Benvolguts,
El
Perich, l’humorista català que va morir fa vint anys, va
treure l‘any 1975 un llibre de nom: Diálogos
entre el poder el no-poder, que considerem que és apropiat en el context Catalunya-Espanya
actual
i segurament sempre,
i que ens permet adonar-nos que en diàlegs entre el poder i el no poder està tot dit.
El Rajoy no pot superar el Perich!
Uns apunts sobre l’article:
· Què vol dir el Cotarelo quan diu: “la inexistencia del
imprescindible diálogo, sistemáticamente torpedeado por Mas” ?
· Quina és la frase més repetida per Rajoy? “En todas las
ocasiones el presidente del gobierno ha explicado que está dispuesto a dialogar
sobre lo que sea excepto sobre la reivindicación concreta de que se trate
porque la ley no lo permite”.
Avui aprofitem l’article “El diálogo absoluto” del profesor Cotarelo i l’il·lustrem
amb un Perich en l’escenari de les
relacions Catalunya-Espanya (quan s’hagi aconseguit establir el diàleg entre el
poder i el no poder!)
El diálogo absoluto.
Rajoy insiste en ofrecer diálogo a Mas si la Generalitat
retira la convocatoria de la consulta o acepta la suspensión de la ley
pertinente dictada por el Tribunal Constitucional. Mas glosa la
exhibición de unidad de las fuerzas soberanistas esperando que Rajoy vea por
fin la necesidad de diálogo como Pablo de Tarso vio la luz de la verdad. A
Alicia Sánchez Camacho, la inexistencia del imprescindible diálogo, sistemáticamente torpedeado
por Mas, le quita el sueño, como si fuera un íncubo. Cayo Lara se sube al
vagón de Pedro Sánchez y pide a Rajoy y Mas que se sienten a dialogar. Diálogo piden
intelectuales que no hace muchas fechas sostenían que no había nada que
dialogar. Diálogo,
mucho diálogo, piden empresarios y banqueros. Diálogo aconsejan instancias
internacionales y pide la prensa extranjera. Y con cierta irritación: Bloomberg publicaba
el otro día un editorial durísimo frente a la intransigencia de Rajoy
y poco menos que lo conminaba a coger el AVE y presentarse en Barcelona, a
abrir un diálogo con Mas que encauce un conflicto con mala pinta.
El diálogo no es solo la vía, la única vía, para
entenderse y ponerse de acuerdo. También es la forma que en muchos casos toma
el conocimiento. Media historia de la filosofía está escrita en forma de
diálogos, y una parte importante de los avances científicos y de la literatura.
Casi todas las obras utópicas son dialogadas. El saber que el diálogo genera es
dialéctico, por oposición, se mueve, avanza, permite vivir porque aporta luz y
permite deshacerse de lo viejo y caduco. Igualmente, algunas de las obras
satíricas más demoledoras tienen forma de diálogo, incluyendo el género
epistolar que es una especie de diálogo narrado. No estoy seguro de si un diálogo, hoy
inalcanzable por cuanto se ve, ayudaría a Rajoy a conocer algo de la realidad
sobre la que opina a diario a base de topicazos sin enjundia, pero intentarlo
no le vendría mal.
El diálogo tiene una aureola de sacralidad, una
connotación tan positiva que, a veces, se ha dado por bueno que las partes se
hayan sentado a dialogar
no por voluntad propia sino obligadas por un poder superior. Se atribuye al
diálogo una fuerza taumatúrgica. El milagro de la paz salida de la guerra. Pero
¿valen todos los diálogos? ¿No tienen precondiciones, condiciones, contextos?
¿No son abordados con espíritus distintos? A veces los diálogos son imposibles porque los dialogantes
hablan lenguajes diferentes, aunque la lengua sea la misma. A veces no se
entienden porque falta la voluntad de entenderse y de lo que se trata es de
simular espíritu de diálogo cuando no se tiene sino el contrario, la derrota
incondicional del otro.
¿Cómo quiere dialogar la
Generalitat? Lo ha mostrado en varias ocasiones: en términos de
peticiones o reivindicaciones que el gobierno central ha rechazado; han ido
creciendo y siempre cosechando la misma negativa; y han culminado por ahora en
la convocatoria de la consulta, asimismo denegada. En todas las ocasiones el presidente del
gobierno ha explicado que está dispuesto a dialogar sobre lo que sea excepto
sobre la reivindicación concreta de que se trate porque la ley no lo permite.
