L’escriptor gallec Suso de Toro ha fet recentment dos articles a el diario. Els dos articles parlen dels problemes que té actualment
l’estat espanyol, “el de la corrupció institucionalitzada i multipartit”
i “el problema
catalan”, expressió que va posar de moda fa gairebé 100 anys Ortega y Gasset i que davant de la
impossibilitat de resoldre’l es va inventar un mot “la conllevancia” que almenys li permetia
filosofar sobre aquests temes. Avui parlem d’aquest segon problema en la seva
versió actual, versió
2.0? i demà parlarem del primer, que no sé si es pot adjectivar amb versió?
ja que no hi ha solució de continuïtat entre la corrupció del 1800, la del
primer terç del 1900, la del segon i tercer terç del 1900 (alzamientos i dictadures, guerra de les dretes
espanyoles contra Catalunya, franquisme pur i dur i monarquia borbònica
bananera) i la corrupció institucionalitzada i multipartit actual.
Us passo ara el comentari
d’en Sergi, company dels GOAL, sobre
“la metodología de
la conllevancia del PPSOE en el problema catalán”, que m’ha proporcionat aquest
enllaç.
Tal com ja hem dit
molts cops en aquest Recull Comentat del Procés d'Independència:
"Catalunya serà Independent perque
Espanya mai ha volgut ser Plurinacional!"
I el
magnífic article de Suso de Toro, negant la Nació espanyola, no pot ser més
contundent al respecte.
Salut i
Sentit Comú
Sergi
España contra Catalunya y contra
los españoles
05/11/2014
Suso de Toro
Santos, licenciado en Geografía e Historia en la Universidad de Santiago de
Compostela, es autor de Otra idea de
España y Siete palabras,
entre otras novelas. Su obra Trece
campanadas ha sido llevada al cine. Ha obtenido el Premio Nacional de
Narrativa en el año 2003.
Hace unos años aventurábamos el fin de este
régimen político pero esta semana ha reventado.
Están ocurriendo dos cosas, el enfrentamiento total y frontal del estado
con las instituciones catalanas, Parlament y Generalitat, por un lado, y
los resultados de la encuesta del CIS, por el otro.
La encuesta del
CIS ronda desde hace días pero tarda en hacerse pública, parece
ser una amenaza en el aire para algunos. No
extraña que el Gobierno del PP haya compartido la información de sus
resultados con el PSOE pues, por lo oído, parece reflejar la debilidad de
los dos partidos estatales que, cual columnas, vinieron sosteniendo la
Constitución del Reino de España. La
intención de voto expresada en la encuesta para algunos es como la
invocación de un advenimiento, la llegada de un
corrector severo de los desmanes de los poderosos, pero para otros es una
apuesta decidida por que gobierne. Ese deseo ferviente demuestra la falta
de legitimidad tanto del Gobierno como de su oposición formal.
Sobre ellos, la Monarquía, institución a la
que la
mayoría de la población ya no le reconoce tampoco autoridad
moral. El encogimiento de la Casa Real,
desapareciendo progresivamente miembros que pasan a un limbo
fantasmal, es una imagen de la pérdida de papel de la institución.
Y por debajo de ellos, una sociedad desconcertada
contemplando el resultado de sus votaciones, la corrupción generalizada es el fracaso total de la
democracia, y que no tiene ni en quien confiar ni un proyecto
colectivo. Una sociedad que puso ahí a Rajoy y que ahora se mueve entre
sentimientos contradictorios de rabia y vergüenza por haber votado eso.
Rajoy es
un curioso personaje totalmente desconocido por
quienes lo han votado y por la sociedad española en su conjunto pero
políticamente es un vacío que traga todo. Llegó sin proyecto político para un país,
únicamente traía la lista de pedidos de sus apoyos económicos e ideológicos:
deshacer lo que habían hecho gobiernos anteriores y rapiñar todo
el patrimonio público que fuese posible. Así, su gobierno
representa meramente intereses particulares sin una visión social y
nacional de conjunto.
La insensibilidad social tan clara del Gobierno y
el partido que lo sostiene está en sus políticas crueles pero también
la expresaron con naturalidad constantemente sus voceros, relativizando o ridiculizando los sufrimientos
de las víctimas de la crisis económica. Es un caso de ceguera aguda,
consecuencia de un clasismo propio de la corte más hedionda o de la perspectiva del
“palco del Bernabeu”. Un clasismo tan ignorante que realmente no
acepta una sociedad de iguales, el propio Presidente del Gobierno teorizó en
alguna ocasión sobre la genética superior de “la gente como Dios manda”.
