El Perich quan
volia indicar que hi havia molt pocs elements en
un conjunt deia que els seus elements es podien comptar amb els dits...d’una orella.
L’historiador de la Universitat a Distància (UNED), Ramón Cotarelo, basat a Madrid, és un dels pocs elements
intel·lectuals espanyols que ens defensa, i a qui es pot aplicar
doncs la dita del Perich. En Cotarelo, punt de referència en aquest
Bloc, com Suso de Toro que és un
altre a comptar amb els dits d’una orella, parla dels mèrits del membres del Gobierno
espanyol actual per exercir les tasques dels diversos ministeris i arriba a la
conclusió que ni el Rajoy ni cap
ministre està capacitat ni de lluny per realitzar les seves tasques. I la seva
ineptitud podria ser deguda al fenomen de la Llei de Peter, que demostra que en
una organització jeràrquica tots els seus membres han arribat al seu nivell d’incompetència,
però en Cotarelo no atribueix la incompetència ministerial a la llei de Peter sinó a l’oligarquia franquista dominant (jo
diria que afecta no tan sols al PP sinó al PPSOE en conjunt), en la que el règim actual
borbònico franquista bananero, se sent cínicament còmode.
En Cotarelo parla
de tinglado,
el más exquisito tinglado
ilícito. Nosaltres també parlàvem de tinglado,
com fa Cotarelo, en el nostre apunt:
sobre com la casta espanyola no pot fer cap moviment en fals
per mantenir les seves mentides ja que qualsevol escletxa que es
descobreixi en
la mentida consuetudinària pot fer
saltar tot el tinglado.
Vegeu l’escrit i us en fareu creus:
La oligarquía franquista.
¿Qué méritos tiene Ana Mato para ser ministra de Sanidad? No sabe medicina, no sabe
farmacia, ignora todas las ciencias de la salud y jamás se ha dedicado a ellas.
Su mérito es haberse pegado a Rajoy
como el percebe a la roca. Ese es su único "mérito", ser amiga y enchufada del
jefe, Rajoy, y por
supuesto guardar una disposición canina a ejecutar todas las órdenes que
este le dicte quien, a su vez, las recibe de arriba.
¿Y cuáles son los méritos de Rajoy para ser presidente del gobierno? Hacer la pelota al matrimonio Aznar cuando el
marido era el jefe, que lo designó sucesor a dedo. ¿Y cuáles eran los méritos de Aznar? Ninguno. Este
oscuro funcionario de Hacienda, que escribía artículos falangistas en un periodiquillo de
provincias en su juventud, supo ganarse la confianza del fundador
del partido, Fraga, quien también lo
ungió sucesor, sin haber él conseguido la ansiada jefatura. Fraga tenía méritos por su cuenta o eso
pensó Franco cuando lo nombró
ministro de la Dictadura. Los méritos de un ministro de una de las dictaduras más
sanguinarias, estúpidas y corruptas del mundo.
Y lo mismo sucede con otros miembros del actual
gobierno. ¿Cuáles son los méritos de Wert
para ser ministro de Educación? No sabe nada de pedagogía, ni de sistemas
educativos. Sus
merecimientos parecen haber sido colaborar con la Fundación FAES y hacerse pasar
por centrista no siéndolo, para pillar pasta como tertuliano de la SER.
Igual que la ministra de Trabajo, Báñez,
que no ha trabajado nunca y cree que la legislación laboral y las políticas de
empleo caben en una jaculatoria a la virgen del Rocío. Como el ministro de Justicia, Ruiz Gallardón que, siendo fiscal, no ha ejercido en su vida,
dedicada por entero a hacer insufrible la de los madrileños como presidente
autonómico y alcalde de la capital.
Así sucede con la
mayor parte de los ministros de este gobierno, cuyo requisito para el cargo
proviene de su evidente falta de competencia. Y cuando muestran alguna, apunta en la dirección
de una u otra posible corruptela. El ministro de Defensa, Morenés, tiene intereses en la industria de armamento; el de agricultura,
Arias, es un empresario agrícola; el
de Economía y competitividad, de Guindos,
alto empleado de uno de los bancos, Lehman Brothers, cuyo hundimiento causó la
presente crisis.
En realidad, los méritos, la competencia, la
idoneidad para el cargo no cuentan. Cuenta el enchufe, la benevolencia del
baranda, el clientelismo. Se trata de gentes mediocres, sin obra alguna
personal, que han hecho toda su carrera a la sombra de aquel o como políticos
profesionales al servicio del PP. Este, según los
papeles de Bárcenas, tampoco es un partido al uso habitual, sino:
una
asociación de beneficiarios de las actividades corruptas de un importante
sector de la patronal que se vale de ella para gobernar el país, legislar en su
provecho y en contra de los intereses del conjunto de la sociedad.
