Benvolguts,
L’Albert
Sánchez Piñol, que
és de formació antropòleg (que vol dir estudiós del coneixement
humà), fa una disquisició, segons ell diu digna de Shakespeare, i que porta de títol Votar o no votar.
En Sánchez Piñol deu haver gaudit d’allò més
analitzant i escrivint aquest article. Analitza molt bé el conjunt d’animalades
que els intel·lectuals (?), escriptors i
polítics castellans han arribat a deixar anar i a escriure des que se n’estan
adonant que
en el contenciós amb Catalunya, tenen la partida perduda!
en el contenciós amb Catalunya, tenen la partida perduda!
Amb fina
ironia, quan no amb tota la conya en Sánchez
Piñol analitza i rebrega les expressions
que s’han escrit o pronunciat.
L’article del Sánchez Piñol m’ha recordat que
l’altre dia vaig llegir en un acudit que un personatge deia Fixa’t que bé, a
Espanya només signant un manifest ja t’has convertit en intel·lectual! I una de
les animalades que s’han dit des de la intel·lectualitat (?) castellana i que ell comenta és
que “La mayoría de apellidos catalanes son
de origen español; así pues, resulta inconcebible que sus portadores quieran
separarse de España”. Una altra de les
animalades (sandeces
en diu en castellà) que es podrien afegir es que en Sánchez Piñol portant en el cognom una ñ (lletra
que no existeix en català) resulta inconcebible que su portador quiera separarse de España”, i així ad nauseam!
I acaba amb el seu argument principal:
Y votemos
de una puñetera vez.
Permeteu-me ara que us copiï un poema, que
trobarem més endavant:
Antonio Machado. Campos de Castilla. Proverbios
y cantares. XXIV
De
diez cabezas, nueve
embisten y una piensa.
Nunca extrañéis que un bruto
se descuerne luchando por la idea.
embisten y una piensa.
Nunca extrañéis que un bruto
se descuerne luchando por la idea.
I ara
us proposo l’article:
Votar o no votar
Albert Sánchez Piñol en La Vanguardia
el 24 agosto, 2014 en Comunicación, Derechos, Libertades, Nacionalismo, Política, Sociedad, Sociología
OPINIÓN
El tiempo corre veloz cuando la historia apremia.
La frase podría ser de Shakespeare, y sin duda describe muy o bien la celeridad
del debate soberanista. La primera reacción ante el proceso fue tan espasmódica, tan
vitriólica y tan improvisada, que se dijeron auténticas barbaridades.
De hecho, que el proceso avanza a una velocidad extraordinaria se constata por
el hecho de que los siguientes argumentos, tan habituales hace tan sólo unos
meses, prácticamente
han desaparecido de la escena mediática.
Un referéndum sobre la independencia de Catalunya
tendría que celebrarse en toda España. Ni Canadá ni Gran Bretaña han planteado
algo así respecto a Escocia o Quebec. El único precedente remotamente parecido
fue el de la Francia de De Gaulle, que orquestó un referéndum sobre Argelia que
en realidad era un puro trámite. España es muy francesa. Su proyecto siempre ha
sido centralista y uniformizador. Si el autogobierno catalán existe no es
gracias al PP o al PSOE, sino pese a ellos y su permanente hostilidad. Lo repito,
el ideal de España siempre ha sido el francés: un Estado-nación, donde todo
rasgo de diferencia cultural ha sido laminado. Por decirlo así: España es una Francia
fracasada; Francia es una España exitosa.
¿Y qué ocurriría si Cornellà votara contra la separación?
Este argumento lo he oído de l’Hospitalet de Llobregat, de Santa Coloma de
Gramenet, Gavà, Cornellà, Cornellà y Cornellà. La verdad, si yo fuera de
Cornellà, estaría hasta las narices. El problema es que quien así argumenta parte de la falsa idea
de considerar Catalunya como una sociedad irremediablemente dividida en dos
partes, la autóctona y la emigrada. Ello implica conocer muy poco la
realidad sociológica catalana, muchísimo más propensa a la mixtificación que a
la marginación. De hecho, un subargumento de la misma especie es el que afirma:
“La mayoría de
apellidos catalanes son de origen español; así pues, resulta inconcebible que
sus portadores quieran separarse de España”. Pero cuando alguien
intenta explicar que muchos Pérez, García o Márquez son independentistas, la
reacción consiste en tildarlos ¡desde el bando españolista! de “charnegos
agradecidos”. Pero en definitiva el argumento es más bien burdo:
¿por qué les preocupa tanto lo que voten en Cornellà si esas mismas voces hacen
todo lo posible para que no vote nadie?