Un clasismo que les impide imaginar un proyecto colectivo.
Pero la crisis global que vive España no se resume
en la falta de entidad y de legitimidad, casi falta de existencia, del Gobierno
de Rajoy y Santamaría, el Gobierno ha comprometido absolutamente a todas las
instituciones del estado hasta fundirse estado y Gobierno del PP.
Desde el Tribunal Constitucional hasta el último policía todo el estado sirve a
su ideología y su política. No se me ocurre caso más flagrante que el envío de
30 agentes de la Unidad de Inteligencia de la Policía para investigar a
empresas y políticos catalanes con la finalidad de enturbiar y desprestigiar la
consulta. Pero
las últimas sentencias del Tribunal Constitucional, conformado y presidido por
el PP, han sentenciado definitivamente al propio tribunal y a la Constitución:
estaba muerta y la incineraron pretendiendo enterrar las demandas catalanas.
Esta Constitución, interpretada del modo en que lo
ha hecho el Constitucional, ya no sirve para nada. O bien solo sirve para la función que le está
dando el Gobierno: ser los barrotes de una cárcel jurídica para cualquier
demanda democrática de la ciudadanía.
Realmente en el redactado de la Constitución
están desde un comienzo los elementos específicos que acabaron
conduciendo a su ruina: los redactores del texto se constituyeron en dos
comisiones, por un lado se reunía la JUJEM, Junta de Jefes de Estado Mayor, y
por el otro los ponentes designados por las cortes constituyentes.
Las partes del texto redactadas por el Ejército, se trataba de dar forma al
“atado y bien atado”, fueron el molde autoritario y nacionalista español dentro
del cual se introdujeron otros contenidos efectivamente democráticos. La cosa
no podía acabar bien, máxime cuando llegó al Gobierno esta gente incalificable.
Crisis política por la
política del Gobierno y crisis institucional por la liquidación de la Constitución,
sí, pero también crisis nacional.
Rajoy y Arriola pensaban que para catalizar a la
sociedad española bastaría con agitar el nacionalismo español contra Catalunya,
eso ha creado un problema civil gravísimo pero en cambio no le dio a España un proyecto de
futuro común. Al contrario. El PP, encastillado
en ese Madrid irrespirable de poderes económicos y
mediáticos, asumió que la fractura con la sociedad catalana era
un coste factible para España, al final lo que se generó en la sociedad es más odio, un odio
sordo que se junta con la rabia por el fracaso de la política.
En conjunto lo que mucha gente ve es el fracaso
del país, el fracaso de España. Hoy la mayoría de los ciudadanos españoles, contemplando el
panorama político y social, sienten vergüenza de serlo.
No hay selección de fútbol que pueda tapar tan gran vacío. Lo que se
observa desde fuera de España es mucho más que la crisis final de una época, perciben que es el
fracaso de un estado y de una nación.
Se trata de la crisis de un modelo de estado
nación y de su cultura nacional, autoritaria y nacionalista. El nacionalismo
español, por estar tan comprometido con el franquismo por un lado y por no
basarse en las realidades sociales y en la diversidad nacional por el otro,
nunca creó una verdadera cultura nacional que no fuese chovinismo casticista.
Toros y fútbol. E impidió e impide que nazca un proyecto colectivo o que se se
instituyan de forma legítima figuras sociales de referencia. Por mucho
inflamación nacional que padezcan algunos, España no existe como nación. Su ciudadanía
no encuentra nada ni nadie que encarne algo compartido y esperanzador.
Ante el fracaso colectivo caben dos salidas:
· La que
prevaleció desgraciadamente en el siglo XX, con la dictadura de Primo y el
régimen de Franco, refugiarse en el nacionalismo y el autoritarismo
· La otra
es recuperar el programa del antifranquismo, recuperar las libertades
personales que este gobierno nos roba día a día, una moral social que no permita la miseria como
algo legítimo y reconocer la diversidad nacional y los mecanismos para que
la sociedad se exprese.
No se trata de reformar la
Constitución, ya fue incinerada, lo único posible por delante
es un nuevo proceso constituyente. Esta vez sin que haya fusiles vigilando a los
ponentes constitucionales.
Si España
quiere existir, es decir si va a haber un proyecto integrador, tendrá que
ser de otra manera completamente diferente.
Joan
A. Forès
Reflexions
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