Benvolguts,
Avui presentem i comentem dos articles de Suso de Toro, Qué fue del país, qué fue de El País (1 i 2), publicats en les dues darreres setmanes que ens desemmascaren
la nostra trista condició d’“humans” que
som tractats de “ramat”
i ens pensem que podem decidir res de res...
Quins collons! Visca la
manipulació de cervells!
Espanya i els seus reis i
governants, quina merda de país. Quina ensarronada...
En Suso de Toro,
avui no parla de Catalunya sinó de l’Espanya autonòmica i dels greuges que
Catalunya ha de tenir. I Déu n’hi do! I ho explica a través de la seva visió de
la premsa i particularment del diari El País.
En la primera part ens parla dels anys vuitanta, d’un país idíl·lic,
renaixent, amb tota la gent contenta creient-se que s’havien desempallegat del
franquisme. En la segona part posa els peus a terra i ens explica com ens han
engalipat fins a l’extenuació.
Al mateix temps conta la història de El País, de com El País
va fer creure (amb molta traça) als adeptes al PSOE, al PCE i al PSUC, que ells
eren la reencarnació del pensament liberal, de l’antifranquisme, i tot això.
Explica com el poder central ha menystingut sempre als
catalans, amb la aquiescència servil de tots els espanyols i els seus partits,
incloent-hi els partits espanyols a Catalunya. Comença amb una mostra: El Rei, després
del 23F, reunint-se amb els partits constitucionalistes, lleials i no convocant als partits catalans. I els sicaris quietons, sense oposar-s’hi. Com estan fent ara el Rajoy
i els seus sicaris.
No explica que quan ja havien admès fins i tot el PC a la “democràcia”, continuaven sense
admetre ERC que va haver d’anar a
les eleccions constituents aixoplugada en un calaix de sastre amb altres
partits residuals com el Partit del
Treball.
Recordem que els poders centrals no paren de posar-se a la boca la Constitución, el Estado (el Estafado?) de Derecho, la democràcia,
etc. Ja ho hem explicat sovint, que el castellà és ric en frases fetes, com
aquella que diu dime de que presumes y te diré de lo que
adoleces...
L’article és llarg i doble, però hi trobareu perles a dojo.
Tantes perles que us adonareu que
els habitants de la pell de brau però també els europeus i els occidentals en general som ninots de marionetes que ens fan ballar com ells (els putos amos) volen...
els habitants de la pell de brau però també els europeus i els occidentals en general som ninots de marionetes que ens fan ballar com ells (els putos amos) volen...
Unes perles:
·
A aquella reunión no fueron convocados los partidos vascos, catalanes o de
otros espacios territoriales porque se trataba, precisamente, de algo que les
afectaba y se tramaba contra ellos.
·
Hace unas semanas Rajoy ha hecho algo parecido, convocó a
la Moncloa a los partidos, asociaciones de empresarios y sindicatos de ámbito estatal,
despreciando a los demás aún sabiendo que representan a millones de ciudadanos
españoles. Y son legales además, al menos por ahora, ¿no? Lo
tremendo es que los llamó para
tratar concretamente de Catalunya excluyendo a los partidos e instituciones catalanas existentes,
es decir Rajoy organizó un frente de
estado contra lo que la sociedad catalana votó en las pasadas elecciones. Un disparate, por ser suave.
Pero un disparate en el
que todos los asistentes participaron, aceptaron la exclusión catalana.
·
La Transición fue diseñada por los EE.UU. y conducida por los poderes del Estado
alrededor de la Monarquía y luego pactada con fuerzas políticas que fueron
habilitadas para ello, principalmente un PSOE
convenientemente expurgado y dirigido por Brandt y un PCE desesperado por un
escenario político que se les escapaba de las manos.
·
Se realizó el programa económico, el poder financiero tuvo una
evolución controlada desde el franquismo y se fue concentrando en las manos y
lugares previstos.
