El títol m’ha interessat! La peor opción.
La peor opción per a qui???
Segons en Pérez Latre, molt conegut d’aquest Bloc, cataloga Vidal-Folch com a foll dependentista o foll antiindependentista, que és més guai:
Vidal-Folch, Xavier (periodista).
Follia dependentista.
Un referèndum anticatalà: aquesta és la formula emprada pel vell factòtum de l’antic diari de referència de l’esquerra espanyola per referir-se a la Consulta del 9-N. Dos terços del Parlament català prenen decisions anticatalanes. El nivell de xaladura és de premi. Del seu delirant article d’aquesta setmana excel·leix el passatge en el qual considera la Consulta el major escàndol democràtic de la història del món mundial. Amb voluntat de confondre, diu que la segona pregunta exclou els votants de la primera. Fa mandra explicar una cosa tan evident però és que pensar que algú vota No a que Catalunya sigui un Estat (1a pregunta) però sí a que sigui un Estat independent (2a pregunta) només seria possible en un estat etílic que impediria fins i tot encertar amb la papereta l’urna de vot.
Follia dependentista.
Un referèndum anticatalà: aquesta és la formula emprada pel vell factòtum de l’antic diari de referència de l’esquerra espanyola per referir-se a la Consulta del 9-N. Dos terços del Parlament català prenen decisions anticatalanes. El nivell de xaladura és de premi. Del seu delirant article d’aquesta setmana excel·leix el passatge en el qual considera la Consulta el major escàndol democràtic de la història del món mundial. Amb voluntat de confondre, diu que la segona pregunta exclou els votants de la primera. Fa mandra explicar una cosa tan evident però és que pensar que algú vota No a que Catalunya sigui un Estat (1a pregunta) però sí a que sigui un Estat independent (2a pregunta) només seria possible en un estat etílic que impediria fins i tot encertar amb la papereta l’urna de vot.
Bé, tal com diu la Camargacho, Que no es
pugui votar és una victòria de la democràcia...
Fa menys d’una setmana he llegit un article,
que ara no recordo, on qualifica Vidal-Folch entre els pitjors enemics que tenim, ja que
és instruït i enemic a l’hora! Si el recordeu i el trobeu me’l podeu enviar?
D’entrada és d’una mala educació antològica:
· Es “una pseudoelección” …
· Los aficionados catalanes a los inventos del TBO,
al trufar
plebiscito y elección…
· El de un nuevo sucedáneo (y van…) del referéndum en pro de la
secesión…
· Según innova Artur Mas…
· Eso que con autocrática cursilería algunos denominan “lista de país”
De fet, dels articles dels nostres enemics
també se’n pot treure info útil!
Elecciones “plebiscitarias”: la
peor opción
Xavier Vidal-Folch en El País
el 20 octubre, 2014 en Derechos, Libertades, Nacionalismo, Política, Sociedad, Sociología
OPINIÓN
Los términos se
oponen entre sí: se plebiscita una única decisión; se elige entre varios
líderes y distintos programas
Pero, ¿en qué consiste una elección plebiscitaria?
Maurice Duverger, en su clásico Instituciones
políticas y derecho constitucional (Ariel, Barcelona, 1984) explica que
“el plebiscito es el voto de confianza personal a un hombre; siendo el
referéndum la aprobación o el rechazo de un texto” (pág. 81).
Y las “elecciones plebiscitarias” son las propias
de los países soviéticos, según el patriarca de los politólogos, “en
condiciones muy diferentes a las de las democracias liberales: en lugar de
poder escoger entre varios candidatos, el elector sólo puede otorgar o rehusar
su adhesión a un único candidato, su margen de libertad es en consecuencia muy
reducido. La
auténtica lucha política no se desarrolla en el momento de la votación, sino en
el de la selección de candidatos. En realidad, los ciudadanos deben
ratificar el candidato único presentado por las autoridades en lugar de escoger
a sus representantes”. Es “una pseudoelección” (pág. 34).
No parece una propuesta
demasiado atractiva.
