divendres, 29 de setembre del 2017

27/09/2017. Referèndum. Carles Porta. La gente. El problema está en que la gente sepa que, de verdad, tiene el poder de cambiar cosas. De hecho, es un problema para las élites y lo que podríamos llamar estructuras de poder establecidas, como un Estado. El caso catalán sólo lo resolverá la gente. Si este domingo la gente se moviliza en masa, aunque repartidos en colegios electorales, no hay policía ni ejército que lo pueda detener. Pero si la gente tiene miedo y se frena, será también el triunfo de la gente, pero de la gente que se frena ante una amenaza (o de un aviso, o de una aplicación contundente de la ley).

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 27/09/2017 - 18:43 h

El problema está en que la gente sepa que, de verdad, tiene el poder de cambiar cosas. 

De hecho, es un problema para las élites y lo que podríamos llamar estructuras de poder establecidas, como un Estado. También podríamos llamarlo “el sistema”. Me explico. El caso catalán sólo lo resolverá la gente. Si este domingo la gente se moviliza en masa, aunque repartidos en colegios electorales, no hay policía ni ejército que lo pueda detener. Pero si la gente tiene miedo y se frena, será también el triunfo de la gente, pero de la gente que se frena ante una amenaza (o de un aviso, o de una aplicación contundente de la ley).

Es obvio que sin estructuras, sin sistema, sin organización se haría muy difícil vivir en sociedad. No quiero darle vueltas ahora, no toca. Pero también es evidente que el elemento básico en toda sociedad es la gente, las personas, los individuos. La historia nos ha enseñado que, con mejores o peores liderazgos, cuando la turba, el tumulto, la multitud se mueve, es muy difícil de parar.
La historia también nos demuestra que hay básicamente dos tipos de liderazgos, los que se ganan y los que se imponen.

Este domingo habrá una situación de confrontación (espero que no llegue a enfrentamiento) entre dos bandos: en uno, el Estado español, con la mayoría de medios de comunicación y las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado (Policía, Guardia civil, algunos mossos y algunos policías locales); en este bando habrá poca gente; y en el otro extremo del ring habrá gente, mucha gente, y unos cuantos políticos como el Gobierno de la Generalitat y más de 700 alcaldes que se han visto impulsados ​​por las inercias que ha movido esta gente desde hace 7 años.

¿Quién ganará? Ganará el que se sepa más fuerte. La confianza, en confrontaciones como ésta, es fundamental. También lo es la estrategia, pero a mí me parece que existe un gran desequilibrio entre las fuerzas contrincantes. Los unos son miles y los otros, millones. Si, además, añadimos que los miles vienen obligados, deben utilizar la estrategia porque saben que delante tienen millones y, aunque lleven armas (pistolas o porras y cosas similares) saben que el mundo los mira y será muy difícil que las utilicen, aún lo tienen peor porque su preparación, su fuerza, se reduce a unas técnicas y unas armas que no les garantizan el éxito. En cambio, en frente tienen millones de personas, repito, millones, que tienen un objetivo sencillo y claro: votar. La clave está en si estos millones, esta gente, sabe que tiene todas las de ganar, porque si lo sabe, su voluntad es su fuerza, y es imparable.

Hay un par de factores más que convierten este enfrentamiento en desigual, por un lado está el concepto no-violencia. Si se mantiene, es un arma poderosísima, porque no se acaba nunca y no necesita recargas. Y por el otro lado hay una debilidad enorme al haberse judicializado el conflicto. El ejército de policías que quieren impedir votar deberá empapelar, literalmente, la jornada, es decir, deberán apuntar en papel, uno por uno, a todos los sediciosos y revolucionarios que se encontrarán delante. Y deberán hacerlo mientras cientos de miles continúan delinquiendo contra unas decisiones aparentemente jurídicas que son contestadas cada día por más juristas, es decir, que sus pies son de barro. Y son de barro por dos razones, porque cuando tienes que acusar de un delito a miles de personas, a decenas de miles, el problema es el delito y que, materialmente, se hace imposible la aplicación de cualquier decencia procedimental o procesal.

Total, que estamos ante una situación en la que la clave es si la gente es consciente de la inmensa fuerza que tiene. Será muy interesante, el domingo, ver qué pasará. Y está claro que, pase lo que pase, no se acabará. Sólo se acabará cuando entre en combate la única arma que lo puede parar: la política. Tan fácil que sería pararlo. ¿No es evidente que “tenemos” un problema? ¿No es evidente que los gobiernos deberían solucionar los problemas? Y, en este caso, el más responsable es el más grande (en dimensión) y éste es Madrid. Pero no, chico, parece que a algunos les va más aquello de “a por ellos, oé”. Qué lástima. Para que luego venga alguien y se atreva a hablar de modernidad y evolución. 

Si Darwin levantara la cabeza…



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