Pasó con el concierto económico, siguió con las 23 peticiones de Mas y se
corona ahora con la consulta.
Mas justifica sus actos como respuesta a una
petición popular manifiesta en movilizaciones sociales sin precedentes,
incluido el casi unánime apoyo municipal a la consulta y articulada en la forma
de una unidad de acción de las fuerzas soberanistas que, en la práctica y a
estos efectos, actúa ya como una especie de gobierno de concentración a la sombra.
¿Hasta dónde puede llegar un líder emergente que puede chocar con la legalidad
del Estado? Es imposible predecirlo porque no depende de él solo. La
vicepresidenta del gobierno ha anunciado en tono poco amable que la Fiscalía
estará muy pendiente de lo que haga Mas. O sea, una amenaza, cosa casi inevitable en estos gobernantes
tan autoritarios.
Pero la cuestión es si el gobierno español puede
hacer algo más que amenazar. Que no quiere diálogo alguno, pues prefiere la confrontación,
es patente. Lo repite Mas: no es un problema jurídico o legal; es un problema de
falta de voluntad. De falta de voluntad de dialogar, haciendo ver
que la hay a raudales. Y de otra falta más grave, falta de ideas, de razones, de
propuestas. No se quiere el diálogo porque no hay nada que aportar a
él. La última condición impuesta, esto es, que Mas retire la consulta
y luego hablaremos, equivale a un rotundo "diálogo, no". Pedir a la otra
parte que renuncie a la posición que le da la fuerza para dialogar antes de
empezar a hacerlo es como pedirle que salgan de uno en uno y con las manos en alto.
No sirve para nada porque, aparte del peligro de aureolar a Mas de mártir con
cualquier medida represiva, no tiene en cuenta la complejidad del nacionalismo
catalán y la relación de fuerzas en su seno.
El único guión que el
nacionalismo español gobernante acepta es el ataque al proyecto soberanista en
la vía jurídica, con exclusión de debate político alguno, así como en el
terreno de las presiones, las maniobras, el juego sucio y la intoxicación
mediática. Su objetivo es el desmoronamiento de la unidad
política soberanista, sometida a muchas presiones. La reciente dimisión de un
vocal del consejo para la consulta argumentando que esta no ofrece garantías
democráticas, puede apuntar en esa dirección. Si la unidad no aguanta hasta el 9N, quizá haya
elecciones anticipadas. Si la unidad aguanta, según lo que suceda ese día, al
siguiente puede empezar por fin un diálogo.
En lo demás, todo está abierto, todos pueden meter
la gamba de aquí al 9N. Pero algo queda claro: el límite de legalidad invocado
siempre por Rajoy para cerrarse al diálogo se da también en un contexto de uso.
Según el presidente, las leyes pueden cambiarse, pero no violarse. Para cambiar las
leyes, por supuesto, consenso y diálogo. Ese espíritu de legalidad
tiene sus peculiaridades. Pongo un ejemplo muy ilustrativo por el tema de que
se trata y los momentos en que se plasma, al inicio mismo de la legislatura y
ahora, hace un par de días. Lo primero que hizo el gobierno de Rajoy fue
valerse de su mayoría absoluta en el Congreso para cambiar la Ley de Radio
Televisión de Zapatero que obligaba a elegir un director del ente por una
mayoría supercualificada y consenso. Así nombró por mayoría absoluta al hombre
más leal y fiel a sus designios con encargo de convertir RTVE en un órgano de
agitprop. Diálogo, cero. Hace unos días, dimitido ese mismo director, que ha
hundido el ente, el PP ha ofrecido diálogo al PSOE para ponerse de acuerdo en
uno nuevo. En menos de veinticuatro horas lo ha roto y propuesto al comisario
político de su preferencia.
Son formas distintas de entender el diálogo.
Está es la llamada "absoluta".
Etiquetas: .Referéndum., Cataluña., Diálogo, España., Nacionalismo.
Joan
A. Forès
Reflexions
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