Los aficionados catalanes a los inventos del TBO,
al trufar
plebiscito y elección, le otorgan otro sentido para esta ocasión, histórica e
ilusionante: el de un nuevo sucedáneo (y van…) del referéndum en pro de la secesión.
Si una o varias
listas de partidos independentistas obtuviesen la mayoría con un programa
“único” (¿suena eso bien?), el Parlament quedaría, alegan, legitimado para
lanzar una DUI, o Declaración Unilateral de Independencia. Así de fácil.
¿Tan fácil? Quizás no. Tratándose de la “consulta
definitiva”, según innova Artur Mas, se supone que esta vez sí
deberían conocerse reglas y criterios de cómputo con antelación: ¿bastaría para la
secesión una mayoría del 50% de los votantes, más uno? ¿O debería ser de los
inscritos en el censo? ¿O bien de los diputados electos?
El elegante, liberal y referencial dictamen del
Tribunal Supremo de Canadá sobre la secesión de Quebec, de 20 de agosto de
1998, expresa en reiteradas ocasiones el requisito indispensable de que la
eventual mayoría independentista fuera clara e incontestable, si aspirase a ser
tomada en consideración por el resto. Esa pauta de una mayoría reforzada es la
que se ha aplicado en alguna ocasión, por ejemplo en el caso de Montenegro.
¿Qué dispone el Estatuto de Cataluña al respecto?
Nada indica sobre la secesión, ausente de este ordenamiento. Pero sí sobre la
propia reforma del Estatuto, en su artículo 222.1.B, evocable por analogía: “La aprobación de
la reforma requiere el voto favorable de las dos terceras partes de los
miembros del Parlamento…”.
Si la reforma del Estatuto
requiere una mayoría de dos tercios, es de cajón que ese fuese el quorum mínimo
para toda decisión que desborde la reforma (de unos lazos); que encarne mayor
trascendencia política (su ruptura). Así se infiere del principio
jurídico romano a minori ad maius, quien no puede lo menos tampoco puede lo
más: complemento del más famoso a maiori ad minus, quien puede lo más puede lo
menos. De modo
que toda decisión con un respaldo inferior al 66,66% de los diputados, sería
—legalidad aparte— de dudosa legitimidad. No en vano las mayorías
reforzadas se establecen para las cuestiones capitales, y las mayorías simples
para los asuntos ordinarios.
Pero incluso en la versión catalana suave, la
elección plebiscitaria resulta una amalgama de convocatorias contradictorias
entre sí. Se plebiscita, ratifica o proclama una única decisión; se elige entre
varios candidatos, partidos y programas.
Viene esto a cuento no por afán de incordiar, sino
por deseo de claridad. En el que me parece más enjundioso artículo (nacionalista)
sobre el tema, Vicenç Villatoro exige como condición de una elección plebiscitaria
que “todo el independentismo se presente en una única candidatura y con un solo
punto programático” (“Plebiscitàries o anticipades”, Ara, 2 de julio).
Pero ¿qué ocurre
si no es “todo”? ¿Cómo se cuenta? Y de ser “todo” —concepto totalizador que
infunde más inquietud que respeto— ¿qué sucedería con las garantías
democráticas, y mediáticas oficiales, a los partidos contrarios, o a los
indiferentes, a tenor de las experiencias ya registradas estos dos últimos
años?
Para que unas elecciones sean auténticamente
elecciones, se requiere que diriman distintas cuestiones, no solo una. Se
requiere la concurrencia de una pluralidad de partidos, programas y líderes. De forma que si no
hubiese lista única —eso que con autocrática cursilería algunos denominan “lista
de país”— y hubiese varias listas pero con una propuesta común, los electores
no votarían sólo esa propuesta, sino a distintos líderes, y distintos modos de
alcanzarla, un asunto nada menor.
Incluso muchos de quienes no leen los programas ignorarían la propuesta
de separación (o le darían una trascendencia menor, para nada
referendaria), y se fijarían solo en las cuestiones socioeconómicas u otras, o
repetirían lo que votaron en otras ocasiones; computarlos como independentistas
sería del todo abusivo. En términos democráticos, esta es la peor opción.
Joan
A. Forès
Reflexions
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