L’economista valencià, encara que no exerceix
de valencià, Antoni Zabalza, explica
de forma coherent la mentida del clan Montoro-De la
Fuente-Rajoy, etc, sobre que la reforma fiscal afavorirà les rendes
baixes i castigarà les altes!
Pel que jo
he sentit i llegit, el Gobierno està practicant una fugida endavant:
· per assumir els rescats de Bankia,
Catalunya Caixa i altres Caixes petites (que no
tornaran els capitals que han estafat als petits inversors als que varen
col·locar renda escombraria, el
deute subordinat i les participacions preferents),
· així com per sortir-se’n d’un
possible rescat del Reino de España pels homes de negre, per
culpa entre d’altres raons d’un deute públic escandalós, equivalent al 100% del PIB espanyol, tal com explica el Zabalza.
Més sobre preferents: http://reflexionsjafores.blogspot.com.es/2014/06/130614-xevi-xirgo-una-estafa-com-una.html
Així el Gobierno
intenta sortir de la voràgine dels seus problemes financers amb una nova reforma
fiscal. El que jo havia entès és que el que el Gobierno pretenia era:
· En una primera part abaixar impostos de l’IRPF per tal que els españolitos
es pensessin que tenien més diners a la segona part de l’any, i per tant que
se’ls gastessin en una eufòria gairebé etílica, i que semblés que España va bién.
· La segona part (“nunca segundas partes fueron buenas” diu el refranyer
espanyol) consistiria
a apujar l’IVA
exageradament per tal que el
tresor recuperés els diners no obtinguts amb la rebaixa de l’IRPF.
I
aquesta explicació encara és més coherent si tal com demostra Zabalza l’IRPF per les rendes mitges no
baixarà i per les altes sí que baixarà!
Llegiu-ho i intenteu entendre-ho!
La reforma fiscal de la
abundancia
Antoni Zabalza en El País
el 1 agosto, 2014 en Derechos, Economía, Libertades, Política, Socialismo, Sociedad, Sociología
El Gobierno ha
bajado los impuestos como si a las finanzas públicas les sobrase el dinero. El
tramo de ingresos más elevados consigue el mayor aumento de renta disponible
derivado de la rebaja tributaria
Cualquiera diría que la reforma fiscal presentada
recientemente es la de un país que acaba de descubrir importantes reservas de
gas natural o lleva años reduciendo su deuda pública hasta niveles
embarazosamente bajos. “Si nos sobra el dinero, ¿por qué no devolverlo a los
ciudadanos?” sería el lema de esta idílica reforma. Pero
desgraciadamente la realidad es muy otra. Llevamos siete años de una crisis que nos ha hecho perder el
7% de nuestro producto, uno de cada cuatro españoles en edad de trabajar está
en el paro y la deuda pública, que en 2007 suponía el 36,1% del PIB, este año
sobrepasará la cota del 100% y seguirá creciendo. La reforma también
dará respuesta a estos problemas, parece decirnos el Gobierno cuando afirma que
a raíz de la
rebaja fiscal el PIB aumentará un 0,55%. Pero esto lo dice sin
alardear, porque naturalmente no está seguro de ello. El énfasis lo pone en los efectos distributivos
de la reforma. Hay dinero para todos; la reforma del IRPF reduce la carga
impositiva de todos los contribuyentes y hace el sistema más equitativo; habrá
una “mayor rebaja para las rentas medias y bajas”. Examinemos pues
el efecto de la reforma por niveles de renta y veamos en qué medida estamos o
no ante la reforma equitativa que sugiere la información oficial.
No disponemos de los datos necesarios para poder
simular de forma exacta los cambios propuestos, pero sí hay información
suficiente para dar por lo menos una respuesta aproximada, particularmente si
dejamos de lado los cambios específicos y nos concentramos en los generales: los que interesan a
la tarifa, a la reducción por obtención de rendimientos del trabajo
(RORT)
y a las deducciones
por mínimo personal y familiar (DPF). Estos son los tres elementos clave del IRPF que
determinan las consecuencias de la reforma para la gran mayoría de
contribuyentes. Además,
aunque no disponemos de datos individuales, sí contamos con una estadística
pública proporcionada por la Agencia Tributaria, muy rica en información
agregada por tramos de renta y cuyo último ejercicio liquidado es el
correspondiente al año 2012.
Para definir las rentas a
las que aplicar la reforma, tomamos las rentas del trabajo y del ahorro de los
10 tramos de renta dados por la Agencia, y de la suma ponderada de ambos
conceptos derivamos la renta total de nuestros 10 contribuyentes tipo. Para
simplificar, ignoramos los tres tramos por debajo de los 6.000 euros de renta
(4,2 millones de contribuyentes, un 22% del total) cuya tributación efectiva,
debido al bajo nivel de renta y a la posibilidad de recuperar lo retenido, es
prácticamente cero antes y después de la reforma. Esto nos deja con siete contribuyentes tipo
que, para facilitar la referencia vamos a llamar A, B, C, D, E, F y G, cuya
renta declarada en euros es, respectivamente, 10.057, 16.924, 25.816, 38.749,
74.335, 194.830 y 1.233.772. Cada uno de estos siete tipos
representa a un número variable de contribuyentes. A representa a 3,7 millones; B, a 5,1 millones;
C, a 3,0 millones; D, a 2,7 millones; E, a 548.823; F, a 60.313, y G, a 4.618
contribuyentes. Los siete tipos también varían en la proporción que
las rentas del trabajo y del ahorro guardan entre sí. A, B y C apenas tienen un 4% de rentas del
ahorro; D tiene un 5,5%; E, un 10,5%; F, un 27,4%, y G, un 53,0%.
