Benvolguts,
Corts de Cadis. El discurso del Inca Yupanqui. Aún con la patria ocupada por las tropas del imperio francés, los mejores elementos liberales de España se resistían todavía a otorgar a los americanos la libertad y la igualdad totales. Una voz salida de las profundidades de la historia americana se elevó en ese momento para definir con una frase histórica la mezquindad del liberalismo español y su incurable limitación. Un pueblo que oprime a otro no puede ser libre. Era el Inca Yupanqui.
Aquest passat estiu vaig
decidir de rellegir un llibre extraordinari que havia comprat a Buenos Aires el
1970, de títol Historia de la Nación
Latinoaméricana del politòleg argentí Jorge
Abelardo Ramos. En aquell viatge vaig estar a Buenos Aires i a Santiago de
Xile, en el període preelectoral de les eleccions que va guanyar precisament la
Candidatura d’Unitat Popular i
Salvador Allende en va esdevenir President. Per poc temps perquè el cop d’estat
de Pinotxet, amb l’ajut dels EUA, amb Nixon de President i Kissinger de
Secretari d’Estat, el va liquidar precisament l’11 de setembre del 1973.
Kissinger més endavant fou nomenat Premi Nobel de la Pau! Oximorón!
Aquest llibre, Historia de la Nación Latinoaméricana,
explica el somni de l’autor, la unificació de les diverses repúbliques
sudamericanes en una sola, somni que li venia d’entre altres de la idea i
praxis de Simón Bolívar, El Libertador. Bolívar, nascut a Caracas, va començar
la lluita per l’emancipació de Llatinoamèrica com a Nació Única, després
d’haver iniciat la lluita contra l’absolutisme imperialista borbònic de les
colònies que després varen esdevenir Venezuela, Colòmbia, Perú, Xile i Bolívia
(l’Alto Perú) i d’altres, com a nacions independents.
El llibre té 18 capítols.
Els títols són en l’Annex.
He considerat
que aquest apunt calia en aquests moments finals del nostre procés d’independència,
perquè la situació de les colònies americanes a començaments del segle XIX era
molt semblant sinó idèntica a la situació dels pobles colonitzats de la península,
concretament els que viuen i volen viure en els territoris mediterranis i de
parla catalana.
Uns tasts:
Com a bona Història o drama o tragedia els primers capítols plantegen
els personatges i expliquen la relació de l’Espanya dels segles XVI, XVII i XVIII
lligada a la colonització de les Índies. Només amb uns tasts veureu d’on ve la Leyenda negra!
El Capítol IV s’inicia amb el segle XIX i té com a títol La crisis del imperio hispano-criollo. El
capítol IV.1 de nom La España del valido
Godoy comença així:
En las últimas horas del siglo XVIII, la crisis interna
del Imperio era incontenible. La inutilidad de los esfuerzos borbónicos por
rejuvenecer España desde la cúspide sin tocar su estructura profunda, se puso
de relieve con la muerte de Carlos III en 1788. Tan sólo un año más tarde, el
triunfo de la Revolución Francesa indicaba el ocaso del absolutismo. Nada podía
esperarse ya de él cuando la burguesía y las clases populares entraban en la
historia. La era borbónica había llegado muy tarde a la vida española y se
agotaba rápidamente. Sus mejores medidas en América hispánica tuvieron el
curioso efecto de acelerar la destrucción del viejo Imperio.
El Capítol IV.2 de nom Los adelantados de
la independencia. comença així:
En Europa resonaban las marchas del ejército del Rhin y
aparecían en América los precursores de la independencia. Los Derechos del
Hombre y la revolución de las colonias británicas en América del Norte hacían
crujir el viejo orden. Los clérigos de las Indias meditaban a Rousseau. En una
rica biblioteca de 3.000 volúmenes en la Córdoba americana de fines de siglo,
un sacerdote, el deán Funes, repasaba amorosa, aunque cautelosamente, sus
volúmenes de la Enciclopedia. Las envejecidas ordenanzas españolas ya no
servían para prohibir la introducción de los tejidos del algodón británico ni
libros más inflamables que el algodón. Un propietario bogotano, Antonio de
Nariño, después de recorrer sus haciendas en la sabana, se encerraba en su
biblioteca de seis mil volúmenes para leer con pasión las sesiones de la
Asamblea Constituyente de Francia. Para su regocijo de rico erudito, posee una
imprenta en miniatura. Allí imprime en pequeñas cantidades ciertos textos que
le placen y los obsequia a sus amigos.
El Capítol IV.5 de nom El error de
la invasión militar, comença així:
Naturalmente, la cobarde corte de Madrid ofreció ciertas compensaciones
comerciales en Hispanoamérica. Pitt parecía satisfecho en ese aspecto, pues todas
sus energías estaban absorbidas por la coalición europea contra Bonaparte. La
batalla de Austerlitz tronchó sus esperanzas y quizás hasta su vida, pues
falleció en 1806. Mientras tanto, desalentado por las vacilaciones británicas,
Miranda se había hecho a la mar desde Estados Unidos para desembarcar en las
costas de su patria.
