hacen algo más que
expresar una opinión. Están
impidiendo que otros expresen la suya. Y mientras lo hacen, propugnan además cambios legislativos para restringir la
libertad de todos en el espacio público. Hablan de regular, pero ya sabemos que cuando
desde el pensamiento conservador se utiliza la palabra regular en relación a la libertad, lo
que se quiere decir es restringir.
Si
en lugar de arrancar los lazos se limitaran a poner el suyo de otro color estaríamos dentro de los
márgenes de una interpretación de la libertad de expresión respetuosa con el
adversario político.
Pero no. La propia
escenografía delata el trasfondo ideológico de esta campaña. Cuando van a quitar lazos, Rivera y Arrimadas van a “limpiar” el
espacio público de algo indeseable.
En La Bisbal pudimos ver un destilado muy
explícito de esta misma
escenografía: un comando de 80 personas
encapuchadas para no ser reconocidas, vestidas con monos de
intervención en catástrofes y armadas con cúteres, se desplegaron por la ciudad
para limpiarla de cuantos lazos encontraran a su paso. El comando era el mensaje.
No es así como se
contribuye al diálogo y la convivencia. La estrategia de la tensión es siempre
muy peligrosa. Se empieza por los símbolos pero con frecuencia se sigue con las
personas.
Milagros Pérez Oliva
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