La reforma reduce
drásticamente las tarifas aplicables tanto a las rentas del trabajo como a las
del ahorro. Definiendo el cambio como el que va de la
situación vigente a la propuesta para 2016, en la tarifa del trabajo, los tipos
marginales mínimos bajan del 24,75% al 19%, y los máximos del 54% al 45%.
En la tarifa del
ahorro, los mínimos bajan del 21% al 19% y los máximos del 27% al 23%.
El segundo cambio en importancia es el de las DPF. El
mínimo personal aumenta un 8,6%, la deducción por hijos un 20,7%, por
ascendientes, un 25% y por discapacitados, un 27,6%. El efecto real, sin
embargo, es menor debido a que estas deducciones se valoran a la nueva tarifa y
esta es inferior a la antigua. En promedio, el aumento de las DPF es un 11,5%.
El tercer y último cambio
es el de la RORT. La nueva fórmula aumenta la reducción de A
en un 14%, pero elimina la vigente reducción de 2.652 euros para los seis tipos
restantes. Como compensación, la propuesta introduce un nuevo gasto deducible de 2.000
euros por otros conceptos, que se ven incrementados por traslado y por
discapacidad, pero no, como ocurre ahora, por prolongación de la actividad
laboral después de los 65 años. En su conjunto esto supone que la reducción
efectiva de rentas aumenta un 83% para el tipo A, y disminuye un 19,8% para los
demás tipos.
De resultas de la reforma todos los contribuyentes
pagan menos impuestos. Ahí tiene razón el Gobierno, pero la rebaja no se
produce de manera uniforme. Por orden ascendente de renta y como porcentaje de
lo que pagan ahora, la rebaja de impuestos de nuestros siete tipos es la siguiente.
A: 100; B: 20,9; C: 12,9; D: 8,4; E: 9,6; F: 9,5, y G: 14,5. Hasta el tipo D la
rebaja es menor a medida que la renta crece. Sin embargo, a partir de ese nivel
la rebaja crece, primero moderadamente para los tipos E y F, y luego con fuerza
para el tipo G. Es
decir, a partir del tipo D la rebaja es mayor a medida que la renta crece.
La anterior es la forma en que el Gobierno mide el
efecto de la reforma, que equivale a averiguar cómo varían los impuestos
pagados. Esto explica la exagerada rebaja del 100% del tipo A. Este
contribuyente pagaba 65 euros antes de la reforma y pagará 0 euros después de
la misma, pero ello no quiere decir que su situación económica haya mejorado
casi cinco veces más que la del tipo B. Otra forma de medir el efecto de la reforma,
más adecuada para hacer comparaciones entre contribuyentes, es en términos del
efecto de la misma sobre la renta disponible (es decir, sobre la renta que
queda en nuestros bolsillos después de pagar impuestos). ¿En qué medida aumenta la renta disponible de
nuestros siete tipos a raíz de la reforma del IRPF? La respuesta, en términos
porcentuales, es la siguiente. A: 0,6; B: 2,5; C: 2,6; D: 2,2; E: 4,1; F: 5,3,
y G: 8,8.
Dejando de lado al tipo A, la única coincidencia
entre estas dos formas de medir los efectos de la reforma está en que el tipo D
es el que sale relativamente peor librado. Los demás resultados son todos
distintos. En particular, ¿es cierto que el mayor beneficio de la reforma lo
recibirán las “rentas medias y bajas”? Medido este beneficio en
términos de renta disponible, la respuesta es no. El mayor aumento en renta disponible lo
consigue el tipo G, el más rico; y el siguiente, el tipo F, el segundo más
rico; y el siguiente, el tipo E, el tercero más rico. A raíz de la
reforma, los
mayores aumentos de renta disponible los conseguirán los 613.754
contribuyentes con rentas superiores a 60.000 al año. Y los menores
aumentos los conseguirán los 10.812.278 contribuyentes con rentas anuales de 12.000 a 60.000
euros, representados por los tipos B, C y D. El tipo A prácticamente
no ve mejorada su renta disponible; forma parte en realidad del grupo de
7.953.452 contribuyentes, con rentas anuales inferiores a 12.000 euros, a los
que la reforma no les afecta.
La reforma, que según el
Gobierno cuesta 9.000 millones de euros, es imprudente desde el punto de vista
presupuestario y muy discutible desde el punto de vista de la equidad. Es una
reforma dominada por la enorme rebaja de la tarifa. No hace falta una
simulación para saber que una reducción de 9 puntos en el marginal máximo, a
partir de la relativamente modesta cifra de 60.000 euros (ahora está en 300.000
euros), tiene
por fuerza que beneficiar de forma notable a los contribuyentes más ricos.
El Gobierno podría haber esperado a tiempos mejores para proponer esta medida. Los 67.465 euros
que en promedio dejarán de pagar en impuestos los 4.618 contribuyentes que
tienen rentas anuales superiores a 600.000 euros no irán al consumo y sí en
cambio detraerán del ahorro de un sector público que en estos momentos se
encuentra en una situación particularmente precaria.
Antoni Zabalza fue secretario de Estado de
Hacienda, entre 1991 y 1993, con el Gobierno de Felipe González.
Joan
A. Forès
Reflexions
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