Benvolguts,
Un bon article de Manuel Castells. Llegiu-vos
l’enllaç per saber qui és aquest homenot (va estudiar sociologia a la Sorbona
amb Alain Touraine, fugint de l’Espanya franquista el 1962) i què l’ha portat a
pensar com pensa...
Tags (normalment proposem uns quants tags però en
aquest cas gairebé tots els conceptes són fonamentals):
·
Teóricos del calibre de Bono o Aznar
(funcionalmente equivalentes en este tema) nos revelan que las naciones son un invento.
A la respuesta obvia de “la suya también” (o sea, su indivisible madre
patria), Aznar contesta en fundamentalista coherente: la mía no, porque es la verdadera.
o Así lo entendemos
mejor. Hay unas naciones que no son inventos porque son verdaderas y otras de
mentirijillas, inventadas para medrar. ¿Y cómo se nota cuál es cuál? Fácil: yo tengo ejército y el
artículo 8 de la Constitución y tú no. O sea que, remedando a Mao,
la nación está en la punta del fusil.
· [La
nación es inventada] Como toda construcción humana, porque todo es construcción
mental realizada con materiales culturales resultantes de compartir historia y
geografía. En
ese sentido, toda organización social es inventada, o sea, construida
culturalmente.
· Cualquier
observación desapasionada muestra que, en la época moderna, hay naciones,
hay estados
y distintas formas de relación entre los dos: naciones sin Estado, estados nación, estados
multinacionales y estados nación imperiales que integran diversas naciones por
la fuerza.
· España pertenece a esta última categoría, pero
como el imperio duró bastante y las ruinas imperiales mucho más se fue creando
una interculturalidad que determina una nación española con elementos de fusión
de otras culturas nacionales…
· ¿Cuándo se tiende a reafirmar la
comunidad nacional, suscitando una identidad de resistencia? En dos
situaciones:
o Una, la dominación sofocante de una
nación sobre otra, por ejemplo de España sobre Catalunya y Euskadi durante el
franquismo, sin ir más lejos.
o Y,
segundo, en momentos de inseguridad cultural nacional tanto de unas
naciones como de otras . Este es uno de esos momentos, porque tanto el Estado
como la sociedad nacional están siendo transformados por el proceso de globalización.
o El problema es que un Estado sólo es
estable cuando se construye sobre la realidad de su sociedad, que en el caso de
España es plurinacional y multicultural.
o Con qué
fórmulas se llega a esa estabilidad en cada momento, más allá de la coyuntura
excepcional de 1978, con una pistola apuntando a la cabeza (el disparo salió
desviado en 1981), es importante pero no decisivo. Lo que sí sería decisivo es el empecinamiento
en definir España como una, grande y libre, cuando hace muy poco que es libre,
hace tiempo que dejó de ser grande y sólo puede ser una en su pluralidad.
§
Ignorar ese hecho fundamental de nuestra realidad
es convocar de nuevo al aquelarre de espectros que atormentaron nuestra
historia.
§
Porque no está escrito que en el siglo XXI no pueda producirse la
restauración del nacionalcatolicismo y sus secuelas tiránicas.
· Los
contextos sólo importan hasta cierto punto. Son las personas las que hacen su propia
historia. Y las malas personas también.
Manuel Castells en La Vanguardia
el 26 enero, 2008 en Política
OBSERVATORIO GLOBAL
Por si algo nos faltaba, ahora hay políticos que
se ponen a teorizar. Teóricos del calibre de Bono o Aznar (funcionalmente
equivalentes en este tema) nos revelan que las naciones son un
invento. A la respuesta obvia de “la suya también” (o sea, su indivisible madre patria), Aznar
contesta en fundamentalista coherente: la mía no, porque es la verdadera. Así
lo entendemos mejor. Hay unas naciones que no son inventos porque son
verdaderas y otras de mentirijillas, inventadas para medrar. ¿Y cómo se nota
cuál es cuál? Fácil: yo tengo ejército y el artículo 8 de la Constitución y tú
no. O sea que, remedando a Mao, la nación está en la punta
del fusil. Puestos así, es lógico que alguna gente se enfade y vaya a acabar
Dios sabe dónde. Pero siendo civilizados y, aún más importante, prudentes,
podríamos examinar algo más seriamente el estado de la cuestión. De la cuestión
nacional, como se decía en tiempos preautonómicos.
Porque en tono más sesudo hay muchos intelectuales orgánicos e
inorgánicos que comulgan con el bono-aznarismo. Y además todos citan
al pobre Benedict Anderson, que no decía eso, porque lo han leído mal y
aún han traducido peor el título de su libro 'imagined communities: no son imaginarias en inglés, sino
imaginadas. Es decir, construidas a partir de imágenes, de narrativas, de
metáforas, de signos y significantes. Como toda construcción humana, porque
todo es construcción mental realizada con materiales culturales resultantes de
compartir historia y geografía. En ese sentido, toda organización social es inventada, o sea,
construida culturalmente.
