Benvolguts,
Tanmateix, era l’Església catòlica la columna vertebral sobre la que es
va muntar i sostenir el feixisme espanyol fins a la mal anomenada “transició” (més
aviat “transacció”) , periode que establí les bases -ja que res es va fer per
retallar-ne el seu immens poder- i per mantenir el seu actual vigor malgrat que
les esglésies actualment només s’omplen per l’afluencia de turistes...
Trobem en aquest
article conceptes que des de feia 80 anys no s’havien publicat a
Espanya. Copiem alguns dels fets de l’article: És important que se sàpiga a l’Estat
espanyol, abduït des del 1939 pel nacionalcatolicisme, el franquisme sociològic
i el borbofranquisme, alguna cosa sobre el falangisme, el franquisme, el
feixisme, el nazisme, l’església catòlica i el braç incorrupte de Santa Teresa,
així com sobre el privilegi, el nepotisme
i la corrupció. I l’internament
mortífer de centenars de milers de presos en camps de concentració, els
afusellaments en massa, els judicis sumaríssims com el que varen fer al President
de Catalunya Lluís Companys, les tortures generalitzades que es practicaven
en qualsevol institució de l’Estat, l’exili de milers de compatriotes, el robatori
de nens, l’expropiació forçosa dels diners i propietats dels vençuts, els catalans varem ser els grans vençuts per partida doble o triple, per catalans (o sigui no
espanyols), per republicans, i per no massa o gens catòlics).
Cap, absolutament cap dels horrors esmentats
mai varen induir l’església catòlica espanyola a denunciar al mon la destrucció
i la tremenda repressió a la que fórem sotmesos els perdedors.
Aquest resum és d’obligada
lectura per als polítics tipus Inés Arrimadas, filla de policia de la brigada político-social
a Barcelona els anys seixanta, sota la responsabilitat dels germans Creix, que des del menyspreu i l'engany té la barra d'explicar que l'assassinat d'en Companys l'any 1940 no fou fet per l'Estat espanyol, o
Carolina Mejias filla i dona de militars franquistes (tots els militars
espanyols són franquistes des de fa 300 anys), enemics dels catalans com es va demostrar l'1-O, que milita en un partit ultrafranquista, que a Catalunya hauria de ser extraparlamentari...
Vegem en detall l’article
de Pedro
Luis Angosto:
21 de Octubre de 2018
Franco, con el entonces futuro rey Juan Carlos durante una visita a la tumba de José Antonio en Cuelgamuros en 1972. Les acompañan en segunda línea Carrero Blanco y Torcuato Fernández-Miranda.
Es
bien sabido que, sin la ayuda de la Alemania nazi y la Italia fascista, el golpe de Estado de los militares africanistas nunca se
habría transformado en una guerra de las dimensiones de la que asoló a España
durante tres años.
Del
mismo modo, conviene considerar que la dictadura franquista no habría
subsistido durante cuarenta años sin el apoyo incondicional de Gran Bretaña
y Estados Unidos, el silencio de las grandes democracias europeas, Santiago
Matamoros y su caballo blanco y el fuerte impulso moralizador del brazo
incorrupto de Santa Teresa de Jesús, brazo que acompañaba al asesino en su
alcoba de El Pardo.
La
Iglesia católica hace todo lo que está en su mano para mantener el orden
establecido desde el franquismo, que no es otro que el del privilegio, el
nepotismo y la corrupción.
Tras la derrota de las potencias nazi-fascistas, las dos
naciones de habla inglesa arriba mencionadas y la Santa Iglesia Católica,
Apostólica y Romana se convirtieron en los verdaderos sustentadores del régimen
más tiránico y destructor que ha conocido España a lo largo de su historia. Ni el internamiento mortífero de cientos de miles de
presos en campos de concentración, ni los fusilamientos en masa, ni las
torturas generalizadas que se practicaban en cualquier institución del Estado,
ni el exilio de miles de compatriotas, ni el robo de niños, ni la expropiación
forzosa de los dineros y propiedades de los vencidos, nada, absolutamente nada, ninguno de los horrores
mencionados indujeron jamás a la Iglesia católica española a denunciar ante el
mundo la destrucción y la tremenda represión a la que fue sometido el pueblo
español. No obstante, era esa institución la
columna vertebral sobre la que se asentó el fascismo español hasta la llamada
transición, periodo que sentó las bases -pues nada se hizo para recortar su
inmenso poder- para su actual vigor pese a que las iglesias sólo se llenen por
la afluencia de turistas.
