Benvolguts,
Vàrem estar escoltant el diumenge al matí a RAC1
en el debat a tres més el locutor les paraules del propi Cotarelo sobre la conferencia que havien fet a
Sevilla. Aquí hi ha l’escrit d’ell mateix sobre aquest tema.
Només cal exposar un parell de contraarguments als que pretenen argumentar sense parar, no a Sevilla, sinó a tot arreu,
no al Cotarelo sinó a “to quisque…”
·
Todos
estos argumentos, cargados de pedantería,
doctrinas rebuscadas y dogmas muertos
no valen ni el papel en el que se escriben ni la cinta en que se graban y quizá
por eso ya no le ponen banda sonora. Si
los quebequeses y los escoceses pueden autodeterminarse pacíficamente en el seno de sendos Estados de derecho
que, por supuesto, no reconocen el
derecho de autodeterminación, sin
que se hunda el mundo, la pregunta inmediata es ¿por qué los catalanes no, si España dice ser también un
Estado de derecho? No hay un solo argumento que justifique por qué los
catalanes no pueden hacer lo que sí pueden hacer los quebequeses y los
escoceses:
Sí
que hi ha un argument i és que Espanya no és un Estat de dret!
·
La resposta a
que ”Cataluña no ha sido nunca independiente”, o a “que a dónde va Cataluña
separada de España, etc, és:
Com
que la historia tergiversada que han mamat tots els espanyols, cults o incults, lletrats o illetrats, en
el transcurs de més de 500 anys de franquisme, submergits i abduits per la Santa Inquisició, és la que és, no els cap al cap
que Catalunya (española por el justo
derecho de conquista) tingui cap
dret a existir!
Vegem l’article
complet del Cotarelo que té molts més paràgrafs raonats i apassionats:
03/04/2016
Ramon
Cotarelo. Catalanofobia
Mi
artículo de hoy en elMón.cat sobre
esa actitud tan típica de los nacionalistas hispanos de pasarse la vida envidiando y odiando a
los catalanes, pero diciendo que los quieren mucho cuando creen
que así pueden pararlos en su lógico deseo de largarse de este
insoportable lugar de toros, panderetas, legionarios, cursis, curas,
procesiones, plumillas a sueldo, ladrones, meapilas, pedantes y académicos
bocazas.
No hace falta dar muchas más explicaciones, pues estamos todos al cabo
de la calle. Me explico. España es, desde luego, el país de la Contrarreforma, de
Trento; el país típicamente antieuropeísta, opuesto al liberalismo, a la
tolerancia, a las luces, la enciclopedia y la ciencia. También es el país con una enclenque clase intelectual
progresista cuya función histórica no consiste en poner coto a todo lo anterior
y orientar la colectividad en un sentido distinto, sino en lamentarse como un coro de plañideras, como un puñado de Jeremías, pero limitarse a eso, a
lamentarse y, en último término, a encontrar cierta satisfacción algo masoquista en
cultivar la profunda creencia de que España no tiene remedio y que, en el
fondo, en este desastre, en este fracaso histórico como todo, como sociedad,
como Estado y como nación, está su gracia.
Aquí el texto en castellano:
Llevan
la catalanofobia en la sangre
El viernes estuve en la Universidad de Sevilla en un acto sobre “Cataluña y España en el 30 aniversario de la adhesión a la Unión
Europea”. Dos días antes, en otro acto en la misma Universidad organizado por Diplocat,
en el que estaban Iñaki Anasagasti, Joan Tardá y Juan Carlos
Rodríguez Ibarra, el expresidente de Extremadura
se puso bronco con los catalanes y le recordó a Tardá el destino de Companys.
En
nuestro acto no hubo tanto extremo, porque no éramos políticos sino académicos,
pero la
crispación y la catalanofobia fueron patentes. Cómo sería la cosa
que la universidad (el Centro de
Documentación Europea) subió el vídeo de la conferencia, ¡sin audio! Cuatro horas de imágenes mudas, como si fuera un
“biopic” de Charlot.
Por fortuna, hay otra grabación que
subiremos a la red con sonido el lunes. Ahí se podrán
escuchar los argumentos y contraargumentos y las gentes podrán saber quién dijo
qué y hacerse un juicio propio como mayores de edad que son, sin que venga
nadie a censurar.
Fue una
estupenda exposición de la batería de los argumentos españolistas más
tradicionales, a saber: que el derecho de autodeterminación está estrictamente
reservado a las colonias;
que Cataluña no
ha sido nunca independiente; que su desarrollo se ha debido a los privilegios de que
ha gozado en el conjunto del Estado; que la historia común la obliga; que el Tribunal Constitucional no niega el derecho a decidir,
pero exige ejercerlo dentro de la legalidad; que la parte no puede hacer referéndum frente al
todo, sino que debe ser el todo el que haga referéndum sobre la parte; que
si quien quiere hacer un referéndum permitirá que otras partes lo hagan en su interior;
que Cataluña se quedará al margen de la UE, de la ONU y del
mundo en general; que a dónde va Cataluña separada de España.
La
verdad es que, después del famoso dictamen de la Corte Suprema del Canadá sobre los referéndums en Quebec y después del referéndum de Escocia el año pasado, todos estos
argumentos, cargados de pedantería, doctrinas rebuscadas y dogmas muertos no
valen ni el papel en el que se escriben ni la cinta en que se graban y quizá
por eso ya no le ponen banda sonora.
Si los quebequeses y los escoceses
pueden autodeterminarse pacíficamente en el seno de sendos Estados de derecho
que, por supuesto, no reconocen el derecho de autodeterminación, sin que se
hunda el mundo, la pregunta inmediata es ¿por qué los catalanes no, si España
dice ser también un Estado de derecho?
Un solo
argumento que respondiera a esta pregunta nos ahorraría a todos horas de
debates más bien tediosos. Uno solo.
Pero no
lo hay. No hay
un solo argumento que justifique por qué los catalanes no pueden hacer lo que
sí pueden hacer los quebequeses y los escoceses.
Lo único
que hay es la catalanofobia
y la cerrada negativa de los nacionalistas españoles a
reconocer a los catalanes un derecho que, al menos cuando esos nacionalistas son de
izquierdas, reconocen a los tibetanos, los saharauis e tutti quanti, pero no a los
catalanes.
¿Por qué no? Por catalanofobia.
Al día
siguiente, en una tertulia en RAC1 en Cataluña se nos preguntó a Suso de Toro, Ramón Lobo y a mí si España/Castilla podía reformarse, si era reformable.
Mi respuesta, que tengo muy pensada, desde hace muchos años, es que NO, de ningún modo
precisamente porque España surge como Estado en la Edad Moderna en lucha contra
la Reforma. La identidad de España,
coincidente por la fuerza de las armas con la de Castilla, es la de la Contrarreforma.
Castilla/España, abanderada del catolicismo, “luz”
de Trento, es enemiga radical de toda reforma: lo fue de la protestante, lo fue de la del siglo de las luces,
de la Revolución francesa, del positivismo burgués
del siglo XIX, del europeísmo del XX y de
la libre determinación de los pueblos en el XXI, sobre todo de los que ella domina.
Por
odio, por catalanofobia.
Publicado
por Ramón Cotarelo en 12:16 a. m.
Etiquetas: Cataluña., Independencia.
Joan A.
Forès
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