Benvolguts,
En Vicenç Navarro (no confondre amb el titella
Pere Navarro) ha escrit un article brillant sobre el “problema español”, que els
espanyols almenys des d’Unamuno i d’Ortega i Gasset en diuen “problema catalan”.
Explica com fou de poc modèlica la Transició. Explica què era allò que es diu “Burro
amarrado contra león”. Explica com les ultradretes franquistes, depredadores, es
varen rifar les “esquerres amb un lliri a
la ma”. Explica com la Consti fou el producte adulterat sorgit de la Transició.
Explica com l’exèrcit franquista, colpista, va rematar la feina de la Transició
amb un 23F, precisament per configurar l’estat de les autonomies, el del café
para todos, amb l’España una y no cincuenta y una...
Explica com les esquerres catalanes però també
les espanyoles, abans de la guerra i en la clandestinitat, sempre havien sigut
partidàries de l’autodeterminació dels pobles...
Parla del compromís en la plurinacionalitat de
les espanyes establert en el Congrés de Suresnes, i explica que: “Este
compromiso desapareció en la mal llamada “modélica” Transición. El cambio se debió a las presiones (en
realidad, imposiciones)
del Ejército y
del Monarca, que impusieron estas cláusulas de España como la única
nación, indivisible y salvaguardada por el Ejército, que garantizaría la permanencia de
este Estado uninacional.”
“Y presentaron la aprobación de la Constitución
por parte de la población española en un referéndum como signo de una aprobación a un supuesto
consenso entre iguales que distó mucho de ser entre iguales y de que fuera
consenso.”
Explica com el PSC des d’aquell moment esdevingué
“la Federación catalana del PSOE”. Explica com el TC va ser des d’aquell moment la
quarta càmera, dominada pels dos partits dominants...
Explica com el sobiranisme català no és un
moviment anti
Espanya sinó que és un moviment anti estat espanyol.
A partir d’aquest punt en Vicenç Navarro ja es
perd i dóna com a esperit i voluntat del poble català el seu propi esperit i
voluntat! Filosofa portant aigua al seu molí, però per sort acaba amb una frase
de caire independentista, que sembla molt correcta, encara que és més
voluntariosa que encertada: Pero debe, sin embargo, señalarse que ya entonces (el 1714) hubo dos
visiones distintas de España, y que la victoria de una –de la cual la España
actual es heredera- se hizo a costa de Catalunya y de la España progresista. Y de ello
nunca se habla. Si
se conociera, habría un movimiento generalizado de las fuerzas progresistas en
España a favor del derecho a decidir en Catalunya y en el resto de España.
Vegeu l'article:
La
desconocida historia del problema español, de Vicenç Navarro en Público
OPINIÓN
Existe un problema grave
en España, que los establishments políticos y mediáticos españoles, radicados
en su mayoría en Madrid, definen como el “problema catalán”, que es, en realidad, el “problema español”,
problema que se agudizó como consecuencia de la enorme influencia que la
derecha española (en realidad, ultraderecha en el espectro político europeo)
tuvo durante el mal llamado “proceso modélico” de la Transición de la dictadura a la
democracia. Como he escrito en varias ocasiones, aquel proceso tuvo
muy poco de modélico, pues se hizo en condiciones sumamente favorables
para las derechas
(que controlaban el aparato del Estado y la mayoría de los medios de
información y persuasión), y muy desfavorables para las izquierdas, que habían
liderado las fuerzas democráticas durante la resistencia frente a la Dictadura
(que fue una de las más represivas existentes en Europa) y que acababan de
salir de la clandestinidad. La Transición fue un proceso enormemente
desequilibrado, que determinó un producto –la Constitución- que reflejaba, en
muchos de sus componentes, esta falta de equilibrio de fuerzas, con dominio de las
ultraderechas. Fue este desequilibrio lo que explica la visión de
España que se desprende de este documento. España –según la Constitución- es una nación (sin
reconocer que haya varias naciones), y el Ejército tiene que garantizar que ello sea
así, recordando que el Ejército golpista (del cual el Ejército en aquel momento
era su continuador) realizó un golpe de Estado precisamente para evitar una
redefinición de España que se expresara a través de un Estado plurinacional.
