Benvolguts,
Avui presentem un interessant treball d’Antonio Alonso Baños.
Segons la Viquipèdia:
Antonio Alonso Baños (París, 30 de novembre de
1987)[1] fou un advocat i polític espanyol. Durant els anys 1950 es donà a
conèixer com advocat oposat al franquisme, raó per la qual el 1960 hagué
d'exiliar-se a París, on treballà com a professor de castellà a La Sorbonne.
Alhora, contactà amb el govern de la República espanyola en l'exili i fou
nomenat ministre de justícia en el gabinet republicà a l'exili de Emilio
Herrera Linares (1960-1962) i en el darrer govern de Fernando Valera Aparicio
(1971-1977).[2]
Se'l considera un dels principals organitzador el
juny de 1962 del IV Congrés del Moviment Europeu a Munic (conegut
despectivament per la propaganda franquista com a Contuberni de Munic).
Col·laborà també amb premsa republicana exiliada a París i Mèxic, així com als
diaris Le Monde i El País
En El País he trobat tres articles d’Antonio
Alonso Baños. En publico el de les primeres víctimes de l’Alzamiento del 1936.
TRIBUNA:TRIBUNA LIBRE
Las primeras
víctimas del alzamiento de 1936 fueron los jefes del Ejército
Hace ahora 44 años, el
día 18 de julio de 1936, el general Franco se sublevó contra el Gobierno de la
República española. Al comienzo del alzamiento se produjo un hecho de suma
importancia y de gran intensidad dramática: Franco, comandante militar de las islas
Canarias, se dirigió a los generales del ejército reclamando su apoyo.
¿Cómo
reaccionó el Ejército ante aquel llamamiento? Sólo se sublevó un general de los
ocho capitanes generales que mandaban las ocho regiones militares en que estaba
dividido el país. Del total de veintiún oficiales generales de mayor graduación
dentro del Ejército, diecisiete permanecieron fieles al Gobierno de la
República y tan sólo cuatro se sumaron al alzamiento. Los seis generales de la
Guardia Civil se mantuvieron asimismo fieles al Gobierno republicano.
El
comandante en jefe de la aviación imitó su ejemplo. Del total de 59 generales
de brigada, 42 se mantuvieron fíeles a la República y diecisiete se sublevaron
contra ella. El 18 de julio de 1936 el general Franco tenía en su contra a la
mitad del Ejército. Por
otra parte, hizo fusilar a los dieciséis generales que no pudieron abandonar a
tiempo el territorio que él controlaba.
Nunca jamás se había vertido tanta sangre de jefes militares de alta
graduación.
Ahora bien, ¿que ocurrió
en realidad el día 18 de julio de 1936? Un grupo de militares, apoyado por
falangistas, carlistas y monárquicos, atacó las residencias de los oficiales
superiores del Ejército, y los capitanes generales fueron destituidos o
fusilados.
·
El
general Franco, comandante militar de las islas Canarias, se nombró a sí mismo
comandante en jefe del Ejército de Marruecos, después de haber hecho encarcelar
al titular del puesto, el general de división don Agustín Gómez Morato.
·
El
general Mola se pro clamó jefe de la VI Región Militar (Burgos) después de
haber hecho fusilar a su superior, el general don Domingo Batet Mestre.
·
El
general de reserva Saliquet procedió de idéntica manera en la VII Región
Militar (Valladolid) haciendo fusilar al capitán general de dicha región, el
general de división don Nicolás Molero Lobo.
·
En
Sevilla, Queipo de Llano hizo fusilar igualmente al capitán general de la II
Región Militar, José Fernández Villa Abràille, ocupando seguidamente su puesto.
·
Otro
tanto sucedió en Galicia (VIII Región Militar), donde el capitán general
Enrique Salcedo Molinuevo fue pasado por las armas y sustituido por un coronel.