·
La clave de que no haya verdadera democracia en España
está en los medios de comunicación.
·
La democracia española tiene dueños y son directamente
los
dirigentes de las grandes empresas que son accionistas de las grandes empresas
de comunicación. Son ellos quienes juegan con el PP y el PSOE, quienes introducen en el juego a Podemos y
Ciudadanos, quienes arrinconaron
sin salida la cuestión catalana, quienes manejan nuestra opinión y nuestro estado de
ánimo cada minuto en cada pantalla de la TVE, Cuatro, Antena3, la Sexta,
el ABC, la Razón, El Mundo, El País...
·
Y por el mundo, después vimos como para vengar un
atentado terrorista se invadió formalmente
Afganistán, nos informaron de que Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva y los iraquíes eran tan
malos que desconectaban las incubadoras con bebés dentro en Kuwait. Recientemente hemos sabido que en Egipto ganaron las elecciones quienes no
debían y por eso era necesario un golpe de
Estado, que en Ucrania se atrevieron a volver a
ganar las elecciones los partidarios de Rusia y
hubo que actuar. Y, más recientemente,
que en Siria
había un dictador que disparaba a una “primavera” de jóvenes demócratas, por lo que hubo que preparar y armar un ejército de
yihadistas para invadir y atacar el país,
ahora hay que atacarlo con aviación porque
aquello está lleno de esos yihadistas.
I ara l’article en dues parts (1 i 2):
Qué fue del país, qué fue de El País
11/11/2015 - 21:11h
Hace treinta y
cuatro años, tras el golpe de estado, el Rey de entonces convocó a los partidos
españoles de ámbito estatal y los informó de cosas que nunca nos contaron.
A aquella reunión no fueron convocados los partidos
vascos, catalanes o de otros espacios territoriales porque se trataba,
precisamente, de algo que les afectaba y se tramaba contra ellos.
Lo característico de la democracia española es el miedo y los silencios, de modo que ninguno de los asistentes nos contó nada y tampoco nadie preguntó ni pregunta por ello; aún sabiendo como sabemos todos que fue decisiva pues trataba de los límites de nuestra libertad. Y con eso queda dicho todo.
Hace unas semanas
Mariano Rajoy ha hecho algo parecido, convocó a la Moncloa a los partidos,
asociaciones de empresarios y sindicatos de ámbito estatal, despreciando a los
demás aún sabiendo que representan a millones de ciudadanos españoles.
Y son legales además, al menos por ahora, ¿no?
Lo tremendo es que los llamó para tratar concretamente de
Catalunya excluyendo a los partidos e instituciones catalanas existentes, es decir
Rajoy organizó un frente de estado contra lo que la
sociedad catalana votó en las pasadas elecciones.
Un disparate, por ser suave.
Pero un disparate en el que todos los asistentes
participaron, aceptaron la exclusión catalana.
No soy catalán, pero si lo fuese me sentiría ofendido por lo que es, como mínimo, descortesía.
Y para el caso da igual si a la mayoría
parlamentaria la votó el cuarenta y ocho o el cincuenta y uno, es el
parlamento y
nadie marearía tanto la cifra si el resultado parlamentario hubiese sido el
contrario. El parlamento existente es el legítimo, con independencia de
si posteriormente toma decisiones que sean o no adecuadas o legales, hay que
reconocerlo.
Pero ésta es la democracia española. Y ahora es cuando toca eso de “¿y el paro? Estamos hartos de Catalunya, hay otros problemas. ¿Y el paro?”. Efectivamente, el paro y los problemas sociales están ocultos por el debate en torno al enfado catalán y la pretensión de soberanía explícitamente de la mitad de la población. Y eso es así porque conviene a quien tiene la capacidad de dirigir el juego de conjunto desde las instituciones del estado, los poderes económicos y Moncloa y esos no son el archimentado Artur Mas. Los millones de catalanes no son Mas, por mucho que se ridiculice y se caricaturice lo que ocurre en la sociedad catalana.