La famosa
llamada a la unidad de España era una llamada al mantenimiento de un Estado
uninacional.
No debería olvidarse que
aquel golpe militar se realizó para defender la permanencia de un orden social
y territorial injusto. Sus dirigentes llamaron “separatistas” a aquellos que
deseaban no separarse de España, sino redefinirla. El Estado catalán,
tanto el propuesto por Lluís Companys como el propuesto por Francesc Macià, era
un Estado que se consideraba parte de una federación española, o incluso
ibérica, que debía reconocer su plurinacionalidad. En contra de la
versión oficial de la Historia de España, el objetivo de las fuerzas
progresistas en Catalunya durante la República no fue el separatismo, sino el
establecimiento de un federalismo que permitiera la convivencia entre iguales,
compartiendo voluntariamente su existencia dentro de un amplio colectivo, con un Estado
federal plurinacional. Por cierto, el que sintetizó mejor este
sentimiento no fueron las figuras tradicionales del establishment mediático y
político nacionalista catalán, sino el dirigente del movimiento obrero catalán El Noi del Sucre,
autor prácticamente desconocido en los medios de información de ese
establishment.
P arece ahora haberse
olvidado que fueron todas las izquierdas, tanto las españolas como las
catalanas, las que siempre habían compartido esta visión, que mantuvieron
también durante la clandestinidad. Esta visión federalista implicaba la autodeterminación de sus componentes. Tan recientemente
como en el Congreso de Octubre de 1974 de Suresnes, el PSOE subrayaba que
“la definitiva solución del problema de las nacionalidades y regiones que integran el Estado español parte
indefectiblemente del pleno reconocimiento del derecho de autodeterminación de
las mismas, que comporta la facultad de que cada nacionalidad y región pueda
determinar libremente las relaciones que va a mantener con el resto de los
pueblos que integran el Estado español” (Resolución sobre nacionalidades y
regiones). Y más tarde, en el 27
Congreso del PSOE en diciembre de 1976, se aprobó que “el Partido Socialista propugnará el ejercicio
libre del derecho a la autodeterminación por la totalidad de las nacionalidades
y regionalidades que compondrán en pie de igualdad el Estado federal que
preconizamos… La Constitución garantizará el derecho de autodeterminación”,
manteniendo que “el análisis histórico nos dice que en la actual coyuntura la
lucha por la liberación de las nacionalidades… no es opuesta, sino
complementaria con el internacionalismo de la clase trabajadora”. “Autodeterminación”
era la versión de entonces del “derecho a decidir” de ahora. Este derecho a
decidir –que permitía, si así se deseaba, la separación- aseguraba que la
permanencia –deseada por la mayoría- era en condiciones de igualdad y voluntaria,
no forzada o impuesta.
El cambio de las
izquierdas españolas gobernantes
Este compromiso desapareció en la mal
llamada “modélica” Transición. El cambio se debió
a las presiones (en realidad, imposiciones) del Ejército y del Monarca, que
impusieron estas cláusulas de España como la única nación, indivisible y
salvaguardada por el Ejército, que garantizaría la permanencia de este Estado
uninacional. Esta fue la condición de la Monarquía y del Ejército para permitir
el establecimiento de una democracia muy limitada. Varios
protagonistas de aquella Transición así lo han reconocido. Esta fue la causa de que las izquierdas
españolas cambiaran tan radicalmente. Y ahí se encuentran las raíces de la
falta de resolución del problema español. Su oposición a la
redefinición de España, todo ello bajo la argumentación de defender su unidad (la misma justificación que
habían utilizado las derechas para realizar el golpe militar del 1936),
impidió que se resolviera este problema. Las fuerzas conservadoras ganaron la
batalla otra vez. Y presentaron la aprobación de la Constitución por parte de
la población española en un referéndum como signo de una aprobación a un supuesto
consenso entre iguales que distó mucho de ser entre iguales y de que fuera
consenso. Las izquierdas, muy débiles y recién salidas de la cárcel
o del exilio, estaban ansiosas por tener democracia, por muy limitada que
fuera. Ahora bien, como me dijo en una ocasión Santiago Carrillo, lo que las izquierdas
consideraron como su gran éxito fue la admisión del principio de que la
soberanía procedía y derivaba de la ciudadanía, sin ser plenamente conscientes,
sin embargo, de que la misma Constitución dificultaba que dicha soberanía se
ejerciera en las distintas naciones que ocupan el territorio del Estado
español. El derecho a decidir (formas de democracia directa como
referéndums) apenas se permitió, desarrollando unas instituciones democráticas
muy poco representativas (el 72% de la población española está de acuerdo con el
eslogan del 15-M “no nos representan”) y muy poco participativas.
