En el meu Bloc
i en els Racons del Xerraire que fem
quinzenalment a Sant Martí ja fa força temps que em queixo d’una mancança que
no comprenc: Com
és que a l‘era de la informàtica les dades fiscals i econòmiques en general de
l’Estat espanyol no contenen les dades dels 3 o 4 darrers exercicis?
No em crec que aquestes dades no les tinguin
els Gobiernos de torn. El que passa és que no les publiquen!
·
Recordem que les úniques Balances Fiscals
que ha proporcionat l’Estat espanyol des de l’engalipada que ens varen fer a
tots els espanyols amb la transició fou de l’exercici 2005 però publicat el
2008! I ja han dit que no les publicaran mai més perquè els desafavoreix...
·
Recordem també que les dades més recents
dels Saldos
Fiscals de la SS espanyola són del 2010...
Vol dir que l’Estat amaga durant 3 o 4 anys
informació fiscal i financera al poble. Informació Confidencial!
D’això se’n diu Informació Confidencial que serveix per prendre decisions
al propi estat.
Avui precisament em trobo amb l’article La
discreción ejecutiva o el método de la Soledad Gallego-Díaz, on pregunta ¿a qué viene que nuestros
gobernantes nos engañen y nos dibujen un panorama próximo que no existe y que
hará que nos encontremos, una vez más, de bruces con la realidad? ¿No sería más
razonable que tomaran a los ciudadanos por personas adultas, les informaran de
lo que es razonable esperar, de acuerdo con las actuales circunstancias y
políticas, y les permitan tomar sus propias decisiones?
Creieu que és prou clar? La senyora Gallego
Díaz, comentant les opinions de Martin Wolf, jefe de Opinión de
Financial Times y uno de los analistas económicos de más prestigio en Europa, ens explica justament que ens
amaguen informació o ens la donen equivocada. Per què, pregunto
jo?
L’articulista introdueix
un concepte inquietant,
base de l’article, la “discreción ejecutiva”: Cuando las reglas están equivocadas o han sido mal diseñadas, o cuando se
han contraído compromisos
que no se van a cumplir, esa toma de decisiones discreta puede dar objetivamente
buenos resultados.(¿??!!!)
I continua:
· Resulta
imprescindible
controlar el poder del ejecutivo, obligarle a rendir cuentas con asiduidad,
especialmente sobre el grado de efectividad de sus políticas, según los
objetivos anunciados
·
Casi tan importante como que se permita el
ejercicio de los derechos individuales (expresión, manifestación, asociación…)
es que el
proceso de toma de decisiones esté lo suficientemente pautado como para que sea
posible organizar la oposición a ellas
Com es pot “controlar el poder del ejecutivo…”, si resulta que per manca de dades et falten elements de judici?
Aquí podríem citar un bon article del Readers
Digest, de quan jo era jovenet:
Explicava que un
faraó d’Egipte que volia triar un nou equip d’homes de confiança feia una prova
a cada nou aspirant que consistia a ensenyar-li un bol ple d’arena del que
emergien dues taronges i li preguntava que quantes taronges hi havia?
-Si
l’aspirant responia que n’hi havia dues li deia “No, t’has equivocat” i tot
dient això aixecava una de les taronges que resultava que només era mitja.
-Si
l’aspirant responia ràpidament dient: “Ai no, m’he equivocat, només n’hi ha
una!”, el faraó aixecava l’altra taronja que era sencera. I acomiadava l’aspirant.
Evidentment,
-Si l’aspirant
responia d’entrada que n’hi havia una, dues mitges, el faraó li deia “No, t’has
equivocat” mentre aixecava la taronja sencera
-Si l’aspirant es
rectificava a ell mateix i deia “Ai no, m’he equivocat, n’hi has dues”, el
faraó aixecava aleshores la mitja taronja i a continuació l’acomiadava.
La moralitat del conte és que:
Fins que no tens tots els elements de
judici, no pots prendre decisions!
Doncs els súbdits del Reino de España, si no
tenim les dades actualitzades no podem prendre decisions!
I ara l’article de la Soledad Gallego-Díaz:
PUNTO DE OBSERVACIÓN
La discreción ejecutiva o el
método
Soledad Gallego-Díaz en Domingo de El País
Soledad
Gallego-Díaz (Madrid, 1951). Hija de una cubana que tuvo la ocurrencia de venir
a España en 1936 y de un jiennense, matemático y comunista. Estudió periodismo
en la Escuela Oficial de Madrid. Empezó a trabajar a los 19 años en la agencia
Pyresa (Prensa del Movimiento). Tras su despido, pasó a Cuadernos para el
Diálogo, revista antifranquista. Llegó a EL PAÍS inmediatamente después de su
fundación. Fue cronista política y parlamentaria. Desde 1979 ha sido
corresponsal en Bruselas, Londres, Paris, Nueva York y Buenos Aires. Ha ocupado
el cargo de directora adjunta en diferentes etapas. También ha sido Defensora
del Lector. Actualmente es columnista y miembro del comité editorial de EL
PAÍS.
