Benvolguts,
Article 4 dels 8 del 06/12/2016
Cariño, me voy a la segunda transición
Isaac Rosa en Zona Crítica de eldiario.es
el 5 febrero, 2016 en Comunicación, Derechos, Historia, Igualdad, Justicia, Libertades, Memoria, Política,Sociedad, Sociología, Valores
OPINIÓN
2016 no se parece en nada a 1975. Entre
otras cosas, no hay ni miedo ni movilización ciudadana, fundamentales en la
“primera transición”. Rivera y Sánchez piden a sus equipos que negocien desde
mañana con el paro y la corrupción como temas prioritarios
Y dale con la transición. Perdón,
Transición. Cada vez que un líder político dice “Transición”, Martín Villa mata
un gatito. La Transición is back, si es que alguna vez se fue. Sánchez:
“Tenemos que estar a la altura de la primera Transición”. Cospedal: “Hay que
recuperar el espíritu de la Transición, hoy es más necesaria que nunca una
segunda transición”. Rivera compra lo de “segunda transición”, y pide “un
gobierno de transición”, que suena bonito sin que se sepa qué cosa es. Y hasta
Iglesias propone “una nueva transición”.
Sin darnos cuenta empezamos a decir “la
primera Transición” para hablar de la que hasta ayer era Transición a secas, igual
que la Gran Guerra acabó degradada a Primera Guerra Mundial cuando llegó la
segunda. Algunos diputados salen por la mañana de casa diciendo “adiós, cariño,
me voy a la segunda transición”, como la broma aquella del soldado que se
despedía de su amada diciendo que se iba a la guerra de los Treinta Años.
Mis favoritos son los del bando nostálgico,
los que evocan la Transi para afear la pequeñez de los actuales líderes, por
comparación con aquellos gigantes políticos. Ayer mismo, Antonio Hernando, del
PSOE: “Si los líderes de la Transición se hubiesen comportado como Rajoy, hoy
no tendríamos democracia”. Opinión repetida por muchos periodistas viejunos,
que echan de menos la generosidad y altura de miras de los Suárez, Carrillo,
Fraga y González.
Pues no, oiga. Comparar la situación
política actual con la de 1975 es un disparate. Y no lo digo porque los líderes
de ahora sean más mediocres, pues tampoco sé si los superhombres de antaño
venían así de fábrica, o aprendieron a fuerza de necesidad. Aparte de lo incomparable
de ambos momentos, a esta “segunda transición” le faltan dos ingredientes sin
los que no se entiende cómo salió la “primera”: el miedo y la movilización.
Del miedo nos solemos olvidar los que
criticamos aquel proceso sin haberlo vivido. Pero si uno se asoma a la
hemeroteca, estremece el terror de fondo que acompañó la negociación política.
Centenares de muertos, terrorismo de ultraderecha, ETA, represión policial y el
ruido del afilador de sables, hasta el susto del 23F que terminó de encauzar el
proceso sin desbordes.
Por suerte, hoy no tenemos miedo, ni
siquiera el miedo económico, difuminado por la omnipresente agenda política
pese a que todavía quede mucha crisis por delante. No descartemos que algún
partidario de la “gran coalición” se haya leído La doctrina del shock, pero en
el horizonte no asoman amenazas comparables.
Del otro elemento se suelen olvidar los de
la versión oficial de la Transición: la movilización ciudadana. Pese al miedo
(estos días recordamos la matanza de Atocha), la calle alcanzó una temperatura
que no ha vuelto a rozar en cuarenta años. El contrapeso al búnker franquista
estuvo en una sociedad que no se quedó en casa viendo la tertulia en la tele:
huelgas obreras, manifestaciones, encierros, agitación vecinal y estudiantil,
así como en las nacionalidades históricas. Un continuo de protestas sin las que
la Transición habría sido mucho peor.
No, esta “segunda transición” tampoco tiene
eco en la calle, donde hace más frío del que señala el termómetro. Hace meses
decidimos retirarnos a casa y esperar con el voto entre los dientes a que
abrieran las urnas, y hoy seguimos en casa, esperando a ver qué deciden los
equipos negociadores.
Hablar de segunda transición hace pensar en
aquello de Marx, que de tan repetido ya da pereza escribirlo: la historia que
se repite, primero como tragedia y luego como farsa. Teniendo en cuenta que la
“primera” Transición tuvo mucho de tragedia pero también una buena dosis de
farsa, no quiero pensar cómo puede salir la secuela.
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