Benvolguts,
Una altra elucubració sobre les espanyes!
El professor Navarro, el mes passat va explicar
la seva teoria de les tres espanyes:
· L’Espanya imperial, una sola nació “patria indivisible de todos los españoles” y que,
centrada en Madrid, su capital, excluye y niega que haya otras naciones, a las
cuales considera en la práctica como regiones de España. Los máximos herederos
de esta versión de España han sido el Ejército y la Iglesia española, aunque
una versión más moderada está ampliamente extendida en los establishments
políticos y mediáticos españoles, basados en Madrid...
· Los rojos. La España con raíces republicanas que se creía
constituida por varias naciones, con una visión no radial sino policéntrica y
poliédrica, en la que distintos pueblos y naciones pudieran convivir fraternalmente
sin exclusiones, y con el respeto a la diversidad, acentuando la riqueza de
dicha diversidad. Esta visión veía a España como una España plurinacional y
policéntrica…
· Los separatistas. En Catalunya, históricamente todas las tradiciones
de izquierda, desde la anarcosindicalista a la socialista y comunista, han
tenido esta otra visión de España, en la que la pertenencia de Catalunya a esta
España estaría corroborada por la voluntad democrática de su pueblo. Históricamente,
todas las mayores fuerzas de izquierda catalanas han defendido la
autodeterminación de Catalunya (sorprenderá a muchos lectores que las
izquierdas en España también habían apoyado este derecho durante la
clandestinidad).
Aquesta visió del professor Navarro no és la meva. Jo crec que els que ell en diu los rojos (en terminologia espanyolista), tenen
una visió republicana, però només republicana-independentista en els territoris
perifèrics o sigui en els Paisos Catalans, a Euskal Herria i podria ser que a
Galícia. En l’Espanya profunda, que des de fa gairebé 80 anys està en estat de
xoc, hi domina la concepció una-grande-libre del franquisme sociològic que tot ho
impregna ja que
han mamat franquisme i borbonisme que és el mateix durant aquests 80 anys.
Sembla, per tant, segons el meu criteri, que
la població espanyola pugui respondre a un esquema semblant a les dues
preguntes del referèndum:
1.
Primera: Monarquia o república. Els que puguin haver
triat monarquia ja estan bé com estant.
2.
Segona: I qui hagi triat república
pot ara triar entre república federal o república independent.
La meva percepció parteix de la meva història:
Al nostre país, quan jo era petit, als anys 40, tenia tothom molt clar que els que havíem
perdut la guerra érem rojo-separatistas y judeo-masónicos, tal com el
règim franquista no va parar mai de titllar-nos. I, de fet ja ens hi trobàvem
bé en aquesta definició! En altres parts de la península poden eventualment manifestar-se
republicans però ni entenen ni admeten que Catalunya i Euskadi pretenguin
recuperar el que varen anar perdent des dels Reis Catòlics cap aquí!
Pel que respecta al desig d’independència de
Catalunya el professor Vicenç Navarro explica a la seva manera (que no és la meva)
la situació i suggereix que l’independentisme ha crescut per mor dels que a Catalunya: Hay muchísima gente que se siente tanto española
como catalana, y que hoy está concluyendo que no quiere ser parte de este
Estado español que no acepta ninguna otra versión de España que la que existe
hoy. Y de ahí surge el enorme crecimiento del movimiento independentista…
I ara l’article:
Dos versiones distintas de lo que
es España, de Vicenç Navarro en Público
el 19 noviembre, 2013 en Derechos, Libertades, Política, Sociedad
OPINION
En España ha habido siempre dos concepciones de
España. Una que
monopoliza el concepto de nación, “patria indivisible de todos los españoles” y
que, centrada en Madrid, su capital, excluye y niega que haya otras naciones, a
las cuales considera en la práctica como regiones de España. Tiene
una visión radial de España, y es heredera de la España de siempre, la España imperial
que conquistó América Latina e impuso su cultura, lengua y civilización.
