Benvolguts,
El profesor Vicenç
Navarro ens torna a donar una lliçó de sabiduría. Va començar recelant del nou
Papa, després d’un temps el van convèncer que durant la dictadura argentina no
va denunciar els dictadors i els seus sicaris per tal de protegir altres
cristians. Finalment, a través del que va dir el nunci Amato se n’ha adonat de
l’evidència de què el Vaticà, la Conferència Episcopal Espanyola, els cardenals
espanyols, tothom era conscient que l’Església havia sigut bel·ligerant des de
molt abans de la dictadura del Primo de Rivera. Per quins secrets interessos?
Los silencios del Papa Francisco
Vicenç Navarro en Público
el 17 octubre, 2013 en Derechos, Libertades, Política, Religión, Sociedad
OPINION
Cuando el nuevo Papa fue elegido por los
dirigentes de la Iglesia Católica, hubo una respuesta muy favorable de la
mayoría de medios de información (que son también medios de persuasión),
consecuencia de un estilo muy diferente a sus antecesores, y a unas posturas
que señalaban un Papado distinto. Algunas voces, sin embargo, expresamos
nuestras reservas (ver mi artículo “Posibilidades y limitaciones del nuevo Papado, de Francisco”, Público, 05.09.13), basadas en el
silencio que el Obispo argentino Bergoglio había mantenido frente a las
brutales violaciones de los derechos humanos hechas por la dictadura argentina
(brutalidad ejercida frente a los resistentes a aquel régimen, que se había
establecido en aquel país en defensa de sus grupos más privilegiados). Dicho silencio
parecía traducir una falta de sensibilidad hacia las violaciones de derechos
humanos realizadas por dictaduras próximas a la Iglesia Católica.
Inmediatamente aparecieron respuestas a nuestras
reservas, acentuando que tal prelado, el Obispo Bergoglio, no había colaborado
con la dictadura (a diferencia de gran número de jerarcas de la Iglesia Católica argentina)
y que su silencio respondía más a un deseo táctico de, con su silencio, poder
ayudar a las víctimas, justificando así que no denunciara públicamente a los
verdugos de tales víctimas. Tengo que admitir que no me convenció mucho esta
respuesta, dada por muchas autoridades de la Iglesia cuando se les critica su
silencio frente a dichas violaciones.
Ahora bien, las
declaraciones hechas por el Papa Francisco durante el inicio de su Papado
parecían confirmar que el silencio que adoptó frente a la dictadura argentina
podía deberse, después de todo, a su tacticismo. En varias
ocasiones ha alentado a los creyentes católicos a que no se limiten a
ayudar a los pobres, sino que vayan más allá y trabajen para eliminar las
causas de la pobreza, interviniendo activamente en política si ello es
necesario. Es
más, en varias ocasiones ha señalado que entre las causas de la pobreza está la
explotación del mundo del trabajo por parte del mundo del capital en su
búsqueda insaciable de incrementar sus beneficios. Esto, y el hecho
de que ha mostrado comprensión, cuando no simpatía, por la teología de la liberación, parecería confirmar que mis
reservas estaban infundadas. El silencio del Cardenal Bergoglio era un silencio táctico,
provisional, justificado por una situación especial.
Sin embargo, algo ha ocurrido que permite dudar de
lo que motivó aquel silencio, pues este silencio se ha repetido de nuevo frente a las
barbaridades cometidas por el golpe militar del 1936 en España y de la
dictadura que estableció, que se caracterizó por una enorme brutalidad
(ver mi artículo “La guerra civil no ha terminado”, Público, 08.10.13). Por cada
asesinato político que cometió Mussolini, Franco cometió diez mil. Como resultado de
una represión sistemática del Estado fascista, miles y miles de españoles
republicanos, defensores de un gobierno democráticamente elegido, fueron
asesinados, torturados y/o exiliados, con muchos de los muertos republicanos
(114.000), todavía en paradero desconocido.
Se tiene que asumir que el Papa Francisco sabe que
una asociación
que apoyó aquel golpe militar y la dictadura que le siguió fue precisamente la
Iglesia católica. La evidencia de que ello fue así es enorme. Las declaraciones
de las máximas autoridades eclesiásticas pidiendo la rebelión del Ejército y de
los creyentes frente a un gobierno democráticamente elegido y su apoyo a la
represión (que llegó a llamar Cruzada) son por todos conocidas. En
realidad, la Iglesia fue más allá de colaborar con aquel régimen. La Iglesia no fue
colaboradora, sino parte esencial del régimen. Era parte del Estado
dictatorial. Y se benefició enormemente (en sus intereses terrenales y
empresariales), resultado de esta identificación con el Estado dictatorial. La
evidencia conocida muestra también que, como parte de aquel Estado, la Iglesia
intervino directamente en la represión de los perdedores de aquel conflicto,
formando parte de los tribunales que daban órdenes de fusilamiento y
encarcelamiento. Es más, hay también evidencia de que entre los supuestos mártires
homenajeados en Tarragona, había gran número de individuos que dirigieron
directamente tal represión (ver el artículo “Beatos y Cínicos”, de José
Mª García Márquez, en Público,
14.10.13)
Estos hechos están ahí para que lo puedan ver
todos los que quieran verlo. Pero la Iglesia Católica y el Vaticano, dirigidos ahora por
el Papa Francisco, no quieren verlo y/o están mintiendo deliberadamente.
