Benvolguts,
Una rastellera de
veritats que en Ramón Cotarelo li estampa en els morros del Felipe6 en una
carta que esdevindrà famosa. Com el discurs de Fidel Castro La Historia me absolverá, en la
seva autodefensa del judici del règim del dictador Fulgencio Batista a la
caserna de Moncada:
Hi trobo en Cotarelo massa condescendent:
·
Parla de l’actual Gobierno espanyol ese sí, elegido por sufragio
universal. Resulta que
no n’hi ha prou amb el sufragio universal. Fa pocs dies citàvem una
frase de l’Hèctor López Bofill que
deia: A
Espanya no s’usa l’Imperio de la Ley sinó la Ley del Imperio! Frase que ha sigut repetida pels manaies del Gobierno
aquests darrers dos o tres dies! I nosaltres
continuàvem, amb un discurs molt semblant al del Cotarelo:
o A
la Transició ens varen furtar dues coses: La forma d’estat que hauríem volgut i amb qui ens hauríem
volgut ajuntar i amb qui no ens hauríem volgut ajuntar, per crear el nou estat
I en Cotarelo acaba amb una altra frase idèntica
a la usada per Suso de Toro en l’apunt
d’ahir: Muchos
otros, si pudiéramos, haríamos lo mismo. No quieren, no queremos, vivir otra
vez el franquismo. Y usted, le guste o no, lo representa.
Carta abierta a Felipe VI.
Estimado señor: en 1716, un antepasado suyo, Felipe V, abolió de
un plumazo los derechos y libertades catalanas tras someter Barcelona mediante conquista militar.
Trescientos años después quiere el destino que venga usted a impedir que los
recuperen.
Acaba
usted de espetar un discurso a un gobernante democrático, elegido por las
urnas, como usted no lo ha sido,
cuyo contenido esencial reside en recordar la
necesidad de respeto al principio de supremacía de la ley, sin el cual, no es
posible la sociedad civilizada.
¿Con qué autoridad
dice usted eso a un presidente que, como él mismo señaló en una entrevista
posterior, nunca se ha saltado la ley? Contestemos a esta
fastidiosa pregunta.
Su autoridad
personal en la materia que, a fuer de republicano, este blog no reconoce, es
inexistente.
Su
poder viene directamente de la designación de un militar golpista, un
delincuente perjuro que se alzó contra su gobierno
y usted no ha tenido el coraje ni la gallardía de
refrendarlo mediante una consulta a la ciudadanía,
un referéndum en el que esta decida si quiere seguir con la monarquía o
prefiere la República, el último régimen legítimo que hubo en España, pues el
suyo no lo es.
Usted
carece de autoridad pero se hace eco de la del gobierno español,
ese sí, elegido por sufragio universal. Es este quien ha
enviado a usted a Cataluña a recitar el catón elemental del Estado de derecho:
el respeto a la ley, que a todos nos obliga, incluidos los gobernantes.
En términos abstractos esto es cierto. En términos
concretos, aquí y ahora, en España, no solo no lo es, sino que es una burla.
El
gobierno que exige a Mas el cumplimiento de la ley, la cambia a su antojo,
unilateralmente, sin consenso alguno, valiéndose de su rodillo parlamentario cuando le
conviene, de forma que esa ley ya no es una norma de razón universal, general y
abstracta que atienda al bien común, sino un dictado de los caprichos del
gobierno del PP que, como sabe usted perfectamente, es el más corrupto,
arbitrario e incompetente de la segunda restauración. Un solo ejemplo lo aclara: el mismo día que el presidente de ese gobierno,
un hombre sin crédito ni autoridad algunos, sospechoso de haber estado cobrando
sobresueldos de procedencia dudosa durante años, denuncia que los soberanistas
catalanes intentan "cambiar las reglas del juego" al desobedecer la
ley, sus acólitos presentaban un proyecto de ley de reforma del sistema
electoral español para cambiar las reglas de juego a tres meses de unas
elecciones. Y nadie en España, ni un medio de comunicación, ni un
publicista ha denunciado esta arbitrariedad, esta ley del embudo.