El proceso soberanista
está urdido por agentes totalitarios y nazis. Las
organizaciones que impulsan el proceso, la ANC
y Òmnium Cultural, son de un pacifismo radical, extremo. Su modelo es
Gandhi; sus dirigentes, Carme Forcadell y Muriel Casals, un paradigma de
civismo. En cuanto al señor Junqueras,
si pidiéramos a un millón de personas que cerraran los ojos y visualizaran su
oronda figura, su sonrisa feliz y su barriga satisfecha, sus ojos picassianos y
su mirada de payés risueño, y les preguntáramos: “Ahora dígame, ¿qué objeto
imagina usted que este hombre sostiene en la mano?”, estoy seguro de que
999.999 contestarían: “Un porrón”. El otro, el que hace un millón, diría “una
pistola Luger”, y no lo dude usted: ese otro sería articulista de El Mundo.
En aquest cas podem
aplicar-hi en sentit invers el vers d’Antonio
Machado dedicat als castellans dels Campos de Castilla:
embisten y una piensa.
Nunca extrañéis que un bruto
se descuerne luchando por la idea.
Que es podría convertir
en De un millón de cabezas 999.999 embisten y una piensa.
Aquí tendríamos que recabar la famosa ley de
Godwin: “A
medida que un debate se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación
en la que se mencione a Hitler o a los nazis tiende a uno”.
Los argumentos carpetovetónicos. El auge
soberanista, o mejor dicho, el deseo de combatirlo, propició un cúmulo de
sandeces realmente insólitas. En periódicos serios llegué a leer que era
absurdo que quisiera separarse una autonomía donde “un 70% de sus habitantes
lee regularmente en castellano”. Me gustaría corregir al mal
informado columnista: de hecho, el 100% de los catalanes leemos habitualmente
en castellano, un patrimonio cultural del que ni el más feroz separatista
quisiera prescindir. En otro medio me informé del “argumento hidrográfico”, según el
cual la secesión era inviable puesto que no existían precedentes de dos
países con tanta unidad de cuencas hídricas que pudieran vivir políticamente
divididos. Sugeriría al vehemente autor que consultara la geografía de dos
estados, nada remotos, que han conseguido tamaño logro: Portugal comparte con España sus cuatro ríos
principales: el Miño, el Duero, el Tajo y el Guadalquivir. Y
personalmente lamenté que un periódico de tanta solera como Abc sucumbiera a la indigencia
retórica: el 21 de julio del 2012 publicó sus “Cien razones” contra la secesión que incluían desde
un alucinante argumento 74, según el cual Catalunya nunca debería
independizarse porque “Don Quijote pasó por Barcelona”, hasta un pasmoso
argumento 94, que alegaba el “patrimonio gastronómico común” como obstáculo
insuperable para que los catalanes se separen. En fin, por decir
algo diré que conozco a una pareja noruega que cocina unas espléndidas paellas
y no por ello ha pedido la nacionalidad española ni piensa renunciar a la suya.
En cuanto a Don Quijote, angustia
pensar lo que Abc reclamaría si a Cervantes se le hubiera ocurrido pasearlo por
la Luna (com podría haver estat un capítol del Petit Príncep,
de la deliciosa obra de Sain Exupery).
Afortunadamente, y como decía al principio, toda esta cochambre
intelectual parece haber sido barrida. Poco a poco la discusión se
aposenta en su núcleo decisivo: votar o no votar. Soseguémonos, escuchémonos,
razonemos. Y
votemos de una puñetera vez.
Joan
A. Forès
Reflexions
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