No se está hablando del paro y los dramas sociales porque no habrá nunca democracia en España si no se asume que la cuestión nacional siempre ha ido históricamente de la mano de las causas sociales y que el nacionalismo de estado, el españolismo, es la bandera que lo tapa todo y permite que se perpetúe el dominio de los mismos poderes. Quienes de boquilla contraponen la lucha social a la demanda nacional catalana o la que sea debieran constatar que lo que fue el cinturón rojo de Barcelona dejó de votar a la izquierda y ahora vota al PP o, lo que es casi peor, a Ciudadanos. Igual que en Francia Le Pen se nutre de antiguos comunistas.
Por favor, cuando quieran hablar del paro hablen del paro, pero no lo menten para menospreciar el problema político catalán, porque eso es despreciar también el verdadero drama de los parados, una utilización política banal o mezquina. Y a la demanda catalana había que haberla respetado y escuchado antes. Cuando la gente gritaba en las calles con la selección española y sus banderas y gritaba “¡Soy español, español!”, mientras en Barcelona cientos de miles de ciudadanos salían cabreados a la calle a gritar contra el españolismo del Tribunal Constitucional. Antes, sí.
Así, el panorama de la política española y, sobre todo, el paisaje social en su conjunto es un gran fracaso. Un escenario de luchas sin esperanza porque no hay nervio cívico, horizonte que ilusione o proyecto cívico colectivo que no se base en la envidia y el odio. El proceso que nació a partir del año 78, ese proceso político y social de conjunto que, efectivamente, está roto por todos sus costados. Aunque lo que provocó la crisis de estado fue este debate en torno a la incoherencia entre nación y estado. Para conservar cohesión como un estado España solo puede echar mano de ese miedo cultivado celosamente: “España se rompe”. Tan frágil es la base de la convivencia cuando no hay en absoluto un proyecto compartido para la convivencia y colaboración. Un estado para existir tiene que levantarse sobre un proyecto cívico inclusivo, llámese “nación” o como se quiera llamar.
La Transición tuvo tutela externa y conducción por los EE.UU. con la colaboración alemana, ¿pero esta crisis quién la tutela? El nuevo Rey también viajó rápidamente a Washington, pero ¿hasta qué punto están dispuestos allí a inmiscuirse en un proceso de crisis interna como el que vivimos? Mientras nadie cuestione las bases y a la permanencia en la OTAN, ¿hasta que punto les importa que el estado español tenga forma de monarquía o república, estado federal o confederal? ¿Incluso una Catalunya independiente o no, mientras forme parte de su alianza militar estratégica?
Hace cuarenta años la Transición fue diseñada por los EE.UU. y conducida por los poderes del Estado alrededor de la Monarquía y luego pactada con fuerzas políticas que fueron habilitadas para ello, principalmente un PSOE convenientemente expurgado y dirigido por Brandt y un PCE desesperado por un escenario político que se les escapaba de las manos. Desde entonces, los demás hemos sobrevivido o vivido en ese marco lo mejor que hemos podido. El programa del antifranquismo quedó apartado desde el primer momento, pero los pilares políticos sobre los que se edificó el Estado desde la Transición están completamente corroídos.
Se realizó el
programa económico, el poder financiero tuvo una evolución controlada desde el
franquismo y se fue concentrando en las manos y lugares previstos. En cierto modo tiene algo de razón Mario Conde cuando se retrata como un
intruso imprevisto y molesto que fue expulsado y castigado por no tener aval, el trato que se
le dio contrasta con el que recibieron y recibirán algunos balas perdidas que
pertenecen a los poderes del establishment cortesano. Y, tras la
advertencia y corrección de rumbo consecuencia del golpe del 23 de
Febrero, el
poder político fue convenientemente administrado por uno y otro partido dentro
de los límites establecidos previamente y arbitrados por la Monarquía.