Este fue el resultado de aquella Transición claramente inmodélica, que no permite
ni siquiera referéndums de carácter consultivo, como es el que ahora se propone
en Catalunya.
Ahora bien, el abandono por parte de las
izquierdas españolas, tanto socialistas como comunistas, de sus raíces y
compromisos federalistas, dejó el problema español sin resolver, agudizándose todavía más las tensiones cuando el
Tribunal
Constitucional, controlado por los dos partidos mayoritarios,
eliminó elementos claves del Estatuto (el intento de recuperar la
plurinacionalidad del Estado español) después de ser refrendado por la
población catalana, argumentando que la Constitución no lo permitía. Por lo demás, la
dirección del PSOE se convirtió en la gran defensora, junto con las derechas, de
esta versión uninacional de España. Y cuando el intento de golpe militar de
1981 ocurrió, la Monarquía acentuó la importancia de la unidad de España. En
consecuencia, el PSOE decidió que el Partido de los Socialistas de Catalunya
dejara de tener su propio grupo parlamentario, convirtiéndose en una rama del
PSOE.
La situación actual
Y ahora, el
comportamiento insultante del gobierno del PP (con la ayuda de los sectores
jacobinos dentro del PSOE), con su arrogancia y falta de sensibilidad hacia las
reivindicaciones de la mayoría de la población en Catalunya, que favorece el
derecho a decidir, está llevando a una situación de hartazgo que explica el
enorme crecimiento del sentimiento de separación respecto al Estado español,
creyendo imposible que esta España pueda cambiar. Y ahí está el problema español, acentuado por
las fuerzas conservadoras de ambas partes del Ebro, que utilizan las banderas,
una vez más, para ocultar su alianza de clases.
Pero se está cometiendo un gran error
por parte de sectores de las izquierdas españolas, al creerse que este
movimiento pro “derecho a decidir” es un movimiento de derechas, liderado por
el gobierno catalán. Y también es
un gran error (que se repite maliciosamente y desvergonzadamente por parte de
las derechas, tanto el PP como UPyD) creerse que este movimiento es un
movimiento anti España. Es un movimiento anti Estado español (ver mi artículo “La
Sagrera: la Catalunya real”, Público, 26.11.13), lo cual
es diferente a ser un movimiento anti español. Naturalmente que hay de todo,
pero la mayoría no se siente anti española. En realidad, la mayoría o la
minoría mayor, son catalanes que se sienten españoles pero que quieren que se
reconozca a Catalunya como nación, con su derecho a decidir su articulación o
separación con el Estado español. Los insultos que se están promoviendo (acusando a este
movimiento de victimista, insolidario, y una larga retahíla de insultos
predecibles), incluso por personalidades de izquierda, están haciendo un gran
daño, estimulado el separatismo. En realidad, el fenómeno mas
novedoso que está ocurriendo en Catalunya es el sentir mayoritario de la
población (el 81%) de que la población en Catalunya tiene el derecho a decidir
(es decir, a ser soberana) y que un número cada vez mayor de personas que se sienten
españolas, además de catalanas, votaría, dentro del proceso de decisión, por la
independencia, como rechazo a un Estado cuya máxima expresión es el
establishment político y mediático radicado en Madrid, caracterizado por una
extraordinaria arrogancia, que cree que la única España posible es la que ellos
están imponiendo cada día al resto del país, incluyendo Catalunya.