Ciertamente, los gobernantes dicen que, si a los
catalanistas no les gusta la ley, pueden cambiarla, pero legalmente, como han
hecho ellos. No
tengo a usted por una lumbrera, pero imagino que no se le escapará la impúdica
hipocresía de este razonamiento pues los catalanes jamás serán mayoría en
cuanto catalanes en España y, por tanto, no pueden materialmente cambiar la ley
y están condenados a vivir bajo la que la mayoría les impone. Siempre. Por si
no lo sabe usted, eso se llama "tiranía de la mayoría" y es tan
odiosa como la de la minoría.
No, señor, el asunto ya no es de respeto a la ley. El asunto es de
legitimidad, o sea mucho más profundo y antiguo.
Pero, por no abusar de su paciencia, se lo
expondré a usted en tres sencillos pasos a imitación de la triada dialéctica hegeliana que sirve para explicar la evolución de la
realidad, pero también su involución.
1. Primero
vino una guerra civil y cuarenta años de dictadura que forjaron una realidad
española en la que se mezclaban los sueños de fanfarrias imperiales con los
harapos de un país tercermundista, gobernado por los militares y los curas, como siempre.
Fascismo, nacionalcatolicismo,
centralismo, ignorancia, represión y robo sistemático. Fue la tesis.
2. Luego
llegó la transición, la negación de la tesis, la antítesis. España se convertía
en una democracia homologable con
el resto de los europeas. Se negaba la dictadura. El Estado se descentralizaba y
devolvía libertades a los territorios, se promulgaba una Constitución que
consagraba la separación de la Iglesia y el Estado y propugnaba un Estado
social y democrático de derecho. Y se acariciaba la ilusión de que era posible
una continuidad normal del Estado, por encima de los avatares históricos.
3. Por
último llegó la negación de la antítesis, la negación de la negación, la síntesis.
Con el triunfo
aplastante del PP en 2011, volvió el espíritu de la dictadura, el gobierno de
los curas (o de sus sectarios del Opus Dei), el nacionalcatolicismo. Se
conservó la cáscara de la Constitución, pero se la vació de contenido con la
ayuda del principal partido de la oposición, cómplice en esta involución y se procedió a
recentralizar el país, atacando el régimen autonómico y burlando las
expectativas catalanas, de forma que su estatuto carece de contenido. De nuevo con la ayuda del PSOE y la diligente
colaboración de todas las instituciones del Estado. La que más se ha usado ha
sido un Tribunal
Constitucional carente de todo prestigio y autoridad moral por estar plagado de
magistrados al servicio del gobierno o sectarios del Opus Dei, con su
presidente a la cabeza, militante y cotizante del PP.
Así están hoy las cosas en España, señor mío.
Un
gobierno de neofranquistas y nacionalcatólicos, empeñados en imponer sus
convicciones como ley de la colectividad, corroído por la corrupción,
basado en un partido al que algún juez considera una asociación de
delincuentes.
Un gobierno que ha
provocado una involución sin precedentes, una quiebra social profunda (lea
usted las estadísticas de pobreza, las de paro, las de productividad, las
verdaderas, no las que fabrica esta manga de embusteros) y una quiebra
territorial mucho más profunda, que él mismo reconoce de una gravedad extrema y
de la que es el único responsable por su incompetencia, autoritarismo y
corrupción.
¿Cree
usted que ese gobierno tiene autoridad para hablar de la ley? ¿La tiene
usted?
No le extrañe
que los catalanes quieran liberarse de esta tiranía personificada en estúpidos
provocadores como ese que quiere "españolizar a los niños catalanes".
Muchos otros, si pudiéramos, haríamos lo mismo. No quieren, no queremos,
vivir otra vez el franquismo.
Y
usted, le guste o no, lo representa.
Joan A. Forès
Reflexions
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