·
Todo
el mundo sabe que, en Granada, los partidarios de Franco fusilaron al poeta
Federico García Lorca, pero a veces. se olvida que ejecutaron, también al
general Miguel Campins, gobernador militar de la plaza.
·
El
general Núñez Prado fue fusilado en Zaragoza; el general Caridad Pita, en La
Coruña; el general López Viota, en Sevilla; el general Mena Zueco, en Burgos;
el coronel Carrasco Amilibia, en Logroño; el general Gómez Caminero, en
Salamanca; el general Romerales, en Melilla; el comisario superior Arturo
Alvarez Buyila, en Tetuán; el coronel inspector de la Legión Luis Molina
Galano, en Ceuta.
·
En
Asturias, un consejo de guerra mandó al paredón al coronel de Artillería José
Franco Mussio, comandante militar de Trubia y director de la Fábrica Nacional
de Armamento, así como al comandante de Artillería Manuel Espineira Cornide,
los capitanes Luis Revilla de la Fuente, Hilario Sáenz de Cenzano y Pinillos,
Ernesto González Reguerin, Ignacio Cuartero Larrea y José Bonet Molina, y el
teniente Luis Alau Gómez-Acebo. El único crimen cometido por estos oficiales
fue el de permanecer fieles al Gobierno.
Los primeros defensores
de la República, las primeras víctimas del alzamiento del 18 de julio de 1936,
no fueron los gobernadores civiles, ni los alcaldes, ni los diputados a Cortes,
ni los miembros de partidos políticos de izquierdas o de sindicatos obreros,
sino los generales con mando en el Ejército.
Después del 18 de julio, el antimilitarismo se manifestó en las masas
obreras y sindicales, y aquel sentimiento impidió al Gobierno de la República
utilizar las fuerzas armadas que se habían mantenido fieles, pero permitió en
cambio al general Franco elogiar a los jefes militares que se habían unido a él
y presentarse ante el país como el único representante y el verdadero portavoz
del Ejército.
La importancia de los efectivos militares que se alzaron en la Península
fue de hecho muy limitada, por lo que los sublevados tuvieron que recurrir
necesariamente al Ejército de Marruecos para dominar la situación. ¿Con qué
fuerzas contaba en aquella fecha el Ejército español del norte de Africa? Se componía de cinco unidades de fuerzas regulares
indígenas (marroquíes del protectorado), más la Legión (la tercera parte de la
cual estaba formada por extranjeros): en total, 20.000 hombres disciplinados y
combativos. El desembarco en España de aquel contingente de tropas
mercenarias y extranjeras alteró profundamente el equilibrio de fuerzas. En
este punto han coincidido todos los observadores militares y políticos. Por
otra parte, en octubre de, 1936, el general Franco decretó «un auniento de la
soldada para las fuerzas indígenas de Marruecos y los legionarios, que con tanto
entusiasmo se han unido al Movimiento». La primera recompensa concedida por el
general Franco al principio de la guerra fue para el gran visir de Tetuán, Sidi
Ahmed El Ganmia, a quien condecoró personalmente con la Cruz Laureada de San
Fernando, la máxima condecoración militar española, el 19-7-1936.
Se expresaba así
oficialmente el reconocimiento para con aquellos que habían constituido la
fuerza de choque inicial y decisiva. En efecto, el general Franco pudo hacer la
guerra gracias a estas tropas antes de recibir la ayuda de Hitler y Mussolini.
Este lamentable cúmulo de circunstancias internacionales y la sangrienta
matanza de generales, jefes y oficiales del Ejército español, fieles a la
República y asesinados en el curso de aquella triste jornada, constituyen lo
que los vencedores denominaron y siguen llamando el «espíritu del 18 de julio».
Antonio
Alonso Baños ministro de la República española en el exilio. Este artículo fue
publicado en Le Monde el 20 de julio de 1971. Se reproduce a petición expresa
del autor.
* Este
artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 18 de julio de 1980
Antonio Alonso Baños
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