Benvolguts,
Segurament que tots,
sobretot els antifranquistes, havíem sentit explicar el cèlebre Incidente en el paraninfo de la Universidad de Salamanca. 12
octubre 1936. Dia de la Raza.
Vegem l’explicació de l’incident
del Dia de la Raza a Salamanca. L’explicació
pertany al llibre de l’historiador britànic Hugh Thomas, a través del Bloc
paxaugusta.es. Els historiadors espanyols no varen dir ni piu durant els 40
anys de franquisme
franquista i els altres 40 de franquisme borbònic:
Unamuno
versus Millán Astray, el célebre incidente en el paraninfo de Salamanca
Era una
ocasión para que Unamuno se integrase en la nueva elite social que tras el golpe de Estado de julio de 1936
dominaba la España "nacional".
Se celebraba el 12 de octubre como 'Día de la Raza', convirtiendo la tradicional fiesta de la
Hispanidad, el día que Colón se
encontró con América en su viaje búsqueda de otra ruta al Este, en una
exaltación nacionalista de lo español. Las principales personalidades del naciente
Régimen franquista quisieron celebrarlo con un acto cultural en el Paraninfo
de la Universidad de Salamanca, aprovechando la apertura oficial del curso
universitario; menos Franco, estaban todos, su mujer incluida. Don
Miguel de Unamuno se mordía la lengua, se prometió no intervenir, no
hablar. Había acudido
sin muchas ganas, pues llevaba
semanas rectificando su inicial apoyo a los golpistas y convencido de que la
deriva de ese movimiento conservador contra la República ya solamente traería
intolerancia, muerte y destrucción.
El
profesor de griego, el rector por excelencia de Salamanca, saltó cuando no pudo
más. Un anodino profesor de literatura, especialista en el Siglo de Oro, Francisco Maldonado,
acababa
de pronunciar un encendido y claramente fascista discurso,
donde atacó con virulencia a catalanes y vascos, considerando
a estas regiones como "cánceres
en el cuerpo de la nación. El
fascismo, que es el sanador de España, sabrá como exterminarlas,
cortando en la carne viva, como un decidido cirujano libre de falsos
sentimentalismos".
Esas palabras de Maldonado estuvieron
acompañadas de las arengas del fundador de la legión española, el
general Millán Astray. Cuanto más violento se volvía el discurso de
Maldonado más fuertes eran las salvas de Millán:
¡España!... gritaba Millán Astray; el público contestaba:
¡¡UNA!!
¡ESPAÑA!... elevaba la voz el tuerto general; el público
replicaba: ¡¡GRANDE!!
¡¡ESPAÑAAA!!... desencajaba la mandíbula el legionario a
pecho descubierto; el público se excitaba: ¡¡¡LIBRE!!!
Don Miguel se levantó, casi como un resorte (la edad, imagino le impidió
mayor energía) y comenzó un improvisado y hermoso discurso que ha acabado siendo más célebre que su obra
literaria y filosófica.... lo que habla mucho del nivel cultural hispano. No está de más
conocer ese incidente, pero de paso se podría profundizar en el hombre que
mejor representaría el sentir de una cultura, la hispana, que es universal...
no imperial. Y eso que como hizo ver al auditorio del paraninfo
salmantino, él
era vasco, a mucha honra, y el obispo de la ciudad [Enrique
Plá y Deniel], era catalán,
mal que le pesase al mismo prelado.
La “reprimenda” a los cegados por el
odio fascista merece ser reproducida, sobre
todo cuando llama inválido obsesionado con rodearse de muerte y más mutilados a
Millán Astray. La reproducción está
sacada del libro sobre la Guerra Civil del hispanista
británico (más imparcialidad, pues en España no la existe aún sobre el
incidente) Hugh Thomas:
“[...] sabéis que soy incapaz de permanecer
en silencio.
A veces, quedarse callado
equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia.
Quiero hacer algunos comentarios al
discurso -por llamarlo de algún modo- del profesor Maldonado, que se encuentra
entre nosotros. Se
ha hablado aquí de guerra internacional en defensa de la civilización
cristiana; yo mismo lo hice otras veces.
Pero no,
la nuestra es sólo una guerra incivil. Vencer no es convencer, y hay que
convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la
compasión. Dejaré de lado la ofensa
personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes llamándolos
anti-España; pues bien, con la misma razón pueden ellos decir lo
mismo. El señor
obispo lo quiera o no lo quiera, es catalán, nacido en Barcelona, y aquí está
para enseñar la doctrina cristiana que no queréis conocer. Yo mismo, como
sabéis, nací en Bilbao y llevo toda mi vida enseñando la lengua
española...”
Cuenta Thomas que
más o menos en ese momento del discurso de Unamuno, Millán Astray entra en estado de cólera absoluta, pronunciando ¡Vivas!
a España e insultando a la intelectualidad, sus escoltas y otros legionarios
presentes lanzan a las sabias paredes de la universidad el lema atroz de la
legión: ¡Viva la Muerte! Millán pide hablar, repite voz en grito las palabras del profesor
Maldonado sobre Cataluña y Euskadi como cánceres de España... Sin inmutarse, a pesar de la crispación del momento,
Unamuno continua hablando:
“Acabo de oír el necrófilo e insensato grito "¡Viva la
muerte!". Esto me suena lo mismo que "¡Muera la vida!". Y yo,
que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que
no las comprendían he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula
paradoja me parece repelente. Como ha sido
proclamada en homenaje al último orador, entiendo que va dirigida a él, si bien
de una forma excesiva y tortuosa, como testimonio de que él mismo es un símbolo
de la muerte. El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso que
digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero
los extremos no sirven como norma. Desgraciadamente en España hay actualmente demasiados
mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el
pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología
de las masas. Un mutilado que
carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, que era un hombre, no un
superhombre, viril y completo a pesar de sus mutilaciones, un inválido, como he
dicho, que no tenga esta superioridad de espíritu es de esperar que encuentre
un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor. El general Millán Astray desea crear una España nueva, creación
negativa sin duda, según su propia imagen. Y por eso quisiera una España
mutilada (...)”
Es
cuando Millán hace el primer amago de amenazar o golpear con su arma al
filósofo, pero el sabio anciano no se acobarda y sigue: “(...) Éste es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote! Vosotros estáis profanando su sagrado
recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el proverbio, un profeta en mi
propio país.
Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no
convenceréis, porque para convencer hay que persuadir.
Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He
dicho.”
La
tensión era tal que cuentan muchos de los asistentes que si no hubiese sido por Carmen
Polo, la mujer de Franco, el general legionario hubiera partido la cara al
intelectual allí mismo o, más dramático aún, descerrajado su pistola en el
enjuto cuerpo de don
Miguel de Unamuno. Lo que es cierto es que Unamuno, como demuestra la foto, salió a
empujones y rodeado de encolerizados legionarios que enarbolando el saludo
fascista no dejaban de gritar: ¡Viva la Muerte! ¡Mueran los
intelectuales!
También
es cierto que el incidente fue como un disparo al corazón. Quedó relegado de su cargo de rector y
confinado en su domicilio. Miguel de
Unamuno, moriría dos meses y medio después, el 31 de diciembre de 1936.
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Joan A.
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