Y no hago esta acusación sin conocimiento de causa. El Cardenal Amato, representante del
Papa Francisco en el evento, mintió en varias ocasiones en su discurso, utilizando un
lenguaje de Cruzado, idéntico al existente, todavía hoy, en la cúpula de la
Iglesia Católica, y que es idéntico al que utilizaron los golpistas para
justificar su acción militar frente a un gobierno democráticamente elegido.
Es sorprendente que este discurso (de que aquel conflicto era un conflicto
entre Jesús y su Iglesia por un lado, y una “ideología diabólica anticristo”,
por otro) se esté todavía pronunciando, y lo que es todavía más vergonzoso es
que dicho discurso se presente como una “llamada a la reconciliación”.
¿Reconciliación con quién?
¿Con los familiares de los asesinados republicanos que todavía no saben dónde
están sus muertos, asesinatos en los que colaboró y/o participó la Iglesia y
que ahora, en el periodo post-dictatorial, esta institución se ha opuesto a la
Ley de la Memoria Histórica, dificultando tanto el hallazgo como el
reconocimiento y homenaje a esos “mártires” de la democracia? La incoherencia
y/o hipocresía que la Iglesia puede llegar a alcanzar es extraordinaria. Y lo que es
igualmente vergonzoso es que también hablaron de reconciliación los ministros
del gobierno del PP, que han vaciado la Ley de Memoria Histórica y han hecho
todo lo posible para que no se pueda encontrar a los desaparecidos. Esto es la
marca España, motivo de vergüenza (si tuvieran tal capacidad) a nivel
internacional. ¿Cómo puede el Papa guardar silencio frente a esta realidad?
En realidad, es imposible que el Papa no conozca
tales hechos. De
ahí que las mentiras de sus representantes y su silencio sean una enorme ofensa
e indignidad a toda persona con sensibilidad democrática. La verdad
existe y es fácil de comprobar. La Iglesia, en defensa de sus intereses materiales, y como
empresa humana, defendió sus intereses y privilegios (la Iglesia era una de las
mayores propietarias de la tierra en España, oponiéndose a muerte a la reforma
agraria que afectó su propiedad) y se opuso al gobierno republicano porque
estaban perdiendo privilegios empresariales. Es ahí donde radica su
oposición a la República. La represión republicana poco tuvo que ver con las
creencias religiosas (pues otras religiones pudieron ejercer su culto sin
ningún obstáculo), sino que se debió al comportamiento de tal empresa –la Iglesia- en
oposición y en defensa de sus beneficios materiales.
El representante del Papa
Francisco estaba mintiendo cuando alababa la Cruzada, presentando sus mártires
como inocentes, pues es imposible que no conociera la verdad. Decir
que la Iglesia no intervino en el golpe militar y que no fue un eje fundamental
de la dictadura, es una falsedad y una mentira, y la Iglesia lo sabe. De ahí que es
imperdonable que, una vez más, el Papa Francisco mantuviera su silencio, un silencio
doblemente culpable, pues es un silencio, no solo frente a un régimen de enorme
brutalidad, sino frente a un régimen apoyado inmensamente por la Iglesia.
Mantener un silencio ante esta situación es ser cómplice de aquellos horrores.
Pero además de cómplice, el Papa expresa una
enorme incoherencia que, por desgracia, resta credibilidad a su postura en
defensa de los pobres. La brutal represión en España fue precisamente frente a un
gobierno, el gobierno del Frente Popular (que tuvo católicos entre sus
miembros), que se caracterizó por su lucha en contra de la pobreza, lucha que
le tuvo que enfrentar a los intereses materiales de la Iglesia. De
nuevo la evidencia de ello es abrumadora.
Una última observación. Es de un enorme cinismo que las autoridades del
Estado español y de la Generalitat, hoy gobernados por las derechas (que han
diluido el compromiso que el Estado había adquirido en encontrar a los
desparecidos republicanos), presenten también el acto de beatificación como un
acto de reconciliación.
Vicenç Navarro. Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas
Públicas. Universidad Pompeu Fabra.
Joan
A. Forès
Reflexions
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