I així continua…
Hem d’arribar fins el Capítol
IV.11 de nom Las cortes de Cádiz, i
avançar fins el Capítol V.15 per arribar al text que us volia mostrar:
IV.15. El discurso del Inca Yupanqui
Aún con la patria ocupada por las tropas del imperio
francés, los mejores elementos liberales de España se resistían todavía a
otorgar a los americanos la libertad y la igualdad totales. Una voz
salida de las profundidades de la historia americana se elevó en ese momento
para definir con una frase histórica la mezquindad del liberalismo español y su
incurable limitación. Era el Inca Yupanqui, "vástago de la antigua y real
familia de los incas, pintándose todavía en su rostro el origen indiano de
donde procedía".
El
discurso del Inca Yupanqui
Dionisio Inca Yupanqui asumió la defensa de la igualdad de españoles e indios
americanos. Su discurso produjo honda impresión en las Cortes, y sería
memorable en la historia de las ideas, según señalaremos más adelante.
Es
una pieza desconocida y fue pronunciado en la sesión del 16 de diciembre de
1810. He aquí su texto completo:
"Señor: Diputado suplente por el Virreynato del
Perú, no he venido a ser uno de los individuos que
componen este cuerpo moral de V. M. para lisonjearle; para consumar la ruina de
la gloriosa y atribulada España, ni para sancionar la esclavitud de la virtuosa
América. He venido, sí, a decir a V. M. con el
respeto que debo y con el decoro que profeso, verdades amarguísimas y terribles
si V. M. las desestima; consoladoras y llenas de salud, si las aprecia y
ejercita en beneficio del pueblo. No haré, señor, alarde ni ostentación
de mi conciencia; pero sí diré que reprobando esos principios arbitrarios de
alta y baja política empleados por el despotismo, sólo sigo los recomendados
por el evangelio que V. M. y yo profesamos.
Me prometo, fundado en los
principios de equidad que V. M. tiene adoptados, que no querrá hacer propio
suyo este pecado gravísimo de notoria y antigua injusticia, en que han caído
todos los gobiernos anteriores: pecado que en mi juicio es la primera o quizá
la única causa por que la mano poderosa
de un Dios irritado pesa tan gravemente sobre este pueblo nobilísimo, digno de
mejor fortuna. Señor, la justicia divina protege a los humildes, y me atrevo a asegurar a V. M.,
sin hallarme ilustrado por el espíritu de Dios, que no acertará a dar un paso
seguro en la libertad de la patria, mientras no se ocupe con todo esmero y
diligencia en llenar sus obligaciones con las Américas: V.M. no las conoce. La mayor parte de sus diputados y de la
Nación apenas tienen noticia de este dilatado continente. Los gobiernos
anteriores le han considerado poco, y sólo han procurado asegurar las remesas
de este precioso metal, origen de tanta inhumanidad, de que no han sabido
aprovecharse. Le han abandonado al cuidado de hombres codiciosos e inmorales; y
la indiferencia absoluta con que han mirado sus más sagradas relaciones con
este país de delicias ha llenado la medida de la paciencia del padre de las
misericordias, y forzándole a que derrame parte de la amargura con que se
alimentan aquellos naturales sobre nuestras provincias europeas.
Apenas queda tiempo ya para
despertar del letargo, y para abandonar los errores y preocupaciones hijas del
orgullo y vanidad. Sacuda V. M.
apresuradamente las envejecidas y odiosas rutinas, y bien penetrado de que nuestras
presentes calamidades son el resultado de tan larga época de delitos y
prostituciones, no arroje de su seno la antorcha luminosa de la sabiduría ni se
prive del ejercicio de las virtudes.
Un pueblo que oprime a otro no puede ser libre.
V. M. toca con las manos esta terrible verdad. Napoleón, tirano de la Europa su esclava, apetece marcar con este sello a la generosa España.
Esta, que lo resiste valerosamente no advierte el dedo
del Altísimo, ni conoce que se castiga con la misma pena al que
por espacio de tres siglos hace sufrir a sus inocentes hermanos.
Como Inca, Indio y Americano, ofrezco a la consideración de V.M. un cuadro sumamente instructivo. Dígnese hacer de él una comparada aplicación, y sacará consecuencias muy sabias e importantes. Señor: ¿Resistirá V. M. tan imperiosas verdades? ¿Será insensible a las ansiedades de sus súbditos europeos y americanos? ¿Cerrará V. M. los ojos para no ver con tan brillantes luces el camino que aún le manifiesta el cielo para su salvación? No, no sucederá así, yo lo espero lleno de consuelo en los principios religiosos de V. M. y en la ilustrada política con que procura señalar y asegurar sus soberanas deliberaciones"
Dionisio Inca Yupanqui
Annex. Índex del Capítol IV
1. La España del valido Godoy.
2. Los adelantados de la independencia.
3. El plan de Miranda.
4. La política británica en las colonias españolas.
5. El error de la invasión militar.
6. Los comienzos de Canning.
7. De Carlos IV a "Pepe Botellas".
8. La revolución nacional española.
9. La parálisis de la Junta Central.
10. Ni guerra, ni revolución.
11. Las cortes de Cádiz
12. Los diputados americanos en las Cortes.
13. "Serviles" y liberales.
14. Las Juntas en América.
15. El discurso del Inca Yupanqui.
16. La respuesta española.
17. La revolución en América Hispánica.
18. La última defensa del liberalismo español.
19. Del Inca Yupanqui a Carlos Marx.
20. Marx estudia a España.
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