11/06/13. Franquisme. Transacció. Ansón s'explica. Se acabó el café para todos. Història sintetitzada de la transició on no s'explica el soroll de sabres...
Sempre és bo llegir i entendre com actua l’enemic.
Aquí l’Ansón presenta una història sintetitzada de la transició. És bo per
qui no la va viure! Encara que no explica el per què calia fer-la d’aquesta
manera, ni
explica el soroll de sabres. Per cert ahir se li tornava a reclamar
a Herrero de Miñón ( i a Miquel Roca?) que expliqués la història de la carta dels
militars a la comissió redactora de la Consti, explicant com havien de ser un
parell d’articles, sense tocar ni una coma. Eren els relatius a la indisoluble
unidad de la patria, Una, Grande i Libre, de l’exèrcit garant d’aquesta unitat
i del Juanca, primogènit del Franco, i assumint el títol de Generalísimo de los
Ejércitos, por la Gracia de Diós.
També és important saber llegir entre
línies: Ansón parla de la presión de los nacionalistas vascos y catalanes i que l’infeliz –«café para todos»– causó sensación en el presidente y líder de UCD Adolfo Suárez,
que le pareció
la panacea que resolvería de golpe una cuestión azuzada por los siglos.
No havíem quedat que Catalunya no havia
existit fins que es va fer la Consti l’any 78? Què s’empatolla aquest Ansón de
la cuestión azuzada por los siglos?
Vegem l’article:
Se acabó el café para todos
Luis María Anson de la
Real Academia Española.
El Mundo
el 11 junio, 2013 en Derechos, Historia, Libertades, Política, Sociedad
OPINIÓN: CANELA FINA
Alfonso Osorio ha explicado sin tapujos quién fue
el autor de la idea que ha contribuido a devastar la economía española.
Debatían la Constitución, tras las elecciones de junio de 1977, un grupo de
políticos sagaces. Resolvían aquellos debates, tomando una copa o cenando,
Fernando Abril y Alfonso Guerra, entre el sentido de Estado y el chalaneo
gitano. Preocupaba a Adolfo Suárez la presión de los nacionalistas vascos y catalanes.
Era el gran problema que había que resolver. Apareció entonces un andaluz ingenioso que
propugnaba extender a todas las regiones de España la ambición de la catalana y
de las provincias vascongadas. Se llamaba Manuel Clavero Arévalo y a él se le
ocurrió la idea infeliz –«café para todos»– que causó sensación en
Adolfo Suárez. Al presidente y líder de UCD le pareció la panacea
que resolvería de golpe una cuestión azuzada por los siglos. Y así se levantó la aurora
de los 17
Estados de pitiminí que han desangrado económicamente a España,
sometiéndola además a un zarandeo político, en el límite ya de la fractura de
la unidad nacional. Hay errores históricos que apenas se advierten cuando se
cometen pero que, con el tiempo, pasan inexorablemente factura.
Un profesor universitario propuso por escrito a
Fernando Abril y a Adolfo Suárez una fórmula distinta a la de Clavero Arévalo: José Varela Ortega,
nieto, por cierto, de la primera inteligencia del siglo XX español, el filósofo
que debatió con Azaña en el Congreso de los Diputados el texto del Estatuto
catalán y advirtió al dirigente republicano sobre la voracidad insaciable de
los partidos nacionalistas periféricos. El profesor Varela
consideraba que
la solución para los tirones de vascos y catalanes era reconocer la legitimidad
de los Estatutos aprobados en la II República, dejando las demás regiones como
estaban. Nadie discutiría que se trataba de una solución democrática
en un momento –estamos en 1977– en que el mundo internacional miraba con
escepticismo la transición de la dictadura de Franco a un sistema de
libertades. A Fernando Abril y a Adolfo Suárez el escrito del profesor Varela les entró por un
oído y les salió por otro sin rozar el cerebro privilegiado de ambos líderes de UCD.
Y ocurrió lo que era fácil de prever. Treinta años después, el café para todos
se ha acabado y la fórmula autonómica, tal y como fue concebida, está agotada.
Se requiere ahora, si no queremos fragilizar aún
más la unidad de España, una reforma constitucional en la que participen las nuevas
generaciones con sus líderes políticos, económicos, sociales, sindicales,
religiosos, universitarios, culturales e intelectuales. Y parece
claro que será necesario replantear el sistema autonómico. Personalmente, no me
parece conveniente la supresión radical del Estado de las Autonomías, que lleva
tres décadas funcionando. Lo adecuado sería reformarlo, regenerarlo,
controlarlo. Y
hacerlo asimétrico, con reconocimiento de la significación que tienen algunas
regiones en la Historia de España. Pedro J. Ramírez lo ha resumido en una frase
certera: «Hay que desandar, siquiera parcialmente, el camino del café para
todos».
Por razones prácticas, el texto de la reforma
constitucional, con el acuerdo imprescindible entre el PP y el PSOE y si es
posible de las demás agrupaciones políticas, debe estar concluido cuatro o
cinco meses antes de la fecha de las próximas elecciones generales para cumplir
con mayor comodidad lo que exige el artículo 168 de nuestra Carta Magna.
Retrasar la reforma constitucional a la próxima
legislatura, como sostienen algunos de los aduladores que inciensan a Rajoy,
sería una tórpida decisión porque el régimen está agotado y el tiempo se acaba. Al 70% de las
generaciones jóvenes, la Transición solo les provoca indiferencia. El 30% está
indignado y el 100%, asqueado. Queda ya muy poco tiempo para hacer
la reforma constitucional desde dentro del sistema. Si se demora la decisión, nos la harán desde
fuera.
I vet aquí un gos, vet aquí un gat, i aquest conte
s’ha acabat...
Joan
A. Forès
Reflexions
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