Benvolguts,
En Cotarelo s’ha agafat molt seriosament de fer de cronista
de l’avanç del poble català cap a l’alliberament de l’ancien régime, sense revolució
francesa, més
aviat com a emulació de la separació de les Colònies americanes del jou
britànic (We,
the people...) , sense guerra, sense decapitacions
de borbons, com s’escau a l’època actual, cap a la desaparició dels
lligams amb el franquisme,
exercits pel règim del 78 i cap la instauració
de la República Catalana.
Avui ha fet un nou
apunt amb els coneixements, els esments i les anècdotes que surten dels seus
coneixements enciclopèdics:
12/01/2016
Cotarelo. A toda màquina
La emoción de un momento histórico y la perplejidad de una bufonada.
Es
conocidísima la frase de Marx en el 18
Brumario de que la historia siempre se repite, una vez en forma de
tragedia y otra de farsa. Pero
no hace falta esperar a la historia. Esa dualidad puede ser también coetánea y
contemporánea, en el presente. En un país pueden coexistir dos realidades,
una trágica, otra cómica; una seria, otra burlesca; una solemne, otra una
farsa. Es exactamente lo que está pasando ahora mismo en España. De un lado, una
parte, Cataluña, vive un momento trascendental en su historia, el del
alumbramiento de un nuevo Estado, una República catalana; del otro, el resto
del Estado asiste perplejo y abochornado al espectáculo de un presidente del
gobierno que parece de ópera bufa y termina una inenarrable comparecencia con
un Muchas tardes
y buenas gracias, y un juicio en el que la heredera del trono real en
6º grado debe responder de unos presuntos delitos en una sala presidida por un
retrato de su hermano.
Ayer tomó
posesión de su cargo el nuevo presidente de la Generalitat con la fórmula de prometer
lealtad al pueblo de Cataluña, pero no a la Constitución vigente ni al Rey.
La marcha de Cataluña hacia la independencia adquiere ímpetu y más velocidad.
Palinuro ha dado cumplida cuenta de los tensos momentos vividos en días pasados
en los que, con sus más y sus menos, la clase política catalana ha mostrado una
voluntad, una capacidad de acción y una altura de miras al servicio de su
proyecto nacional
que claramente prueban una vez más que Cataluña no es
España y ya quisiera España ser Cataluña.
Como su
intención es seguir actuando de cronista de este proceso de emancipación en el "país vecino", como dicen mis amigos de
ERC, señalo que esa toma de posesión del centésimotrigésimo presidente de la
Generalitat vino precedida por un discurso de despedida del anterior, Artur
Mas, quien tuvo la presencia de ánimo y el sentido del humor de afirmar que él "sí agradecía los servicios
prestados a todos", un todos en el que estaba incluido el Rey de España
quien, sin embargo, no había tenido la gallardía de reconocérselos a él.
No hace falta añadir que en la alocución de Mas y
la toma de posesión de Puigdemont, los representantes del Estado, esto es, la delegada del
gobierno y el ministro del Interior, mantuvieron un gesto hosco y agrio y no
aplaudieron. Mostraban así, por si hacía falta, con cuánto desagrado
se ve en España que los políticos prometan lealtad al pueblo antes que a un
Estado que repudian, razón por la cual pretenden edificar el suyo.
Cotarelo
Joan A. Forès
Reflexions
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