Benvolguts,
La Pilar Rahola continua explicant la
idiosincràsia del país del costat!
Avui parla de la percepció de corrupció o sigui de
com els habitants d’un país veuen el seu propi país.
Recordo que en temps del darrer Gobierno Aznar,
va succeir un cas similar amb la mateixa organització Transparencia Internacional que donava les
dades sobre la percepció
de corrupció a l’Estat espanyol en relació als altres països del
mon.
En l’ARA d’avui ens expliquen què és aquesta
mesura de la percepció
de corrupció.
Segons l'índex, Espanya ha perdut sis dècimes de nota i ha passat del 6,5
sobre 10 que va obtenir el 2012 a un 5,9 aquest 2013. Se situa així al lloc 40 del
rànquing dels 175
països analitzats per Transparència Internacional, 10 posicions més
avall que l'any passat, en què apareixia al lloc 30.
La Rahola ho acaba d’explicar, però jo volia
explicar l’acudit que va circular en aquella època:
Lo saben aquel que diu que el
presidente Aznar parla amb els seus ministres d’Hisenda i d’Exteriors i els diu:
No podríeu intentar influir en l’organització Transparencia
Internacional a veure si
podríem aconseguir que ens rebaixessin la posició en l’index de percepció de la
corrupció?
I ara
els raonaments de la Rahola:
Como
Siria
Pilar Rahola
La Vanguardia
OPINIÓN
Les horroriza la
idea de que España se rompa, pero no que se arrastre por el fango del
desprestigio
Aunque tengo la
tentación, paso por alto lo de Esperanza Aguirre y su loa amorosa a los
franquistas catalanes, porque ante tanta desmesura retórica ya no siento
fatiga, sino lo siguiente. ¿En qué momento esta buena mujer dejó de ser la liberal de la
derecha posible y pasó a ser adalid de la derechona de siempre? En fin, serán
cosas del ritornello, ahora que todos ellos –con el bronco Aznar a la
cabeza– quieren salvar a España de sí misma. Pero es un hecho que en
la montaña del despropósito se acumulan los voluntarios. ¿Por qué será que el
debate Catalunya-España no puede hacerse con argumentos sino entre frontones de
descalificación? Sea como fuere, hubo un tiempo en que doña Esperanza parecía
la ídem de una derecha moderna y europea. Ese tiempo, como es evidente, pasó.
Saludados los palabros
envenenados, me parece más necesario reflexionar sobre los barómetros de todo,
que dejan al todo de España por los suelos. Y no me refiero sólo a los
indicadores económicos o a los pésimos resultados en aprendizaje, a pesar de la
lógica alarma. Me refiero al informe de la oenegé Transparencia Internacional,
que hace años que publica su ranking sobre corrupción y transparencia y que, haciendo bueno el
dicho de lo que lo que va mal puede ir a peor, ha situado a España como el
segundo país, por delante de Siria, donde más ha aumentado la percepción de
corrupción. Es decir, ha aumentado la convicción ciudadana de que la corrupción
goza de buena salud y resulta impune. Teniendo en cuenta que Siria
está en medio de una guerra, y que todos los indicadores deben estar cayendo
hacia el infierno, el resultado es demoledor. Lo más interesante del
informe es que se ha disparado la desconfianza porque los ciudadanos no han
percibido ningún intento de enmienda seria, más allá de la retórica política de
rigor. Es decir,
ni dimisiones, ni independencia de las instituciones que deberían controlar la
gestión pública, ni capacidad judicial para dar el vuelco a la situación.
Leyendo este informe y otros ya conocidos, que señalan en la misma dirección,
cabe preguntarse qué significa España para todos estos patriotas que la tienen
en la boca cada minuto y medio. Gentes que disparan contra la perfidia catalana, pero nunca
trabajaron por la concordia; que hinchan su pecho de orgullo cuando alzan la
bandera mastodóntica que plantaron en el corazón de Madrid, pero aman los
sobresueldos de los escaladores suizos; que se horrorizan ante la idea de que
España se rompa, pero no les preocupa que se arrastre por el fango del
desprestigio. La verdad es que la contienda catalana es una
magnífica cortina de humo para no debatir sobre las entrañas de esa España que
dicen amar, pero manosean a su antojo. Estoy por pensar que algunos patriotas podrían autoaplicarse
la nueva ley de Seguridad, esa de la patada en la boca. ¿O es que la corrupción
no es la peor ofensa a España?
Pilar Rahola
Joan
A. Forès
Reflexions
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