el 9 marzo, 2014 en Derechos, Economía, Internacional, Libertades, Política, Sociedad
Martin Wolf
advirtió a los países del sur que si un día había una crisis en la eurozona, se
resolvería de una manera asimétrica
A finales de los años noventa, cuando España
estaba a punto de entrar en el euro, Martin Wolf, jefe de Opinión de Financial Times y uno de los
analistas económicos de más prestigio en Europa, escribió un
artículo —entonces ardorosamente combatido, salvo por Miguel Boyer, que
compartió su tesis— advirtiendo a los países del sur, España incluida, que, tal
y como nacía la moneda única, si un día se producía una crisis en la eurozona, se
resolvería de una manera asimétrica, y que tendríamos pocas válvulas de
descompresión, salvo un desempleo masivo.
Wolf visitó esta semana Madrid para pronunciar una
conferencia sobre qué se puede esperar de la economía mundial. El analista
británico se mostró prudentemente optimista, aunque no ocultó lo que podía ir
mal: riesgo de deflación, mucho más grande en Europa que en Estados Unidos o
Japón; un frenazo en el crecimiento de China; accidentes geopolíticos (Ucrania,
conflicto China-Japón, Oriente Próximo, “o cualquier otra cosa”)…
Interrogado sobre la situación de España, alabó
los esfuerzos realizados y explicó claramente las expectativas: malas.
Es muy poco probable que España pueda volver a crecer a un 3%, como antes de la crisis, pero aunque eso fuera
milagrosamente posible, el empleo no podría volver a esas tasas “hasta los años
veinte”. Es decir, nos espera una muy lenta y dolorosa recuperación,
y la crisis ha
dejado heridas en una generación entera que no se van a curar. En
España, afirmó, la situación ha sido, y es, peor que en otros países, no solo
por el impacto de la crisis internacional en sí, sino por decisiones que se tomaron 10 o 15 años
antes y que incrementaron después sus efectos más demoledores.
Si Wolf tiene razón, ¿a
qué viene que nuestros gobernantes nos engañen y nos dibujen un panorama
próximo que no existe y que hará que nos encontremos, una vez más, de bruces
con la realidad? ¿No sería más razonable que tomaran a los ciudadanos por
personas adultas, les informaran de lo que es razonable esperar, de acuerdo con
las actuales circunstancias y políticas, y les permitan tomar sus propias
decisiones? El principal argumento en contra debe de ser,
seguramente, el electoral, pero es posible que, incluso más que esa ventaja
partidista, piensen que solo es posible tomar las decisiones que creen que
necesitan tomar si lo hacen sin debate, utilizando lo que otro economista inglés
llama, se diría que con cierta ironía, “discreción ejecutiva”.
La discreción ejecutiva, explica Jonathan White,
profesor de la London School of Economics, tiene sus cosas a favor, no se
crean. Cuando las reglas están equivocadas o han sido mal diseñadas, o cuando
se han contraído compromisos que no se van a cumplir, esa toma de decisiones
discreta puede dar objetivamente buenos resultados. Pero, aunque sea con la
mejor buena fe, sugiere White, se plantea un problema: la democracia y su obligatorio correlato de
permitir la oposición.
La democracia, coincide casi todo el mundo
civilizado, no consiste en celebrar elecciones, aunque sin ellas no hay
democracia posible. Además, resulta imprescindible controlar el poder del
ejecutivo, obligarle a rendir cuentas con asiduidad, especialmente sobre el
grado de efectividad de sus políticas, según los objetivos anunciados. Casi
tan importante como que se permita el ejercicio de los derechos individuales
(expresión, manifestación, asociación…) es que el proceso de toma de decisiones
esté lo suficientemente pautado como para que sea posible organizar la
oposición a ellas. Es decir, que la discreción ejecutiva, que funciona cada vez
más en el mundo democrático, es muy poco democrática.
¿Qué va mal con la
democracia?, se preguntaba esta semana The Economist, en una
especie de ensayo editorial de seis páginas de apretada lectura. Muchas cosas.
Se admiran modelos que son más eficientes y menos susceptibles de
estancamientos y bloqueos, por ejemplo. Sistemas de discreción ejecutiva. De tanto trivializar la
manera en la que se toman las decisiones, es posible que quienes las
protagonizan ya ni se den cuenta de ello. ¿Se habrán vuelto nuestros
gobernantes prochinos?
Soledad Gallego-Díaz
Joan
A. Forès
Reflexions
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