Benvolguts,
Us passo la polèmica
entre Cesar Molinas i el seu article a El País: Lo que no se quiere oír sobre
Cataluña, del dia 18 i Xavier Sala i Martin que li rebat
els seus arguments en l’apunt del Blog del dia 19: César Molinas i els (dos) arguments contra la
independència.
I com a preàmbul la
notícia de presentació del Vilaweb.
En l’article del
Molinas hi trobo, a part de l’ensabonada prèvia, un concepte interessant que és
segons ell la qualitat de norteños, per tant d’europeus avant la lettre dels catalans i la
qualitat de sureños
dels espanyols. També és interessant la cita d’Eslovènia en relació a la UE. I
també l’ambiguetat, segons qui s’ho miri, de qui és el parvenu.
Endavant!:
19.01.2014
16:48
1. Sala-i-Martín
desfà els arguments d'un article polèmic publicat a El País
César Molinas, economista i ex-dirigent del PSOE,
escriu al diari sobre Catalunya i contra la independència
El polèmic article sobre Catalunya que César Molinas, economista
i ex-dirigent del PSOE de Madrid, publica avui al diari El País ha estat
fortament comentat i contestat a través de les xarxes. Entre altres qüestions,
afirma que Catalunya
es va desenvolupar gràcies al decret de Nova Planta de Felip V i
compara el model de societat de 'l'independentisme menestral' amb el dels
'hòbbits' de l'obra 'El senyor dels anells'. També exposa arguments contra la
independència de Catalunya, que han estat replicats per l'economista Xavier
Sala-i-Martín a través d'un article
al seu bloc.
Diu Molinas que Catalunya necessita Espanya perquè
'les reformes que s'han de fer a Catalunya són similars a les que s'han de fer
al conjunt d'Espanya' i també perquè 'Catalunya necessita ambició': segons Molinas, les
empreses catalanes són petites respecte Espanya i l'estat té l'ambició que li
manca a Catalunya.
Sala-i-Martín li
respon que els dos arguments són falsos, i reflexiona:
'Portem 30 anys intentant canviar les institucions dins d’Espanya i si alguna
cosa ha quedat clara, és que ha estat impossible. De fet, jo penso
que l'aspecte més positiu de la independència és que ens dóna
l’oportunitat de canviar les coses […], de fer el que hem intentat fer
durant 30 anys i que no hem pogut fer dins d’Espanya.' I posa com a exemples el sistema
educatiu, les regles de joc polítiques, les infraestructures o el sistema
judicial.
Sobre el segon argument, recomana a Molinas que
repassi les vint empreses més grans de l'Estat segons el seu valor a l'IBEX-35
i miri quines són catalanes: 'S'emportarà una sorpresa'. I explica: Catalunya
té el 16% de la població d’Espanya i, per tant, si els catalans fossin igual
d’ambiciosos que els espanyols, ens tocaria tenir el 16% de les grans empreses
d’Espanya (és a dir, 3,2 empreses de les vint haurien de ser catalanes). Si fem
el recompte veurem que a la llista de les vint primeres, hi apareixen Abertis,
Gas Natural, CaixaBanc, Banc Sabadell i Grífols. És a dir, en lloc de les 3,2
que pertocaria, hi ha cinc empreses catalanes entre les vint més grans.' Això
sense tenir en compte, afegeix, ni el capital català, 'que té una gran
importància a altres empreses com Telefónica o Repsol-YPF', ni les empreses que
'podrien tenir capital català si el govern de Madrid no ho hagués evitat'. Per
tant, conclou, 'si
l'ambició d’un poble es mesura pel nombre de grans empreses que hi ha al país
(i això és el que sembla suggerir el senyor Molinas), resulta que els catalans
no només no som menys ambiciosos que els espanyols sinó que, aproximadament,
som el doble d’ambiciosos que ells. Si ens prenem, doncs, l'argument
de Molinas literalment, si el que necessitem és ambició i aquesta ambició es
contagia, no només no ens cal quedar-nos a Espanya sinó que hauríem de sortir
corrents abans no se’ns encomani la seva falta d’ambició!'.
Així, diu Sala-i-Martín, 'una de les persones més
llestes del PSOE ha estat pensant durant molts dies per trobar dues raons que ens portin a voler
quedar-nos a Espanya, i resulta que cap de les dues té validesa'.