Originalmente, tenía una concepción racista, lo cual se reflejó en el hecho de
que durante muchos años se definiera el Día Nacional, el 12 de octubre, como el
Día de la Raza,
celebrando así la conquista de América Latina.
Los máximos herederos de
esta versión de España han sido el Ejército y la Iglesia española, aunque una
versión más moderada está ampliamente extendida en los establishments políticos
y mediáticos españoles, basados en Madrid. Esta visión, profundamente
nacionalista y excluyente, fue la que ganó la Guerra Civil, y era la de los
que se llamaron a sí mismos “los nacionales”, que consideraban que defendían a la
Patria española contra “los rojos” y contra “los separatistas”, definiendo como
tales a aquellos que no eran nacionalistas españolistas (ver mi
artículo El nacionalismo españolista). La mayoría de las derechas en
España han promovido siempre este nacionalismo españolista, aunque sectores de las
izquierdas también han hecho suya una versión ligeramente modificada de esta
España. Es esta España la que aparece en la Constitución, que la define como
una nación
única, patria indivisible de los españoles, asignando al Ejército (es decir, a
la fuerza física) la misión de imponer esta concepción de España.
Pero ha habido en la historia de España otra visión de
España, la España con raíces republicanas que se creía constituida
por varias naciones, con una visión no radial sino policéntrica y poliédrica,
en la que distintos pueblos y naciones pudieran convivir fraternalmente sin
exclusiones, y con el respeto a la diversidad, acentuando la riqueza de dicha
diversidad. Esta visión veía a España como una España plurinacional y policéntrica. Como
ocurre en varios países federales y confederales en los que he vivido, las
administraciones del Estado central pueden estar en otras capitales distintas a
las del centro (en EEUU, la Seguridad Social no tiene la sede en Washington,
sino en Baltimore. Y el Centro Federal de Investigación y Vigilancia Sanitaria
en Atlanta. Y así un largo etcétera).
Hay una larga historia de esta otra versión, más arraigada en las izquierdas, por cierto,
que en las derechas, y, como es de esperar, más desarrollada en la periferia
que en el centro.
En Catalunya, históricamente todas las tradiciones
de izquierda, desde la anarcosindicalista a la socialista y comunista, han
tenido esta otra visión de España, en la que la pertenencia de Catalunya a esta
España estaría corroborada por la voluntad democrática de su pueblo. Históricamente,
todas las mayores fuerzas de izquierda catalanas han defendido la
autodeterminación de Catalunya (sorprenderá a muchos lectores que las
izquierdas en España también habían apoyado este derecho durante la
clandestinidad). En su versión más reciente, el Presidente de la
Generalitat de Catalunya Pasqual Maragall fue la figura más visible de esta
visión de España, y fue su intento, fallido, el de convencer al socialismo
español de aceptar la posibilidad de establecer esta otra versión de España.
Sus dificultades fueron enormes, pues casi nadie, en realidad nadie en el socialismo español,
quería hablar de esta otra versión, lo cual no deja de ser
sorprendente porque, tal como acabo de resaltar, el PSOE, durante su
clandestinidad, había aceptado esta versión poliédrica, plurinacional, de
España. Y lo
mismo había ocurrido con el Partido Comunista español.
El hecho de que abandonaran dicha versión de
España se debió primordialmente a las presiones de la Monarquía, heredera de la Dictadura, y
del Ejército (el heredero del Ejército golpista del 36). La
Transición, lejos de ser modélica, fue muy inmodélica, pues se hizo en términos de un desequilibrio enorme
de fuerzas, ya que las fuerzas ultraconservadoras que habían controlado el Estado
durante la dictadura tenían un enorme dominio de tal Estado y de la mayoría de
medios de información. Las izquierdas, que habían liderado las
fuerzas democráticas, sin embargo, acababan de salir de la clandestinidad. La Transición no
fue, por lo tanto, resultado de un proceso equilibrado, sino de un proceso
dominado por las fuerzas ultraconservadoras y supervisado por la Monarquía y
por el Ejército. De ahí que la Constitución fuera resultado de ese
desequilibrio.
