Benvolguts,
Aquesta història és
de fet un gran assaig sobre la colonització espanyola de Sudamèrica, amb la
idea omnipresent que ens explica l’autor i que ja tenia el Libertador Simón Bolívar
de convertir tota la Sudamèrica colonitzada pel Reyno de Castilla en un sol i
gran estat i no, per tant, en una mena d’amalgama de microestats.
Per recordar què és i
què no és una colonització veiem en aquest capítol només el tracte inhumà (genocidi)
aplicat als indígenes de l’Amèrica del Sud, en aquest cas els de l'Altoperú
i concretament la vila de Potosí de 100.000 habitants
(Madrid en tenia 5.000 a la mateixa època) vegem en el llibre
de Jorge Abelardo Ramos Historia de la Nación Latinoamericana el
capítol VII-10.
Aquesta digressió és
llarga però considerem que indispensable per mostrar el panorama de la “colonització”
de les índies.
D’aquest llibre també
en vàrem extractar el discurs de l’Inca Yupanqui a
les Corts de Càdis.
Vegem aquest capítol:
En las minas altoperuanas trabajaban más de 15.000
indios mitayos, que eran reemplazados a medida que morían en el fondo de las
minas. Los antiguos súbditos del Imperio incaico estaban obligados a prestar servicio forzoso en la extracción
de mineral. Fueron inútiles todas las tentativas jurídicas de la Corona
para reducir la crueldad de ese gigantesco proceso de genocidio. Tanto los españoles como los criollos de las clases
propietarias de minas en el Alto Perú frustraron por su peso social toda
tentativa de reforma. Aquellos indios que no
morían en las minas, eran retenidos con diversos pretextos, cuando habían
cumplido ya su turno hasta que morían trabajando.
Al anunciarse los llamados a una mita, parte de los indios abandonaban a sus mujeres e hijos y
se escondían en la cordillera. Eran buscados con milicias armadas y tropas
de reserva, con la ayuda de caciques de indios (verdaderos cipayos quechuas) hasta, que se reducía
por la fuerza a los alzados. "Así, los mitayos
eran conducidos a la muerte con seguridad, sin dejar de oír misa los domingos".
Cuando llegaba el momento de concurrir a la mita, los indios que no
habían huido salían a la plaza acompañados de sus padres, parientes y amigos.
Se abrazaban mutuamente entre lágrimas y sollozos, después de recibir la bendición del cura ante la puerta de la Iglesia: "aumenta lo funesto y lúgubre de esta escena el son de
los tamborcillos y de las campanas que empiezan a hacer la señal de
rogativas".
La mayor parte no regresaba jamás. Se llegó a temer la extinción de la población indígena. Los
propietarios mineros se disputaban con los propietarios de tierras la mano de
obra indígena lo que originó innumerables conflictos en la política lugareña
altoperuana.
Tres siglos después del célebre debate de
Valladolid entre Bartolomé de las Casas y Juan de Sepúlveda sobre los
indios, se replanteaba la cuestión. El fiscal en la Audiencia de Charcas
y defensor de indios Victoriano de Villalba sostenía que la mita había
logrado prevalecer porque "la causa de los
ricos siempre tiene muchos abogados y la de los infelices apenas
procuradores".
Pero en el Intendente de Potosí se
encarna otro Ginés de Sepúlveda. Francisco de Paula Sanz ataca al
Fiscal afirmando que los indios
"realmente no habían progresado desde los días de la conquista y no eran
menos ociosos y estúpidos que antes. Admitida esa holgazanería, el servicio de
la mita era útil y conveniente para los indios, pues los ponía en contacto con
la Sociedad civilizada y los hacía trabajar por un salario".
Jorge Abelardo
Ramos
Joan A. Forès
Reflexions
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