Solo la codicia de poder sin límites del PP puso en crisis el juego político con
sus mentiras tras los atentados en Madrid en el 2004 y solo el atrevimiento de Zapatero, que pretendió una Ley de Memoria histórica que alteraba
el consenso del ocultamiento
del pasado que cimentó la Transición y el encaje nacional de Catalunya, creó
tensiones hasta alentar conspiración cuartelera. Y todo ese camino condujo a este aquí, donde el Estado
muestra explícita y obscenamente su carácter, ruinas, cicatería e intoxicación
ideológica de nacionalismo españolista.
¿Quién tutela
todo esto? Nadie, desde fuera. Los
poderes españoles han madurado lo bastante para controlar la situación. En particular
en los últimos tres años ha habido una nueva madurez: la unión íntima entre las empresas del IBEX y los medios de comunicación son
la clave del control de lo que ocurre. La democracia ocurre en los
medios, en las pantallas de televisión sobre todo, y desde ahí se
dirige la opinión pública, se sacude el
capote, se difama, se destruye al oponente, se
impide el diálogo, el reconocimiento del distinto, del contrario, se juega con las emociones del electorado y se siembra miedo.
La clave de que no haya verdadera democracia en España
está en los medios de comunicación.
La democracia española tiene dueños y son directamente los dirigentes de las grandes empresas que son accionistas de las grandes empresas de comunicación. Son ellos quienes juegan con el PP y el PSOE, quienes introducen en el juego a Podemos y Ciudadanos, quienes arrinconaron sin salida la cuestión catalana, quienes manejan nuestra opinión y nuestro estado de ánimo cada minuto en cada pantalla de la TVE, Cuatro, Antena3, la Sexta, el ABC, la Razón, El Mundo, El País...
El papel de la
prensa en la democracia española desde hace tiempo es tristísimo y culpable. Me dirán que nos quedan espacios como este diario
digital y algún otro, pero no es
muy real, esto que estoy escribiendo aquí se parece mucho al sermón del cura que le riñe a los
feligreses presentes en la Iglesia porque la gente ya no va a misa. Y, por favor, que nadie me diga de buena fe a
estas alturas que todavía nos queda “El
País”. Porque ésa es una buena historia que merece ser contada.
Por cierto,
Miguel Ángel Aguilar, bienvenido.
Qué fue del
país, qué fue de El País (y 2)
El periódico, evocando a Ortega y Gasset a través de José Ortega Spottorno, se situó desde un principio en el espacio ideológico del españolismo regeneracionista
(Viene de ' Qué fue del país, qué fue de El País')
En el curso de los años me crucé en dos ocasiones
con personas que me confiaron que tenían enmarcada la portada del primer
ejemplar de El País. Probablemente
me habré cruzado con otras personas que también lo hicieron, de modo que estamos
hablando de algo serio que merece respeto y obliga a intentar un retrato justo
y ecuánime.
Claro que esas anécdotas remontan a cuando los estados tenían cierta
soberanía, aunque el Reino de España estuviese tutelado por los EE.UU. y solo
faltaba firmar la OTAN. Después
vimos como para
vengar un atentado terrorista se invadió
formalmente Afganistán, nos informaron de que Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva y los iraquíes eran tan
malos que desconectaban las incubadoras con bebés dentro en Kuwait. Recientemente hemos sabido que en Egipto ganaron las elecciones quienes no
debían y por eso era necesario un golpe de
Estado, que en Ucrania se atrevieron a volver a
ganar las elecciones los partidarios de Rusia y
hubo que actuar. Y, más recientemente,
que en Siria
había un dictador que disparaba a una “primavera” de jóvenes demócratas, por lo que hubo que preparar y armar un ejército de
yihadistas para invadir y atacar el país,
ahora hay que atacarlo con aviación porque
aquello está lleno de esos yihadistas.
