dijous, 6 d’agost del 2015

06/08/15. Juan Laborda. Rajoy a lo suyo

Rajoy a lo suyo,

Juan Laborda en vozpopuli.com

OPINIÓN
Las recientes palabras del ínclito monclovita sobre la marcha de la economía patria constituyen una broma pesada, un chiste absolutamente grotesco que obviamente no tendría cabida en el “Club de la Comedia”. No solo no son ciertas, sino que en realidad esconden una huida hacia adelante con el fin de retener el poder. Las consecuencias ya las hemos detallado en este blog, una acumulación de deuda total y externa sin una mejora de nuestro aparato productivo que acabará arruinando todavía más las expectativas y anhelos de mejora de la ciudadanía española.
Pero déjenme empezar por el principio. Ya saben cuál es nuestro diagnóstico sobre la economía española. Nos encontramos ante una recesión de balances. Sin una reestructuración y reforma en profundidad del sistema bancario occidental, y, paralelamente, una quita negociada y ordenada de deuda -privada, pública y externa-, no habrá recuperación sostenible en el tiempo. La probabilidad de entrar en lo que denominamos la Segunda Fase de la Gran Recesión, es altísima. España sería en ese escenario la Grecia del 2010.
Bajo este análisis la dinámica actual de nuestra economía constituye una huida hacia adelante. No hay ninguna mejora de nuestro aparato productivo. No ha habido, hasta ahora, ninguna quita y/o reestructuración del volumen de deuda patrio. No hay ninguna mejora salarial. No hay ningún incremento en la productividad total de los factores productivos. Todo es humo, propagado por una brutal propensión al riesgo en los mercados financieros que ha permitido una expansión del consumo público y privado financiado con más deuda total y externa, hasta alcanzar niveles récord histórico. Sin embargo, los ciclos de aversión al riesgo existen, y cuando aumenten las primas de riesgo globales nuestro país no estará preparado. De nuevo la paradoja de la tranquilidad derivada de la hipótesis de inestabilidad financiera de Hyman Minsky. No aprendemos.
El mercado laboral como síntoma
Las recientes cifras económicas y de nuestro mercado laboral perpetúan el paradigma económico de los últimos treinta años de nuestro país. La primera característica que subyace a este supuesto milagro es que la productividad apenas crece, ya que el empleo y la economía más o menos se incrementan al mismo ritmo. Pero una vez más, cuando se inicia la recuperación, sin cambiar el patrón de crecimiento, la precariedad vuelve a ser la tónica del mercado laboral.
Así la tasa de temporalidad con Rajoy ha aumentado más del 1,5%, hasta situarse por encima del 25%. La duración media de los contratos que se firman es de 54 días, frente a los 78 días en 2008. Ahora es necesario hacer muchos más contratos que los que se hacían antes. El 84% del empleo creado en la última EPA es temporal y responde a las necesidades del sector servicios, lo que sin duda refleja que nada ha cambiado desde hace 25 años. Asimismo, la tasa de contratos a tiempo parcial ha aumentado en más de 3 puntos porcentuales durante la última legislatura. Pero lo que se esconde detrás de estas cifras es que el 63% de estos trabajadores desearían trabajar a tiempo completo, lo que está enmascarando una clara insuficiencia de demanda efectiva, más que un problema contractual o institucional. Las horas trabajadas están muy por debajo de las que regían hace 10 años.
Todo ello se ve aderezado con una brutal devaluación salarial. En concreto el 50% de los contratos que se han firmado entre 2007 y 2013 están por debajo de 978€, algo que no ocurría desde hace más de una década. Por supuesto, todos estos contratos tienen peores condiciones laborales que las que se tenían con anterioridad a 2010, cuando comenzó la ofensiva de la economía de oferta centrada en las bondades de la desregulación del mercado laboral. Esta desregulación ha acabado creando un ejército de reserva de trabajadores pobres en situaciones límite, dispuestos a trabajar más de 4 millones de horas extras de forma gratuita, bajo la amenaza del despido.
Deuda e inversión
La deuda externa, como detallamos en el blog anterior, alcanzó en el primer trimestre de 2015 un nuevo récord histórico, casi 1,2 billones de euros, un 111% del PIB. La vulnerabilidad de unos pasivos tan elevados frente al exterior se pone de manifiesto al ver que cada año España tiene que captar entre 250.000 y 300.000 millones en el exterior para refinanciar la deuda. Cualquier incremento de la aversión al riesgo en los mercados la haría impagable, y no duden que en ese caso los deudores tratarían de imponernos más cicuta -devaluación salarial y austeridad fiscal-. Pero llegado el caso, España debería forzar una unión fiscal y una mutualización de las deudas. Solo espero que el gobierno de turno se atreva. En caso contrario el margen de soberanía nacional será nulo y nos impondrán condiciones miserables.
Pero lo más grave de todo es que dichos flujos de inversión extranjeros se han destinado básicamente a financiar al Tesoro y a las emisiones de bonos corporativos de las grandes empresas. Y el Estado y las empresas apenas han mejorado nuestro aparato productivo. Pero para que haya más crecimiento, más creación de empleo y arcas públicas más saneadas, es condición necesaria la recuperación de la inversión, sobre todo privada, y de la productividad. Si no hay inversión hoy, difícilmente habrá empleo mañana. La inversión productiva se sitúa en menos del 18% del PIB. Las empresas españolas han reducido las inversiones a largo plazo y productivas, como las destinadas a investigación, desarrollo e innovación (I+D+i), favoreciendo las inversiones a corto plazo. Bajo un análisis kaleckiano, ello es absolutamente insuficiente para mantener unos beneficios futuros que puedan traer consigo la salida de la crisis. Por eso, como detrás del actual proceso de endeudamiento solo hay humo, el futuro no solo es que sea incierto, es lúgubre. Pero Rajoy a lo suyo.

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