2. Lo que no se quiere oír sobre Cataluña
El problema del encaje catalán en
España es el del encaje de un pueblo norteño en un país sureño
Hay cuestiones de fondo sobre
Cataluña que no se quieren oír y, mucho menos, escuchar. No puedo obligar a
nadie a escucharme pero, al menos, voy a intentar hacerme oír. En este artículo
quiero aportar cuatro
reflexiones sobre Cataluña y sobre la relación de Cataluña con España.
Bien a un lado del Ebro, bien al otro o bien a los dos, estas cosas no se
quieren oír. En primer lugar discutiré el “hecho diferencial” catalán desde la dialéctica Norte-Sur en
la Europa actual. El problema del encaje de Cataluña en España, como
el de Lombardía en Italia, es el del encaje de un pueblo norteño en un país
sureño. A continuación caracterizaré a Cataluña como una sociedad compleja aún
vertebrada por una mentalidad menestral cuyas raíces se remontan a la baja Edad
Media. Cataluña
se desarrolló y llegó a ser lo que es gracias al decreto de Nueva Planta de
1714, no a pesar de él. En tercer lugar argumentaré que el
contencioso Cataluña-España oculta otro contencioso entre catalanes que tiene
importantes consecuencias para la sociedad catalana. A España y a Cataluña les
irá mejor juntas que separadas si consiguen un acuerdo de convivencia que
potencie el futuro de ambas. Por último daré unas pinceladas sobre qué hacer en
la situación actual. Mis argumentos surgen de consideraciones geográficas e
históricas que considero razonables.
LOS CATALANES, EUROPEOS PATA
NEGRA
Los catalanes son europeos desde
el siglo IX. A eso, en castellano, se le llama ser pata negra. El concepto
actual de Europa nació con Carlomagno, cuya capital Aquisgrán dista solo un
centenar de kilómetros de las actuales capitales de la Unión Europea Bruselas y
Luxemburgo. Esta coincidencia geográfica no es casual. Robert Kaplan señala en
su reciente libro La venganza de la
geografía que la columna vertebral de Europa sigue estando en la
diagonal que va del Canal de la Mancha a los Alpes, ruta de comunicación
principal del imperio franco. En ese mapa, carolingio y actual, Cataluña ocupa
una situación peculiar. Desde finales del siglo VIII fue parte de la Marca
Hispánica, zona defensiva entre el Imperio y Al-Ándalus que, según Vicens
Vives, se caracterizaba no por ser una fortaleza de montaña sino por ser un
corredor protegido por montañas. Este carácter de corredor y de portal de la
península Ibérica hacia Europa ha conformado, para Vicens, el europeísmo distintivo de la mentalidad
catalana y su “permanente éxtasis transpirenaico”. Esta mentalidad y
este éxtasis constituyen, en mi opinión, el llamado “hecho diferencial catalán”.
Tony Judt se refiere
repetidamente a Cataluña en su ensayo de 1996 ¿Una gran ilusión? Judt establece un paralelismo entre las
regiones europeas de Baden-Württemberg, Rhône-Alpes, Cataluña y la antigua
Lombardía carolingia, autodenominadas los Cuatro Motores de Europa en un
acuerdo que firmaron en 1988. Son regiones prósperas, ninguna de las cuales
incluye a la capital del Estado, que se consideran culturalmente más próximas
entre sí que con otras regiones de sus respectivos países. Según Judt se sienten europeas, pagan sus
impuestos, están mejor educadas, tienen una ética del trabajo y una
industriosidad que no comparten otras regiones de los Estados a los que
pertenecen —regiones a las que se ven obligadas a subvencionar— y tienen poco
peso en la toma de decisiones de sus gobiernos. Como señala Kaplan,
son regiones “norteñas, que no se sienten identificadas con las que creen regiones atrasadas,
perezosas y subsidiadas del sur mediterráneo”. Vicens Vives nunca lo
hubiese escrito tan crudamente. El problema del encaje catalán en España es el del encaje de
un pueblo norteño en un país sureño. Es un problema de muy difícil
solución, agravado por la ausencia histórica de un Cavour catalán que impulsase
un proyecto nacional capaz de integrar a los demás pueblos de la Península. Es
un problema que se arrastra desde hace siglos y que no se arreglará ignorándolo
o negándolo.