Pero hay que remitirse a un tiempo lejano en el
que la inocencia no solo estaba permitida sino que era obligada: Franco había
muerto y respirábamos, estábamos dispuestos no solo a ser demócratas
sino también socialistas. Finalmente, “a ver si echamos a estos”, se consiguió echarlos y poner a Felipe González, se instaló una nube
de gas de la risa y reinó algo parecido a una tregua en la historia, casi una
utopía, durante bastantes años.
Entonces, para bastantes personas El País representó la voz y la
certidumbre de la democracia española. Había existido y aún
existía prensa no solo democrática sino ejemplarmente militante en la defensa
de la libertad de expresión, revistas como Cuadernos para el diálogo, Triunfo o
Cambio16, pero como le ocurrió a todo el antifranquismo las ganas de dejar atrás el pasado y el deseo
vehemente de crear un país nuevo no contaminado por ese pasado al que pertenecían tanto los
franquistas como los antifranquistas le
hizo poner no solo sus esperanzas sino su fe en un proyecto que se presentaba como
inmaculado. Esos otros proyectos fueron desapareciendo ante un
periódico que concentraba todas las expectativas de futuro.
Además de presentarse como un paladín de la democracia, el proyecto
desde su misma primera página demostraba profesionalidad y eso en si mismo era
decisivo, era una promesa de un país serio al fin que podía aspirar a ser
europeo. El periódico, evocando a
Ortega y Gasset a través de José Ortega Spottorno, se situó desde
un principio en el
espacio ideológico del españolismo regeneracionista, significaba europeísmo sin
perder la esencia castiza, un país serio, moderno...Pero no bastaba la
simpatía o la complicidad de unas clases medias urbanas poco consistentes, para que
llegase a ser lo que fue se precisaba entusiasmo militante.
Para que ese proyecto triunfase era necesario
trasladar la energía militante de un número progresivamente mayor de personas
que se habían ido definiendo contra el franquismo, era necesario la
identificación de un sector social denominado “los progres” y eso se fue dando tanto con la información impecable que ofrecía el periódico como
con el aval de las firmas que fueron llegando de Triunfo y otras revistas de la
órbita comunista. En los últimos años de la dictadura se fue creando
un cinturón alrededor de las organizaciones comunistas, particularmente el PCE fue una referencia no solo política
sino también simbólica y afectiva. Muchas de aquellas personas que nombraban
con respeto y énfasis a “el partido” pasaron inmediatamente a tener a El País como su nueva referencia y con
una ligazón parecida. Además, en las turbulencias de la fragua del nuevo sistema
político, el periódico vivió algunos episodios que confirmaron su carácter y su
papel, sufrió un atentado terrorista de la extrema derecha y sacó
una edición contra el golpe de estado el 23-F. Con esas legitimaciones, El País ofreció identidad a cientos de miles, millones, de
españoles. Fue una verdadera historia de
amor y solo así se comprende no el desencanto
sino la amargura con que muchas personas hablan ahora de esa cabecera, una
relación frustrada en la que se sienten traicionadas y que no acaban de
comprender.
Y, para comprender como llegó a concebir y madurar
su papel de “intelectual
colectivo” de la democracia española [oxímoron!!!]
hay que saber el
papel de dirección ideológica que tuvo en el periódico algunas personas que
habían sido cuadros de “el Partido”. Solo la valoración de “las fuerzas de la cultura”, el
papel de los intelectuales
en la lucha ideológica y el concepto de hegemonía de las ideas propio de la
cultura comunista se puede comprender como El País llegó a ser lo que fue. Un fenómeno único que solo se explica por
la debilidad de una sociedad sin pasado que penosamente se reconstruía cultural
y civilmente, porque fue un momento histórico abierto en el que
había una gran tarea de construcción por delante y también por la singular
perspicacia de un
empresario inteligente y vinculado al poder político y un grupo generacional de
periodistas.
Solo la
valoración de “las fuerzas de la
cultura”, el papel de los intelectuales en la lucha ideológica y el
concepto de hegemonía
de las ideas, propio de la cultura comunista
se puede comprender como El País
llegó a ser lo que fue.