Esto, el establishment
españolista, político y mediático, radicado en la capital del Reino, nunca lo
reconocerá. Pero el Estado español (del cual son portavoces) ha alcanzado tal
nivel de descrédito entre la población de las distintas naciones y regiones de
España que existe hoy una agitación constante a lo largo del territorio
español, también de rechazo hacia este Estado. Las encuestas muestran como la población
española es de las que está más distanciada de las instituciones del Estado en
la Unión Europea. Y están surgiendo elementos y movimientos
contestatarios (que se iniciaron con el movimiento 15-M) que son radicales, en
el sentido de que van a las raíces de los problemas, pidiendo y exigiendo una segunda Transición,
que permita el desarrollo de la España republicana, alternativa a la que hoy
existe, y que hermanada con los movimientos soberanistas en Catalunya, consiga
una España soberana, democrática y justa. La alianza de los
soberanistas catalanes y de los soberanistas españoles que rechazan este Estado
tan escasamente democrático es la condición para conseguir, no solo lo que las
izquierdas históricamente desearon, sino lo que cualquier persona democrática
debería desear.
La importancia del
derecho a decidir
Este sentimiento por parte de la mayoría
de la población que vive en Catalunya de que el pueblo catalán tiene que tener
el derecho a decidir no variará.
Es un sentimiento de una enorme importancia, pues equivale al reconocimiento de
Catalunya como una nación soberana.
Ahora bien, en contra de
lo que constantemente se presenta en círculos nacionalistas, tanto españoles
como catalanes, la demanda de este derecho no es lo mismo que el deseo de que
Catalunya sea independiente. Naturalmente que el derecho a decidir implica la
posibilidad de independizarse. Pero el derecho a decidir debe tener, por mera
coherencia democrática, otras alternativas para que sea el pueblo catalán el
que decida. Ofrecerle solo una alternativa limita este derecho. De ahí el error
de creerse que el derecho a decidir es lo mismo que pedir la independencia. La famosa fiesta en
el campo del Barça, erróneamente definida como la fiesta del “derecho a
decidir”, era en realidad una fiesta independentista. Detrás de las
declaraciones de la persona anfitriona que leyó el manifiesto de la fiesta (que
lo podría haber firmado la mayoría del 81% que está a favor del derecho a
decidir), había una bandera independentista (mostrando un intento de
instrumentalización de aquel sentimiento).
Pero mientras que el 81%
quiere que la población vote sobre su futuro, el porcentaje de votantes a favor
de la independencia, según las encuestas, sería menor (52%), porcentaje que
probablemente aumente más y rápidamente si el establishment españolista
radicado en Madrid continúa su oposición al derecho a decidir, de lo cual los
independentistas son conscientes, pues se están beneficiando de este
comportamiento.
Ahora bien, aunque
comprensible en su comportamiento, esta captación del derecho a decidir por los
independentistas puede dañar este derecho, pues, en caso de que hubiera tal voto y la mayoría no
votara a favor de la independencia, el establishment españolista concluiría que
el pueblo catalán no desea ser soberano. Y será un flaco favor para
aquellos que sostienen que Catalunya tiene que ser una nación soberana.
Y es esta misma visión
del derecho a decidir que lleva a presentar por partidos nacionalistas (tanto
catalanes como españoles) los hechos heroicos de la población catalana del 1714
como un movimiento del pueblo catalán contra España, cuando en realidad fue
contra el Estado borbónico español, que anuló las instituciones catalanas. Su derrota fue
también la derrota de las fuerzas progresistas españolas (lo cual nunca se
dice) que defendieron la visión de otra España, como bien indicaron los propios
dirigentes de la revuelta catalana. Aquella guerra la perdieron,
además de Catalunya, todas las fuerzas progresistas de toda España. La clarividencia de
los dirigentes catalanes de aquel momento fue extraordinaria, pues ya entonces
indicaron que la derrota de Catalunya significaría también “la derrota de
aquellos españoles engañados por el Estado borbónico”. Ni que decir
tiene que los paralelismos entre dos momentos históricos tan distantes son muy
limitados, pues incluso las categorías Catalunya y España tienen diferentes
significados. Pero
debe, sin embargo, señalarse que ya entonces hubo dos visiones distintas de
España, y que la victoria de una –de la cual la España actual es heredera- se
hizo a costa de Catalunya y de la España progresista. Y de ello
nunca se habla. Si
se conociera, habría un movimiento generalizado de las fuerzas progresistas en
España a favor del derecho a decidir en Catalunya y en el resto de España.
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