Una anécdota del ya centenario
Swann ayuda a entender quién es qué en la relación con Europa. Unos parvenus amigos suyos habían tenido
la ocurrencia de contratar a unos aristócratas arruinados para ponerlos de
porteros en su mansión. Swann se lo desaconsejó, advirtiéndoles que las visitas
de calidad nunca pasarían del portal. En el debate sobre la integración en
Europa de una Cataluña independiente, los independentistas tendrían todo que
perder si el debate se situara en el terreno de la estricta legalidad de los
Tratados, pero tendrían todo que ganar si se situase en el terreno de la
legitimidad, es decir, si el debate fuese sobre quién es el parvenu. Lo más probable es que la
discusión se sitúe, llegado el caso, en un punto intermedio entre las dos
alternativas. Lo que desde Madrid se ve como un problema jurídico es, en
realidad, un problema político en el que las autoridades españolas pueden
llevarse más de una sorpresa. Quizá sea útil recordar, como precedente, la alfombra roja
que se puso a otro pata negra europeo, la también carolingia Eslovenia, para su
integración en la Unión Europea y en el euro en un tiempo récord. O la posición
europea sobre el corredor mediterráneo.
UNA MENTALIDAD MENESTRAL
Sigo con Vicens Vives, buen
conocedor de los catalanes. Y sigo con su ensayo Noticia de Cataluña, que debería ser leído y releído con mucha
atención tanto al norte como al sur del Ebro. Para Vicens lo más distintivo de la mentalidad
catalana, junto a su europeísmo, es su carácter menestral. La
menestralía, con fuerte presencia ya en la Cataluña del siglo XIII, es “una
mentalidad más que una situación, un concepto de la vida más que una forma de
ganársela”. Surge de la “gente de gremio, pueblo menor, hombre y herramienta”.
Los menestrales “acabaron ocupando un lugar entre las minorías dirigentes del
país, desde el que difundieron el espíritu originario de clase: la dedicación
al trabajo, la inclinación práctica de la vida y la limitación de horizontes” y
“constituyeron la reserva humana y social de Cataluña, la plataforma sobre la
que iban a montarse los siglos XVIII y XIX”. La mentalidad menestral sigue articulando hoy
en día una sociedad catalana que, a pesar de su complejidad actual, se sigue
reconociendo en el trabajo entendido no como “castigo divino” sino como “signo
de elección” y sigue mostrando una característica falta de ambición en su
proyección hacia el mundo exterior.
El
feudalismo catalán, surgido dentro del imperio carolingio, tuvo muy poco que
ver con el del resto de la Península. Fue mucho más robusto y “europeo”, y creó
unas instituciones que, en lo esencial, perduraron hasta principios del siglo
XVIII. Hasta el 11 de septiembre de 1714, para ser más precisos. Cuando Ortega achaca la anomalía histórica de España a la anomalía de su
feudalismo y a la baja calidad de los godos que la invadieron, se olvida del
caso catalán. Las instituciones medievales franco-catalanas fueron solidísimas,
hasta el punto de poder asimilar la mentalidad menestral sin cambiar sustanciándote,
porque la menestralía encajaba bien en el corporativismo de la época. Pero esa solidez
institucional, en ausencia de un monarca absoluto que la pusiera en cuestión
para afirmar su propio poder, fue la causa principal del estancamiento y declive
de Cataluña desde mediados del siglo XV hasta principios del XVIII.
Este declive fue tanto económico como cultural. Por poner un ejemplo de cada,
ambos apuntados por Vicens, si Cataluña no se aprovechó del comercio con
América hasta el siglo XVIII fue por falta de ambición y de emprendimiento, no
porque tuviese ningún impedimento legal para hacerlo. Se aprovechaban los
genoveses, portugueses, franceses, holandeses... pero no los catalanes. En el
ámbito cultural, los siglos XVI y XVII, siglos de oro del castellano, el inglés
y el francés, fueron un desierto para el catalán. Aherrojada por sus
instituciones medievales, respetadas hasta por el Conde-Duque de Olivares,
Cataluña dormitó durante dos siglos y medio hasta que un Borbón, Felipe V,
precipitó el cambio y la empujó hacia la modernidad. ¿Qué hubiera pasado si en
vez del Borbón hubiese ganado la guerra el Habsburgo? A mí me parece probable
que Cataluña, constreñida por sus instituciones, se hubiese perdido la
revolución industrial. Cataluña se desarrolló gracias al decreto de Nueva Planta, no
a pesar de él.
