Ignorancia tributaria,
impuestos incomprensibles i corrupció!
Exercici
de bona voluntat de la senyora Saioa Bacigalupe per explicar als lectors
que per molt que s’escarrassin continuarà pagant
impostos el poble baix i continuarà evadint
impostos el gran capital: «El 72% del fraude lo
provocan las grandes empresas», afirma con rotundidad el sindicato de técnicos
de Hacienda, mientras los esfuerzos que se dedican a investigar a ciudadanos
medios y pequeñas empresas suponen el 80% de los trabajadores de Hacienda.
Els consells que dóna són aplicables a qui vulgui començar
de bell nou un país (Catalunya en un futur immediat?) amb Educación
tributaria. Transparencia de todas las entidades que gestionen fondos públicos. Equidad.
Bienes básicos i:
Acabar con la impunidad
de los grandes delitos fiscales.
Però no són aplicables a països amb estructures velles
i corrompudes (Espanya+Catalunya actualment)!
Ignorancia tributaria e impuestos
incomprensibles
Saioa Bacigalupe en Zona Crítica de eldiario.es
el 16 agosto, 2014 en Derechos, Economía, Justicia, Libertades, Política, Sociedad, Sociología
OPINIÓN
Más allá de
cualquier reforma es importante la necesidad de comprender los impuestos y
saber cómo afectan a nuestra economía. La reforma fiscal tiene por objetivo el
crecimiento económico y la creación de empleo, pero deja de lado la desigualdad
En no pocas ocasiones los discursos de campaña
electoral se llenan de propuestas que alardean de bajar la presión fiscal,
¿cómo identifica entonces la ciudadanía si se trata de consignas políticas
vacías que nos intentan convencer de la necesidad de bajar o subir impuestos?
La complejidad de los mismos nada tiene que ver con la simplicidad de la
retórica que “vende” mejoras para muchos a cambio de mayorías que ayudan a
algunos pocos a alcanzar el poder.
Durante la campaña de la renta de este año trabajé
elaborando las declaraciones en un pequeño municipio y pude comprobar de
primera mano la tensión que generaba este trámite y el desconocimiento en
materia tributaria de muchas de las personas que se acercaban a mi mesa. La
incomprensión de por qué el resultado es “a pagar” o “a devolver” es generalizada hasta en
las personas con formación. Mi empeño por hacer entender la magia de los
números que aparecían en la pantalla del ordenador finalmente hacía que alguna
que otra persona llegara a entender lo que firmaba en su declaración.
Tras esta experiencia observando de cerca lo que
para muchas personas es el momento estresante de cumplir sus obligaciones con
Hacienda, creo que muy poca gente entiende de qué va este tinglado y tengo la
sensación de que entre las asignaturas pendientes para septiembre nos queda la “Educación
Tributaria”. Y es que pensar que Hacienda somos todos y todas es,
por momentos, sólo el final de un anuncio que no nos acaba de convencer. ¿Realmente comprendemos
los impuestos?
¿Quién paga?
Cuántas veces hemos escuchado en tertulias
formales o informales frases sentenciosas como “esos que no pagan impuestos”, refiriéndose a
aquellas rentas bajas o colectivos exentos en la declaración de la renta por
alguna medida de protección social. Cada vez que llega a mis oídos
algo así vuelvo sobre la reflexión de que la ignorancia tributaria nos hace muy valientes para
afirmar con rotundidad cualquier convicción sin fundamento. Y es que
el impuesto
menos equitativo, el IVA (Impuesto sobre el Valor Añadido), es el más difícil
de evitar en el día a día. Todas las personas consumidoras lo
soportamos al comprar cualquier bien o servicio que pasa por el mercado
regulado: al
precio inicial se le suma un porcentaje en función de determinados aspectos, si
es considerado bien de lujo, de primera necesidad, si es cultura… Por
si no queda claro por qué es el más injusto, soporta el mismo impuesto quien
tiene una asignación monetaria baja que quien tiene una alta, esto es, proporcionalmente
paga más quien menos recursos tiene. Es por esta razón que el IVA se ha
convertido en una soga que estrangula a las economías domésticas más precarias.
¿Quién no paga?
A pesar de no tenerlo interiorizado, esta pregunta
se responde fácilmente. «El 72% del fraude lo provocan las grandes empresas», afirma
con rotundidad el sindicato de técnicos de Hacienda, mientras los esfuerzos que
se dedican a investigar a ciudadanos medios y pequeñas empresas suponen el 80%
de los trabajadores de Hacienda. Así es como se sigue apuntando a las personas que para
lograr la subsistencia recurren a la economía sumergida en lugar de mirar hacia
los grandes capitales, que bien en forma de fortunas o de grandes empresas son
los verdaderos defraudadores.
