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Article 6 dels 8 articles del 06/02/2016.
Un servicio temporal
Francesc-Marc
Álvaro en La Vanguardia
el 5 febrero, 2016 en Comunicación, Derechos, Igualdad, Justicia, Laboral, Libertades, Política, Sociedad,Sociología, Valores
OPINIÓN
Hora de cambios, de salidas y de entradas
en un gobierno. Los que terminan, los que no siguen, pueden adoptar varias
actitudes. Dejar un cargo y todo lo que lo rodea es un acto que da sentido a la
democracia, pero siempre hay personas que no lo entienden. En democracia, la
política es (debería ser) un servicio temporal. Hay quien vive esta situación
normal como un drama. Algunos tienen miedo de algo que –según dicen– ocurre
cuando ya no ocupas ningún despacho oficial: deja de sonar el teléfono y dejan
de invitarte a muchos eventos donde te reservaban lugares preferentes. Me
explican que hay un político importante de nuestro país que se niega a
abandonar la primera línea porque no sabría qué hacer por las noches si le
quitan la responsabilidad que todavía hoy desarrolla. Parece una peripecia
propia de una comedia ligera, pero les aseguro que no es fruto de la
imaginación de ningún dramaturgo.
La creación del Govern Puigdemont ha
comportado adioses y bienvenidas. Saber acabar una tarea oficial con elegancia
es tan importante como saber entrar con prudencia. Los pequeños gestos son muy
reveladores. Por ejemplo, hay personas a quienes les cuesta mucho devolver el
móvil y otros instrumentos y objetos que la administración pone al alcance de
los cargos gubernamentales para desempeñar sus funciones. Cuando eso pasa, unos
funcionarios abnegados y pacientes deben perseguir al individuo que se hace el
loco y quiere aferrarse a aquellas máquinas que –pagadas con dinero de todo el
mundo– simbolizan el poder que tuvo y escenificó durante una temporada más o
menos larga.
La persecución discreta de quien no quiere
devolver un móvil porque no se resigna a reencontrarse con su vida de ciudadano
normal puede ser penosa e incluso ridícula. A veces la excusa del interesado es
tan forzada como difícil de escuchar sin indignarnos: “¡Caray, ni que quisiera
mantener el coche oficial, sólo es un teléfono!”. Quiero pensar que no es un
problema de tacañería, es mucho peor: es creer (con una autoindulgencia
aterradora) que tienes derecho a mantener ciertos privilegios porque un día
formaste parte de los que tomaban decisiones de importancia. Y es olvidar que
todo ministro, todo conseller, todo director general, todo jefe de gabinete y
todo alto cargo no es más que un empleado de la ciudadanía, de quien hay que
esperar eficacia, responsabilidad, humildad y honestidad. Hay que esperarlo y
exigirlo con la autoridad y el derecho que nos da ser votantes, ciudadanos y
contribuyentes.
No compro las simplificaciones de la
supuesta nueva política, pero detesto profundamente las rutinas,
justificaciones y actitudes de los que todavía hoy no saben que su misión tiene
–lo hagan mejor o peor– fecha de caducidad desde el momento en que prometen el
cargo. Todos son provisionales, todo es efímero.
Francesc-Marc Álvaro
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