La mentalidad menestral —trabajo,
sentido práctico de la vida y limitación de horizontes— ha vertebrado Cataluña
durante cinco siglos y sigue siendo la más relevante hoy en día. Esto es
particularmente cierto para el independentismo catalán actual. Menestrales son
la monja Forcades, Carme Forcadell y Oriol Junqueras, todos ellos en la versión
casa pairal. En versión pro domo mea,
menestrales son Jordi Pujol y Artur Mas, entre muchos otros. El denominador
común de la menestralía es la nostalgia de un medioevo idealizado, el gusto por
una fuerte regulación de la sociedad y de la actividad económica —de lo que es
buena muestra el Estatuto catalán en vigor, con sus 223 artículos y 152
páginas— la
limitación de horizontes y la falta de ambición para proponer un proyecto capaz
de integrar a todos los catalanes y, también, a todos los españoles.
El modelo de
sociedad del independentismo menestral parece inspirado en el pueblo de los hobbits.
Sin embargo, proyectos ambiciosos
de catalanizar España construyendo una sociedad moderna basada en el trabajo
existieron en las segunda mitades de los siglos XVIII y del XIX. Relata Vicens cómo,
en la primera circunstancia, se produjo una auténtica diáspora de catalanes por
tierras de la antigua Corona de Castilla, colonizando Sierra Morena, renovando
las artes de pesca en Galicia y Andalucía, estableciendo sus oficios en las
ciudades de la meseta… Ilustrados como Campomanes soñaron con transformar
España adoptando instituciones catalanas. En el siglo XIX “Cataluña predicó a
las otras Españas el evangelio de la redención por el trabajo” para conseguir
el resurgimiento económico y la industrialización. El fracaso de
estos intentos provocó el retraimiento de los catalanes, que todavía dura, su
aversión a participar en el gobierno del Estado tanto a nivel político como
burocrático, que también perdura, y el fortalecimiento de la mentalidad
menestral ante la quiebra de alternativas más ambiciosas.
CATALUÑA Y ESPAÑA SE NECESITAN
Tanto España como Cataluña
necesitan desesperadamente un proyecto nacional. Como he recordado en otras
ocasiones, para Ortega una nación es un proyecto de futuro con capacidad
integradora. Ese
proyecto no lo tienen ahora mismo ni España ni Cataluña. En el primer
caso no hay proyecto para afrontar la cuádruple crisis —económica,
institucional, territorial y moral— que tiene gripada a la sociedad española. El régimen
político de 1978 está basando su supervivencia en la táctica del avestruz,
negando las crisis para no tener que hacer ningún cambio significativo. Si
no cambia de actitud, durará poco. En el caso catalán el único proyecto político explícito es el
independentista. En cierto modo, también es una manera de negar una
crisis que afecta a Cataluña de manera muy parecida a la del resto de España. En cualquier caso,
el proyecto independentista no es un proyecto integrador puesto que divide
profundamente a la sociedad catalana en dos partes de tamaño similar y de
convivencia complicada. No es, por tanto, un proyecto nacional, al
menos en el sentido que le da Ortega a este término.
España necesita a Cataluña por
dos motivos, uno en negativo y otro en positivo. En negativo, porque la ruta
previsible del presente conflicto territorial lleva a una bunkerización de
posiciones en España y en Cataluña que será la excusa perfecta para que la
clase política no aborde ninguna de las reformas imprescindibles para afrontar
con éxito los retos del siglo XXI, en particular la mejora del capital humano
necesaria para evitar la proletarización de la sociedad española en la economía
global. En positivo, porque la gran asignatura pendiente de España es la
adopción de una cultura del trabajo como opción de realización personal y no
como castigo divino. Eso lo hizo Cataluña hace muchos siglos y la emulación con
Cataluña en una casa común puede ser un estímulo importante para que España
consiga hacerlo.
Cataluña necesita a España
también por dos motivos y también hay uno en negativo y otro en positivo. En
negativo Cataluña necesita a España por una razón simétrica a la del párrafo
anterior. Las reformas que hay que hacer en Cataluña son similares a las que
hay que hacer en el conjunto de España, empezando por la de la clase política.
La bunkerización conduce a no hacerlas y a culpar al adversarios de todos los
males propios. Además, una confrontación creciente deja al independentismo como
único proyecto político posible y eso tendría efectos divisivos muy grandes
para la sociedad catalana. Lo que ahora se presenta interesadamente como una
confrontación entre Cataluña y España se revelaría como una confrontación entre
catalanes en la que los que ambicionan pensar y actuar “en grande” en mundo
globalizado quedarían marginados. En positivo, Cataluña necesita ambición.
