Benvolguts,
L’Espanya eterna va al seu aire. Avui al directe.cat expliquen que Espanya
pretén bloquejar el Brèxit a la Gran Bretanya perquè hi ha Gibraltar
entremig...
Fa un parell de mesos el
primer ministre de Gibraltar deia que “abans
de ser espanyols es glaçarà l’infern”.
I així “ad infinitum...”.
Vegem l’article de Suso
de Toro que es queixa que amb els impostos dels espanyols que parlen catellà i
dels que parlen andalús i dels que parlen extremeny i dels que parlen gallec i
dels que parlen català i dels que parlen euskera, es financen els Premis
Cervantes a qui
escrigui en castellà i només que en castellà.
Somos 400 millones!
Recordo que en temps del
Wert, per fer-se el simpàtic, aquest va proposar dadivosament de digitalitzar els llibres antics de la
Biblioteca de Catalunya, excepte els que fossin escrits en (dialecto) català...
Todos al suelo, coño!
Vegem l’article del Suso:
La España
excluyente. El Premio Cervantes, por ejemplo
El Cervantes lo
pagamos con nuestros impuestos los súbditos de este reino, pero una parte de
esa ciudadanía está excluida de forma fáctica y simbólica del premio
07/12/2016 - 20:49h
Los escritores cargan con las responsabilidades
derivadas de sus obras, que pueden ser una carga tan pesada como su arrogancia;
sin embargo, en la medida en que aceptamos los premios, también aceptamos su
argumento, su carga ideológica. La institución otorga un reconocimiento a la
figura premiada y, a su vez, la figura premiada reconoce y otorga credibilidad
a la institución. Es por ello que hay quienes rechazan un premio u otro por
venir de un Estado o una institución que repudian o no reconocen. Es parte de
las muchas relaciones entre literatura y poder y entre escritores y política y,
aunque queramos, no podemos escapar completamente a asumirlas.
Pero, como toda institución política, un premio
que otorga un Estado también puede ser cuestionado por cualquier ciudadano de ese
Estado aunque no opte a él, permitan que diga que el Premio Cervantes expresa
perfectamente a un Estado con una cultura nacional excluyente, el Estado
español. El "Cervantes", el Premio de Literatura en Lengua Castellana
Miguel de Cervantes, claramente el premio de mayor rango institucional que
otorga el Reino de España desde 1976, responde a una política de la lengua y de
Estado que tiene lógica, pretende rentabilizar simbólicamente el dominio de
España sobre la lengua "castellana" o "española" que es también
la de otros Estados americanos.
Eso va acompañado cada año con la reivindicación
de la "universalidad" de
la lengua castellana, refiriéndose a esos Estados y a los millones de personas
que lo hablan y lo escriben. En consecuencia, cada año se premia por su obra
literaria a un escritor o escritora en lengua
castellana de cualquier lugar de España o América, tenga o no nacionalidad
española.
El Premio Cervantes lo
pagamos con nuestros impuestos los súbditos de este reino, todas las personas
que tenemos ciudadanía española; sin embargo, una parte de esa ciudadanía está
excluida de forma fáctica y simbólica del premio. Los escritores y escritoras con nacionalidad española que escriban en su
lengua, siendo ésta distinta del castellano, no son considerados como posibles
candidatos al premio. El año pasado lo recibió un escritor mexicano y este año
uno barcelonés, pero si éste hubiese optado libremente por escribir en catalán
en vez de en castellano no habría recibido el galardón. El autor de El Quadern gris, por ejemplo, uno de
los mejores libros del siglo XX español, estaría excluido si viviese.
Se puede argüir que la finalidad del premio es
cumplir esa función de política de Estado, pero hay una cosa que se llama
democracia y ésta se rige por principios de igualdad entre ciudadanos. No me voy a referir
a los conceptos de justicia, respeto e incluso elegancia y educación, prefiero
preguntar: ¿es justo que a un autor se le excluya por razón de su lengua del
premio que da el Estado al que pertenece? ¿Debe pagar su parte o, al
menos, se le deducirá en los impuestos? Si a un trabajador autónomo de otra
profesión, instalaciones eléctricas, fontanería, hostelería, ingeniería,
asesoría fiscal..., se le dijese que está excluido de participar en un concurso
público por razón de su religión, idea política o lengua todo el mundo
entendería que es injusto. A los escritores les ocurre lo mismo, si les hacen
cosquillas ríen como todos y si se les pincha, sangran como todos.
El Estado actúa de ese
modo tan arbitrario con toda naturalidad con el Premio Cervantes y, como esa
ideología de un nacionalismo chovinista se manifiesta de modo preferente en la
política de la lengua, supongo que nadie se plantea que eso no es justo ni
correcto, pero lo es. Y si hay una obra literaria escrita
en otra lengua existente dentro de este estado que tenga carácter "universal" y eso no lo
confiere el número de hablantes, el deber del estado es reconocerla y aún
premiarla y promoverla como algo propio de lo que sentir orgullo compartido. No
todo va a ser la selección de fútbol.
De antemano sé que eso ni es ni va a ser así, que la idea dominantes es que
una persona de un estado americano de habla castellana es más español que
alguien que tenga ciudadanía española y tenga por suya una lengua distinta del
castellano. España es así y veo que no quiere cambiar.
Esto no es una celebración de los premios de
carácter político institucional, eso es tema aparte, ni mucho menos quiero
discutir los fallos de esos jurados, por el contrario me alegro de que este año
lo reciba Eduardo Mendoza, autor de una obra muy digna y una figura que
difícilmente puede caer antipática. Solo quiero recordar que quienes entronizan
"el sentido común", el
"como Dios manda", "en los países normales"..., lo que
hacen es negar lo que es justo y excluir a quienes ni piensan ni son como
ellos.
Y, como por ahora me dejan decirlo en algún sitio como este, lo digo.
Suso de ToroJoan A. Forès
Reflexions
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