Es lógico que en estas circunstancias las fuerzas
conservadoras impusieran su versión de España, la nacionalista españolista. Repito,
pues, que la España de la Constitución es la España de una sola nación (por
mucho que hable de nacionalidades), patria indivisible de todos los españoles,
negando el carácter plurinacional del Estado español. Asignaba al Ejército la
responsabilidad de garantizar esta unidad y esta visión nacional y nacionalista
del Estado español. La constante referencia a la Constitución como la pared que no se puede
saltar, frenando todo proceso de cambio de aquella visión de España,
y la constante cantinela de que “no está en la Constitución” o “la Constitución no lo
permite”, son la excusa para la perpetuación de este nacionalismo. Y cada vez que se
pronuncia, está la imagen del Ejército, que no permitiría otra España.
Es más que paradójico y
sumamente incoherente que este argumento lo utilicen también voces de
izquierda. Esta alianza pseudopatriótica entre los herederos
de los vencedores y estas voces de izquierda (excluyendo como españoles a los
miles que lucharon por otra España) es un escarnio a los que lucharon contra la Dictadura para
establecer una España republicana, que la había derrotado para impedir la
aparición de esta otra versión de España. En realidad, este bloque
supuestamente superpatriota es un bloque que defiende intereses particulares
bien visibles y reconocibles. Tienen su centro en el establishment madrileño,
uno de los mayores beneficiarios de aquel nacionalismo españolista que tiene
una concepción radial del Estado. Hoy, ir en tren de Barcelona a Madrid lleva poco más de dos
horas. Ir de Barcelona a Bilbao, la misma distancia, lleva algo más de seis
horas. Naturalmente que el establishment españolista, basado en
Madrid, no ve ninguna explotación en este hecho (y me estoy refiriendo
críticamente al establishment españolista basado en Madrid y no a la excelente
población madrileña a la que tengo en mayor estima y aprecio).
El hartazgo con el
nacionalismo españolista
El comportamiento de la derecha post
franquista, hoy en el gobierno central, con la ayuda de las voces del
nacionalismo excluyente de izquierdas (que cepillaron el Estatuto para que
estuviera conforme con la Constitución supervisada por el Ejército) ha creado
un hartazgo tal en Catalunya que solo una minoría de la población está a favor
de mantener la situación tal como está. Y un 82% desea tener voz para decidir
cuál es la articulación institucional deseada entre Catalunya y el resto de
España. Y es obvio que la intransigencia del establishment político-mediático
españolista está radicalizando a la población. Hay muchísima gente que se siente tanto
española como catalana, y que hoy está concluyendo que no quiere ser parte de
este Estado español que no acepta ninguna otra versión de España que la que existe
hoy. Y de ahí surge el enorme crecimiento del movimiento independentista.
El establishment españolista basado en Madrid es una fábrica de
independentistas. Es interesante ver el miedo de dicho establishment a que haya
un referéndum en Catalunya para conocer lo que la población catalana desea. La gran mayoría de
gente en Catalunya desea que se realice tal referéndum. ¿Por qué el gobierno
central y el PSOE tienen tanto miedo a ese referéndum? Supongo que debe
ser porque asumen que ganaría la independencia. Personalmente, no
creo que el resultado fuera este. Pero lo que sí sé es que si saliera
independencia, sería resultado del enorme hartazgo, bien merecido, del enorme
domino del nacionalismo españolista en el Estado español. No es en Catalunya,
sino en el resto de España, donde hay que buscar las causas del crecimiento del
independentismo. Esto es también obvio. Pero, predeciblemente, esto es demasiado
complejo para que el establishment político-mediático españolista lo entienda.
Vicenç Navarro. Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas
Públicas. Universidad Pompeu Fabra.
Joan
A. Forès
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