Benvolguts,
No coneixia l’articulista d’avui, David Torres del
diari Público i m’ha semblat prou interessant com per publicar-li un article
del més d’agost d’enguany parlant de la dictadura,
de l’Alzeimer i de moltes altres
coses. Va néixer a Madrid fa 51 anys. És periodista i escriptor. En 2004 se convirtió en columnista de El
Mundo y desde julio de 2012 tiene el blog de opinión Punto de Fisión en
el diario Público.3.
Vegem l'article d'en David
Torres:
Así fue la
dictadura
Acabo de publicar PALOS DE CIEGO, un libro donde indago en el misterio de
mi hermano mayor, que murió en una de las clínicas dedicadas al tráfico de
niños en 1965, al tiempo que investigo una supuesta matanza de juglares
ciegos ucranianos en la época de Stalin .
Siempre he pensado que una novela es como un matrimonio más o menos largo
mientras que una columna es un lío de una noche. Fui finalista del premio Nadal
en 2003 con El gran silencio y he ganado también el Hammett de la Semana Negra
de Gijón y el Tigre Juan por Niños
de tiza, así como el premio Logroño por Punto de fisión, de donde toma su título esta trinchera.
Como
se ve, con mis novelas he hecho lectores y amigos, y con mis columnas más bien
al contrario. Pero está bien así, porque siempre he pensado que un escritor ha
de luchar contra el poder, sea del signo que sea, aunque la señal de su triunfo
resulte tan minúscula como una picadura de mosquito en el culo de un elefante.
AGOSTO 22, 2018
Llevo varios años
escribiendo una novela en la que el alzheimer se revela como síntoma y símbolo
de España y de su historia reciente, un país donde la memoria ha sido
sustituida por fantasías impúdicas y fábulas mayororejescas, cuando no por un
vacío atroz.
Cuando
se compara con otros países (especialmente con Alemania o Italia) la absoluta
desvergüenza que significan los miles y miles de muertos anónimos enterrados
todavía en las cunetas, la infame sombra de una cruz colosal apaciguando el sueño de un genocida gallináceo o la perduración de una
inverosímil fundación destinada a limpiar sus crímenes, se olvida un hecho
fundamental:
Así fue la dictadura, el libro de Pablo
Ordaz y Antonio Jiménez Barca publicado por editorial Debate, da voz a diez españoles que en un momento u otro de sus
vidas (a veces ese momento duró décadas) sufrieron la violencia arbitraria del
régimen franquista. Una muestra
necesariamente breve y fragmentaria, pero también perentoria e imprescindible,
de lo que en verdad suponía vivir en ese país ceniciento, humillante y brutal:
la falta de derechos, el desamparo institucional, el miedo constante.
Por sus páginas desfilan Juana Doña, una militante
comunista cuya condena a muerte fue conmutada por treinta años de prisión;
Domingo Malagón, un pintor que sacrificó su vocación de pintor para falsificar
documentos; Gerardo Iglesias, un minero que participó en las huelgas de
Asturias; Ignacio Latierro, el librero de San Sebastián que luchó contra la
censura, fundó la librería Lagun y soportó primero la violencia de los
guerrilleros de Cristo Rey y después la de ETA; Víctor Díaz-Cardiel, el
sindicalista que pasó nueve años en la cárcel por difundir propaganda contra la
dictadura; Mariano Gamo; un cura cuyo padre fue asesinado por los anarquistas
en 1936 y que acabó por prestar su parroquia a diversas organizaciones obreras;
Paca Sauquillo, la abogada laboralista que se especializó en defender a
trajadores represaliados y cuyo hermano Javier fue una de las víctimas de la
matanza de Atocha; Gonzalo Sánchez, un jornalero sevillano que se pasó la vida luchando
por reivindicar derechos laborales básicos; Federico Armenteros, un homosexual
que sufrió los estigmas impuestos desde el catolicismo oficial y a quien le
costó décadas aceptar su naturaleza; Azucena Rodríguez, una directora de cine
que en la adolescencia pisó varias cárceles.
Escucharlos es aprender de sus labios una parte hurtada a nuestra
historia reciente, la más dolorosa, la más olvidada, la más apremiante. Como le
respondió Gonzalo Sánchez a un vecino que le afeó en plena calle, al estilo de
Pablo Casado, que ya habían pasado ochenta años y siempre estaba acordándose de
los muertos sin nombre: “Sí, es verdad, han
pasado ochenta años, pero todavía no se ha hecho justicia. Nuestros abuelos
están enterrados por ahí y no sabemos dónde. Y mira, ese canal (se refiere al
Canal de los Presos, terminado por presos políticos y que alimentaba gratis las
cosechas de los terratenientes) lleva toda la vida regando cientos de hectáreas
gracias al esfuerzo de tantos hombres que, después de perder una guerra, después
de ser machacados, tuvieron que quedarse seis, siete o muchos años más
trabajando a la fuerza. ¿Tú sabes lo que es eso, que en la flor de la vida
pierdas una guerra y encima te condenen a trabajar de esclavo?”
Kundera
escribió que la lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria
contra el olvido. Santayana actualizó una vieja sentencia de Confucio: “El pueblo que no conoce su historia está condenado a
repetirla”.
Este libro, uno de los
pocos en su género sobre la dictadura franquista, es un remedio contra ese
alzheimer pertinaz que se empeña en reescribir la historia como no ocurrió y en
tachar los horrores que durante tanto tiempo sucedieron.
Joan A. Forès
Reflexions
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