Su idea de España no era nada nueva pero, en
cambio, tenían un plan, imaginaron un horizonte y comprendieron que ese plan
era realizable con una alianza de hierro con el PSOE de González.
Es difícil decir quien es más artífice de la España recreada en aquellos años
bajo los gobiernos socialistas, si Felipe
González o Juan Luís Cebrián. En
todo caso fue Cebrián el dueño de la cultura y el imaginario de una o dos generaciones de
españoles con estudios universitarios. les dio identidad personal, fue el prescriptor
del partido político al que votar, del libro que había que leer, del
intelectual y la opinión que había que tener, de la película, de la editorial,
de la moda cultural...Llegó un momento en el que las conversaciones se apagaban
porque los contertulios votaban al mismo partido, habían leído la misma
noticia, la misma tribuna, visto la misma película del mismo
cineasta madrileño o de Manhattan y tenían el mismo libro en la mesilla de
noche.
Era lógico que ese poderío ideológico que marchaba
tan unido, en su ideología y en sus intereses, a un partido supusiese un problema
para la competencia. Así se explica el intento de Aznar de meter preso nada
menos a Jesús Polanco y a Cebrián, una verdadera maniobra contra la libertad de
expresión, que es como entendían aquellos franquistas lo de la lucha
ideológica, te liquidaban. Fraga cerró y dinamitó el diario Madrid, Aznar soñaba otro
tanto.
Tanto poder embriaga a cualquiera. “Salir en El
País” llegó a ser obligado para intereses políticos y empresariales, e
imprescindible para todo lo relacionado con la cultura. De hecho el
propio grupo empresarial PRISA llegó
a, además de
publicar el periódico y emitir la radio, fabricar el libro, la película y
venderlo en su propia librería. El 'ciudadano PRISA' existió, vivió en una
burbuja autosatisfecha.
Aquel equipo intelectual desarrolló esa gran
operación de ingeniería
ideológica que se operó en los
años ochenta: crear
el argumento y el marco cultural e ideológico de “la nueva España moderna”.
Una España
que rompía con su pasado, se necesitaban nuevas referencias, nuevos escritores,
músicos, cineastas...Para ello El País fabricó figuras y marginó o liquidó
otras. Solo existía lo que salía en El País. Cuando la competencia,
el ABC, intentó reaccionar y crear
su paisaje social, cultural e ideológico alternativo ya Cebrián le había comido
el público de las clases medias fuera del barrio de Salamanca madrileño.
Recuerdo que en una ocasión, hace décadas, su
suplemento literario dedicó una página doble a la literatura en lengua gallega,
allí salimos una orquesta de escritores y una amiga me comentó “¡Comentan una
novela tuya en “El País”!”. Le contesté, “sí, pero ya hace tres años que salió
en gallego”. No hubo nada, esa novela acababa de existir para ella porque había
sido citada en ese periódico. Ya me dirán si era o no importante, aún hoy, salir
reseñado y tener espacio y atención ahí. El periódico creó el panorama literario de estas décadas
y ese escenario, aunque muy muy decadente, aún se arrastra hasta hoy.
Un proyecto así tuvo un doble carácter, por un
lado era una
referencia periodística inevitable
por la cantidad y calidad de sus informaciones y, además, mantenía unas posiciones democráticas
en muchos aspectos en un país donde la democracia no tenía un asiento tan firme
ni en la sociedad ni en las instituciones. Frente a una derecha temible, El
País suponía un equilibrio imprescindible, algunos lo sabemos bien porque en su
momento encontramos un lugar para existir a salvo de afanes liquidadores. En ese periódico
hubo momentos en los que pudimos expresar opiniones que no eran posibles en
otro lugar y en la conciencia de que era el foro, el lugar del debate de ideas
posible en España.