Por tanto, la verdadera cuestión es cómo se
construye una forma de organización social y cultural que se autodenomina
nación. Si queremos decir que lo que existe son estados naciones y lo demás no
son ni estados ni naciones, entonces es fácil. Quien gana en la historia define
una frontera, se proclama soberano y se convierte en nación. Pero para eso no
necesitamos hablar de nación, basta con hablar de Estado. Y resulta que la
historia, incluida la reciente, muestra que no es tan sencillo. ¿O sea, que antes
Croacia no era nación y ahora sí lo es? ¿O Yugoslavia era nación y
ahora se llama Serbia? ¿Y Finlandia se hizo la sueca antes de hacerse mayor a los
acordes de Sibelius?
¿Y qué pasa con Quebec y el constante intento de Canadá de acomodar la
binacionalidad del país? ¿Y Escocia, con un gobierno independentista tranquilo que
propone un divorcio a la inglesa, sin romper el Estado británico? ¿Y
las innumerables naciones que surgen, se funden y se deshacen en un mundo en
cambio según como vayan los movimientos sociales y las estrategias
geopolíticas? ¿Transmutan su esencia siguiendo la coyuntura? Cualquier
observación desapasionada muestra que, en la época moderna, hay naciones, hay
estados y distintas formas de relación entre los dos: naciones sin Estado, estados nación, estados
multinacionales y estados nación imperiales que integran diversas naciones por
la fuerza.
España pertenece a esta última categoría, pero
como el imperio duró bastante y las ruinas imperiales mucho más se fue creando
una interculturalidad que determina una nación española con elementos de fusión
de otras culturas nacionales, así como formaciones nacionales que también están
indisolublemente ligadas a componentes de españolidad. El hecho de que estas características
nacionales propias persistieran durante siglos a pesar de distintos niveles y
formas de represión remite a las raíces de la nación, o sea, al hecho de
compartir una cultura, una lengua, un territorio y, sobre todo, una historia.
No cualquier colectividad territorial se constituye como nación, porque la
identidad colectiva se forma compartiendo materialmente en la práctica
cotidiana muchos elementos comunes y distintos de otras colectividades durante
un largo periodo. ¿Cuándo se tiende a reafirmar la comunidad nacional,
suscitando una identidad de resistencia? En dos situaciones:
Una, la dominación sofocante de una nación sobre
otra, por ejemplo de España sobre Catalunya y Euskadi durante el franquismo,
sin ir más lejos. Y, segundo, en momentos de inseguridad cultural nacional
tanto de unas naciones como de otras . Este es uno de esos momentos, porque
tanto el Estado como la sociedad nacional están siendo transformados por el
proceso de globalización. El Estado porque pierde control sobre los flujos
globales de poder y riqueza y transfiere soberanía a instituciones
supranacionales como la Unión Europea. La sociedad nacional porque la
inmigración y la globalización de la cultura operan un mestizaje que hace
difícil reconocerse como comunidad cultural sin reafirmar cada día los signos
de esa comunidad, por ejemplo la lengua. En estos momentos, tanto España como Catalunya, como Euskadi
y como Galicia, intentan mantener su identidad colectiva reafirmando culturas,
historias y lenguas propias. Y para hacer esto lo más fácil es
diferenciarse del vecino inmediato o negar el derecho a la diferencia porque tú
mandas en tu casa. Ahí surge la dificultad, porque no hay vuelta atrás en el
mestizaje histórico. La realidad española es una realidad plurinacional, pero
además crecientemente multicultural. Y el Estado español es un ente
global en su proyecto y uninacional en su nostalgia histórica. El problema es que
un Estado sólo es estable cuando se construye sobre la realidad de su sociedad,
que en el caso de España es plurinacional y multicultural.
Lo que sí sería decisivo es el empecinamiento en definir España como una, grande y libre, cuando hace muy poco que es libre, hace tiempo que dejó de ser grande y sólo puede ser una en su pluralidad.
Con qué
fórmulas se llega a esa estabilidad en cada momento, más allá de la coyuntura
excepcional de 1978, con una pistola apuntando a la cabeza (el disparo salió
desviado en 1981), es importante pero no decisivo. Lo que sí sería decisivo es el empecinamiento
en definir España como una, grande y libre, cuando hace muy poco que es libre,
hace tiempo que dejó de ser grande y sólo puede ser una en su pluralidad.
Ignorar ese hecho fundamental de nuestra realidad es convocar de nuevo al
aquelarre de espectros que atormentaron nuestra historia. Porque no está escrito que en el siglo XXI no
pueda producirse la restauración del nacionalcatolicismo y sus secuelas
tiránicas. Los contextos sólo importan hasta cierto punto. Son las
personas las que hacen su propia historia.
Y las malas personas también.
Joan
A. Forès
Reflexions
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