¿Y la desigualdad?
Al hilo de todo esto, hace unos meses nos
presentaron la enésima reforma fiscal, con grandes o pequeños cambios sobre el
Impuesto de la Renta de las Personas Físicas. Sólo con una lectura en diagonal
del documento de referencia, lo primero que nos hace tener un déjà vu son los objetivos que
persigue, entre los que se repiten incansablemente el crecimiento económico y
la creación de empleo; los titulares de siempre. ¿Y la desigualdad
dónde queda? Sí, en tercer lugar se señala la equidad como objetivo, pero si
atendemos a la letra pequeña, la progresividad no aumenta. No me salen las
cuentas. Sigue habiendo una presión fiscal similar con la reforma, ya que no se
incrementa de manera significativa lo que contribuyen los grandes tenedores de
capital.
Como no va a ser lanzar todo campanas al vuelo,
desde estas líneas también la pluma se lanza hacia reflexiones sobre las
propuestas, y como no podía ser menos, a grandes males, grandes remedios:
- Educación tributaria. Más allá de cualquier reforma es importante
la necesidad de comprender los impuestos, saber cómo están diseñados, qué
objetivos tienen y cómo afectan a nuestra economía. La información es poder y
más aún cuando hablamos de temas que nos afectan directamente, por el
contrario, la ignorancia hace que nos asimilemos a marionetas con los bolsillos
rotos a la deriva. El arraigo cultural de la utilidad y la necesidad de emplear
y pagar impuestos también es indispensable, aunque estos cambios son más a
largo plazo. Lo esencial es asentar las bases educativas para no
empezar la casa por el tejado, y con eso creo que tendríamos encajada la
primera pieza del rompecabezas.
- Transparencia de todas las entidades que gestionen fondos públicos.
Hoy en día sería tan sencillo como poder descargar de cada entidad que gestione
dinero de los contribuyentes los presupuestos ejecutados, es decir, la lista
detallada de en qué se quería gastar y en qué se ha invertido el dinero de
manera detallada. De esta manera, la elaboración de auditorías o análisis
externos e incluso elaborados por la propia sociedad serían una manera de
control sobre las propias entidades. Estas, con las cuentas al desnudo, no podrían soportar el
pudor de mostrar las vergüenzas vinculadas a tratos de favor y la malversación
de fondos.
- Equidad. La idea de que pague más quien más tiene está bastante
bien aceptada en la sociedad, pero mi propuesta va más allá: la progresividad
debería aumentar. Es decir, proporcionalmente tienen que pagar más quienes obtengan más
rentas del ahorro o del capital. Para la abajo firmante existen
muchos argumentos, uno de ellos es que los recursos son limitados y si unas
pocas personas o entidades los acaparan, deben de existir mecanismos
correctores para que todos los servicios que hagan que una vida que merezca (la
alegría) vivir lleguen a todas las personas.
- Bienes básicos. El IVA ahoga a quien menos tiene; para compensarlo
propongo una lista
ampliada de bienes básicos, que contemplen las necesidades cotidianas para la
diversidad de personas que formamos la sociedad en cuestiones como son las
alimenticias, higiénicas, educativas y culturales. Sí, también culturales,
porque como firma un anónimo “si la cultura es cara, prueba con la ignorancia”.
- Acabar con la impunidad de los grandes delitos fiscales. Las campañas de
concienciación que vemos en los grandes medios de comunicación masiva no van
dirigidos a la lucha contra el gran fraude. A mi juicio el pequeño
fraude tiene más que ver con la supervivencia y menos con el enriquecimiento,
por eso recalco la palabra “gran” delito fiscal, vinculado al
enriquecimiento, y del que nos sobran ejemplos últimamente. No vale con los
juicios mediáticos, ni con paseíllos camino al juzgado ni la foto aposentados
en el banquillo.
Lo que no paga quien evade se reparte entre el
resto de las personas que sí tributan; por esta razón, se propone la no
prescripción de este tipo de faltas a gran escala.
Si la tributación es cosa de todas las personas
que conforman una sociedad para que con esos fondos se puedan abastecer unos
servicios públicos de calidad, nada como comprender el engranage de la
maquinaria tributaria, al menos, en la parte que nos toca, para así respirar,
entender y tener criterio sobre un tema que en la actualidad nos genera un poco
(o un mucho) de angustia.
Joan
A. Forès
Reflexions
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