Sin embargo, el sentirse y pretender ser dueño
moral de la democracia y el haber conseguido casi un monopolio de las ideas y
la cultura hizo que se empobreciese y se sectarizasen los debates sociales y la
creación artística en España. En la práctica, la información y la opinión del periódico
llegó a ser la única voz y la voz del poder. Y es que configuraba “la realidad
española”, era el poder y fuera de su espacio no había nada. Llegó a ser una institución tan decisiva como
peligrosa para la vida democrática y la libertad de pensamiento.
La evolución de ese periódico, reiterado, agotado
y previsible cada día, resume las décadas españolas pasadas, un periodo
completamente agotado por asfixia. Su programa ideológico de fondo siempre fue el mismo: un españolismo esencialista pero
actualizado con un consecuente centralismo en lo
político y la expresión y defensa de intereses radicados en la capital del Estado. Son destacadas sus beligerancias hacia el nacionalismo vasco,
antes; y ahora, al catalán, y, en consecuencia, sus lectores
leyeron, antes, a beligerantes intelectuales españolistas vascos y, ahora,
catalanes. Es
férreo su compromiso con la Monarquía y la gobernanza basada en dos partidos
estatales que se turnan. En el plano
internacional la defensa de la sumisión a los EE.UU., con sus
consecuencias militares,
políticas, culturales, artísticas..., la
crítica acrítica a los estados que reaccionen frente al dominio norteamericano.
Y, siempre, el
aval a las políticas del FMI y al proceso de concentración de capital en estas
décadas en España. Pero esos rasgos, que son constitutivos de su
naturaleza, se han agudizado de tal modo en los últimos años que se ha vuelto un
periódico irreconocible para gran parte de sus lectores de otrora.
Es difícil
decir si era inevitable que llegase a donde ha llegado, a perder tanto
crédito y aquella autoridad moral que tuvo para tanta gente.
Desde luego los cambios tecnológicos, Internet, explican mucho pero otra
explicación está en que, en paralelo a su progresivo crecimiento, la empresa tuvo
contratiempos que la condujeron a una evidente debilidad empresarial y a estar
en manos del actual Gobierno. Pero
puede que haya habido dos momentos de inflexión, uno fue la muerte del empresario
fundador, Jesús
Polanco. Otro, la llegada de José Luís Rodríguez Zapatero, tras la dimisión
de González al
frente de un PSOE que no se sabía bien si tutelaba o era tutelado por un
periódico. Eso anuló la alianza estratégica entre periódico y
partido, que se hicieron autónomos, con un distanciamiento primero y luego una verdadera guerra. La llamada “guerra del fútbol” fue
el modo en que se visualizó una crisis del sistema de la comunicación española
en el que el grupo PRISA ejercía un dominio
indiscutible, solo así podrían entender los antiguos lectores del
diario la línea
editorial del grupo en aquellos años en que se publicaron varios editoriales
pidiendo la dimisión de Zapatero, cuando no se ha pedido ni una sola vez la de
Rajoy. Aquella crisis no fue solo de
intereses económicos, que también, fue una verdadera crisis existencial para un periódico que
veía cuestionada su misma naturaleza de intelectual guía.
El conflicto
político de tanto calado que vive el Estado, la voluntad catalana de
renegociar soberanía, ha vuelto a poner a prueba al diario, que ha vuelto a perder crédito de un
modo escandaloso. Si en su momento supo crear un argumento nacional,
aunque no lo compartiésemos, ahora se muestra totalmente parcial, sin autoridad moral
e incapaz de crear un nuevo argumento colectivo.
El País fue un
gran éxito y un logro en muchos sentidos, no hay razones para alegrarse de
verlo como está. No es imposible que, en un
escenario próximo de cambios políticos importantes, vuelva a mudar. No es imposible. Aunque, dificultades empresariales y
retos de la comunicación aparte, Cebrián es hoy un hombre cansado que no imagina nuevos retos
en una España que ya no comprende y que, además, le aburre.
Suso de Toro
Joan A. Forès
Reflexions
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