En esa imbricación entre militarismo
reaccionario y catolicismo, jugaron papel fundamental dos arzobispos
catalanes: Los cardenales Gomá y Pla y Deniel. Del primero de
ellos, Isidro Gomá, reproducimos un fragmento de la Instrucción a los Diocesanos
de noviembre de 1936, en la que, ajeno a la más mínima noción de justicia, de piedad y
ecuanimidad, el Primado de España, justifica y ensalza la rebelión militar y el
baño de sangre que propició:
“Esta
cruentísima guerra es, en el fondo, una guerra de principios, de doctrinas, de
un concepto de la vida y del hecho social contra otro, de una civilización
contra otra. Es la guerra que sostiene el espíritu cristiano y español contra
este otro espíritu, si espíritu puede llamarse, que quisiera fundir todo lo
humano, desde las cumbres del pensamiento a la pequeñez del vivir cotidiano, en
el molde del materialismo marxista. De una parte, combatientes de toda ideología que represente, parcial o
integralmente, la vieja tradición e historia de España; de otra, un informe
conglomerado de combatientes cuyo empeño principal es, más que vencer al
enemigo, o, si se quiere, por el triunfo sobre el enemigo, destruir todos los
valores de nuestra vieja civilización... No será la primera vez que España
lleve su frente a un tiempo marchita por el dolor y nimbada por la gloria; ella
que supo contener con rudo esfuerzo las invasiones del sur y mantenerse indemne
de las herejías del norte; que se desangró al alumbrar para la civilización y
para Jesucristo un Mundo Nuevo; ella, que ha engendrado héroes sacrificados y
gloriosos como los de Tarifa y el Alcázar toledano. ¡Quién sabe si el gesto
heroico de nuestra España, que ha sacado del relicario de su alma y de los
viejos cofres de su historia la fe y las armas que son hoy la admiración del
mundo, se adelantó al gesto trágico, destructor, preparado por la diplomacia
moscovita contra la Europa occidental! ¡Quién sabe si la operación quirúrgica,
cruentísima, que se obra en nuestro país, miembro de Europa, será el remedio
que expela del cuerpo del viejo continente el humor pestífero que lo tiene en
gravísimo peligro! Las señales del cielo consienten presagiar las tormentas; no
faltan signos de mal tiempo en el cielo de Europa. Y España es la nación de los
grandes destinos. Quiera Dios que nos hagamos dignos de ellos. Los hombres se mueven y Dios los dirige. Su voluntad triunfa de todas las armas, y ante la
diplomacia de sus inescrutables designios sobre el mundo humano son castillo de
naipes todos los proyectos y combinaciones de las cancillerías....”.
Dios, que en otros tiempos nos envió a
Santiago Matamoros para librarnos del Islam, nos bendijo en esa ocasión trágica
con Franco, Mola, Sanjurjo, Yagüe, Gomá, Pla y Deniel, Escrivá de Balaguer,
Herrera Oria y monseñor Eijó y Garay, todos
ellos dedicados en cuerpo y alma a procurar
nuestra salvación salvando primero a banqueros, altos dirigentes de la
dictadura, plutócratas de todas las lenguas patrias y arrimados de cien ropajes. La guerra no
había acabado, la guerra, de manos
del nacional-catolicismo entró en otra fase, la del exterminio, la
lobotomización general, la anulación de la mujer y el embrutecimiento del
pueblo, de un pueblo que mayoritariamente sobrevivió aquellas décadas bajo el
síndrome de Estocolmo que acompaña al terror.
El periodo dirigido por el cardenal
Tarancón, hombre muy de derechas pero pragmático, supuso un breve
paréntesis que concluyó con la sustitución de Díaz Merchán al
frente de la sección española de la multinacional católica. Superado ese periodo, la
Iglesia -que como hemos dicho conservó absolutamente todos los privilegios que
adquirió en la dictadura- volvió a lo suyo,
es decir, al monte, a lo rupestre, invocando
a Dios, a las Sagradas Escrituras y al Sursum Corda para combatir todos los
derechos que el pueblo español iba conquistando,
lanzando a la calle a sus acólitos para
impedir la legalidad del divorcio, del aborto, de la igualdad de géneros,
inmiscuyéndose en asuntos políticos que le eran totalmente ajenos, callando
ante la explotación, el avance de la pobreza, los abusos de sus empleados
contra niños, adolescentes y jóvenes que jamás deberían haber caído en sus
redes si este país, en todas sus comunidades, no hubiese sido el que tiene más
colegios católicos concertados de Europa,
superando con mucho a la muy católica Italia, dónde
reside el jefe de la multinacional.
Entre las distintas asignaciones que el Estado
español otorga a la Iglesia, ésta recibe -de una Hacienda maltrecha- la
nada despreciable cantidad de once mil millones
de euros, un dinero que a día de hoy bastaría para cubrir el déficit de la
Seguridad Social o para dotar a nuestras escuelas públicas -que son las de
todos y las únicas que debiera financiar el Estado- de los elementos
humanos y materiales que necesita para que seamos un país culto, despegado de
las mixtificaciones sobrenaturales, y apegado al bienestar y el progreso de
todos y cada uno de sus habitantes independientemente de sus apellidos,
creencias o lugar de nacimiento.
Sin
embargo, aunque muchos crean que ya no es así, que ha perdido poder, la Iglesia católica hace todo lo que
está en su mano -que es mucho porque Dios está de su parte y ya sabemos cómo se
las gasta- para mantener el orden establecido desde el franquismo, que no es
otro que el del privilegio, el nepotismo y la corrupción.
Como colofón, y en un gesto de chulería
intolerable para un Estado Democrático que se precie, los ejecutivos de
esa multinacional se disponen en la actualidad a asestar otro golpe más a la
dignidad del país entero, al consentir que en uno de sus locales -la
horrible catedral de la Almudena de Madrid- se entierre al más sangriento y
brutal de los dictadores de Europa Occidental: Francisco Franco
Bahamonde, que dormirá el sueño eterno -si
no lo evitamos obligando al Gobierno a denunciar ya el Concordato, cosa
bastante difícil porque los nacionalistas son católicos y la iglesia les ha
prestado impagables servicios- en sagrado, convirtiendo esa construcción
patética en un centro mundial de peregrinación de fascistas y ultramontanos.
Joan A. Forès
Reflexions
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