Necesita que sus grandes empresas se hagan mucho mayores y se globalicen. Al
contrario que Baden-Württemberg o Rhône-Alpes, Cataluña no tiene grandes
empresas con proyección global y no las tiene por falta de ambición, no porque
esté oprimida o expoliada. España, cuyas grandes empresas son globales, tiene
la ambición que a Cataluña le falta. La emulación con España en una casa común
puede ser un estímulo importante para que Cataluña consiga hacerlo.
QUÉ HACER CON CATALUÑA
Por las razones aducidas en el
epígrafe anterior, el debate sobre qué hacer con Cataluña sólo tiene pleno
sentido en el marco más amplio del debate sobre qué hacer con España. Ahora
bien, si este último debate no pudiera tener lugar, porque la clase política se
negase a ello, o si fracasara el intento de construir un proyecto de futuro
atractivo para los españoles, lo mejor que podrían hacer los catalanes es
soltar lastre y plantearse el debate por separado. Por lo dicho hasta aquí,
tampoco está claro a priori que a nivel catalán pudiera consensuarse un proyecto
integrador y ambicioso pero, en mi opinión, estaría justificado intentarlo.
La actual discusión sobre
Cataluña, restringida a dos interlocutores bunkerizados, sólo sirve para
disimular tras las respectivas banderas la falta de proyectos nacionales a nivel
español y catalán. El Gobierno de España considera la cuestión catalana como un
problema estrictamente jurídico, no halla lugar en la Constitución para
autorizar una consulta y no ve necesario ni conveniente tomar ninguna
iniciativa política para proponer un nuevo encaje de Cataluña en la casa común.
Los catalanes deben conformarse con lo que hay y, además, resignarse a una
ofensiva recentralizadora y “españolizadora”. Por otra parte, el
independentismo catalán, encabezado por el Gobierno de la Generalitat, acelera
un plan para proclamar unilateralmente la independencia en algún momento de
2015. El choque de trenes parece muy probable, porque ambos gobiernos esperan
sacar grandes réditos políticos del conflicto en el corto plazo, que es el
único horizonte que parece importarles. Si el choque se produce, la
independencia de Cataluña será prácticamente inevitable, a pesar de que irá en
contra del interés general de los catalanes y de todos los españoles.
Es necesario superar esta
situación. El contencioso no debe dejarse en las solas manos de quienes no
tienen ningún interés en resolverlo. La sociedad civil debería tener un papel
mucho más activo, impulsando los necesarios debates —que van mucho más allá de
independentismo sí o independentismo no— y dando mucho más protagonismo a la
ambición en los proyectos de futuro. La clase política no está por la labor.
Las grandes empresas y las personalidades del mundo económico catalán deberían
hacer oír su voz con más fuerza, con el pluralismo que ello entraña, y lo mismo
deberían hacer las del resto de España. Madrid y Barcelona son, junto con
Milán, las grandes concentraciones humanas, económicas e industriales del sur
de Europa. Un eje de cooperación a todos los niveles entre las dos grandes
ciudades españolas es necesario para complementar y contrapesar a la gran
Banana Azul europea, que tiene su extremo sur en la ciudad del Po y termina por
el norte en Liverpool.
No parece haber nadie en el mapa
político que asuma la idea de España como nación de naciones para reconstruir
sobre ella la casa común. A mí me parece que ya es demasiado tarde —no lo era
hace cuatro años— para intentar una reforma federal de la constitución. Hay que
ser más ambiciosos y la sociedad civil también tiene que tener un papel
decisivo en este debate. No bastan albañiles: se necesitan arquitectos para
evitar que se nos caiga la casa encima.
César Molinas publicó en 2013 el libro Qué
hacer con España
3.César Molinas i els (dos) arguments contra la independència
19 January 2014
Malgrat que l’article de César
Molinas (matemàtic català, doctor en economia a San Diego -econometria- i ex
alt càrrec del PSOE a Madrid) avui a El País conté
trossos insultants (com quan equipara l’independentisme amb el poble dels
hobbits), crec que val la pena llegir-lo, sobre tot perquè conté una secció
prou interessant: la que parla de per què a Catalunya li interessa seguir
formant part d’Espanya:
Reflexions
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