Algo completamente
franquista. Incluso el franquismo
mostraba mayor pluralismo en la selección de los cargos ministeriales que no
solamente procedían del partido del gobierno (el "Movimiento"), como
en el caso del PP, sino también del Opus Dei, del tradicionalismo monárquico,
del ámbito militar y hasta podían exhibir algunos merecimientos
personales.
No es el caso. Y tampoco importa mucho. Lo esencial es la
probada lealtad al mando con independencia de los cometidos institucionales que
hayan de desempeñarse. Estos son lo de menos. La prueba es el hecho de que la defensora del
pueblo sea una marquesa. El desprecio de la derecha por la forma y
el fondo de las instituciones democráticas alcanza aquí el nivel de la
burla.
En el fondo, al igual que el PP no es un partido normal sino que recuerda una asociación ilícita dedicada al
reparto de prebendas más o menos ilegales, tampoco el gobierno es el órgano que ha de elaborar la línea política de
la acción del Estado, ni el Parlamento -cantera de futuros paniaguados
ministeriales- el que ha de legislar. Ambos son meros instrumentos mediante los cuales la patronal
y la iglesia imponen al resto de la sociedad sus criterios e intereses.
Con la única diferencia entre ambas de que la patronal paga (si bien luego
recupera con creces lo invertido por la vía del chanchullo, la connivencia con
el poder y la corrupción) mientras que la Iglesia, siguiendo inveterada costumbre,
cobra siempre.
En realidad España está gobernada por la tradicional oligarquía
franquista que se vale de estas fieles nulidades para administrar un aparato de asalto al poder por
medios presuntamente fraudulentos, a base de la financiación ilegal que le ha
permitido ganar elecciones haciendo trampas sistemáticamente hace ya unos veinte años y celebrarlo a bombo y
platillo con unos medios y publicistas a sueldo. Por supuesto, esta práctica ha
corrompido el funcionamiento normal de las instituciones democráticas a extremos tan
ridículos como que el presidente del Tribunal Constitucional sea militante del
partido del gobierno. Es decir, de
esta pintoresca asociación.
Es
absurdo, es de chiste. Pero no hubiera sucedido nada de no haberse destapado
el rackett de Bárcenas.
Era inevitable, dada la naturaleza humana. Puedes
haber montado con éxito el más exquisito tinglado ilícito en pro de tus intereses oligárquicos, y siempre
alguien flaquea, mete demasiado la mano en la caja común (la de la banda) y
todo se descubre. Porque el asunto de los sobresueldos generalizados que el
propio Rajoy admite haber cobrado, aunque dándoles nombres angelicales,
no es de recibo y menos en época de crisis.
Y, con los
sobresueldos, el régimen de prebendas, bicocas, pagos en especie, cobros
dudosos y mamandurrias que han conseguido que la opinión pública
tenga el máximo desprecio por los políticos, especialmente los del partido del
gobierno, los que van por ahí presumiendo de no estar en política por la pasta
y demostrando lo contrario con sus actos. Unas gentes que han fichado por el PP para hacer carrera y fortuna como
podían haberlo hecho por una empresa de cítricos, con la ventaja de que, en
donde están, no tienen que trabajar. Y, además, saben que, cuando se les acabe el momio, tendrán un puesto
excelsamente remunerado en algunas de las empresas que han privatizado o los
están pagando. O bien los hacen embajadores en Londres o eurodiputados. Se
entiende, ¿verdad? eso que tantas veces se pondera de la unidad de la
derecha frente al fraccionamiento de la izquierda. Están todos unidos como una piña en torno a la
pasta y no se mueven porque temen perder el sobre, la paga, el jaguar
invisible, los almuerzos a 2.000 euros, los viajes gratis total a lugares de
ensueño o los áticos en la costa.
No es un gobierno,
no es un Parlamento, ni un partido; es un instrumento de la oligarquía
franquista. Lo muestran a diario sus
hijos, los zangolotinos de Nuevas Generaciones, y algunos de sus especímenes
menos adelantados en la escala de la evolución humana que tienen repartidos por
las alcaldías del país.
Es imposible
tomárselos en serio y, sin embargo, hay que hacerlo porque son peligrosos. Carecen
de respeto por los derechos y libertades de los ciudadanos y los reprimen con
verdadera saña. Les
da igual la deriva autoritaria, fascistizante del régimen porque los llevaría a
lo suyo. No solamente están arruinando a la gente, empujándola a la
desesperación o al extranjero, sino que ya han conseguido también rebajar
nuestra esperanza de vida. Un buen recurso de la oligarquía para
resolver el problema de las pensiones.
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