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El nacionalismo españolista
Article publicat per Vicenç Navarro a la revista
digital SISTEMA, 5 d’octubre de 2012.
Durante
los Juegos Olímpicos pudimos oír como la BBC presentaba con toda naturalidad a
Gran Bretaña como un Estado de varias naciones, Inglaterra, Escocia, Irlanda del
Norte y Gales, que tienen sus propios derechos claramente diferenciados. Sería
impensable, sin embargo, que la televisión pública española diera un informe
semejante sobre España. Y sería también impensable que el establishment
español, basado en Madrid, admitiera que España es un Estado de varias
naciones, cada una con su pleno derecho de autodeterminación, incluyendo su
poder de escisión, si así lo desean, como ocurre en Gran Bretaña con Escocia o
en Canadá con Quebec. Lo máximo que se llega a admitir es que España ya es, en
realidad, un Estado federal, pues el gasto de las autonomías es mayor que el
gasto gestionado por algunos Estados en un sistema federal.
Este
argumento se repite una y otra vez sin haber variado ni un ápice desde hace ya
años. Y desde luego, tales establishments tampoco reconocen que ellos mismos
son profundamente nacionalistas, lo cual es fácil de ver que lo son, pues defienden una visión de España que niega la
plurinacionalidad del Estado, sometiendo todas las otras nacionalidades al
Estado español, a su cultura, idioma y comportamientos. En esta resistencia a
la plurinacionalidad no ven ninguna expresión de dominio. El hecho
de que los parlamentarios catalanes no puedan expresarse en catalán no lo ven
como una imposición de dominio cultural. Cualquier
defensa de tal plurinacionalidad es acusada de victimismo, de secesionismo, de
falta de internacionalismo o peor, para una persona de izquierdas, de falta de
solidaridad con el resto de España, asumiendo que tener un Estado central es la
condición necesaria para distribuir la riqueza. Tal nacionalismo
españolista se justifica así como garante de solidaridad, confundiendo
solidaridad con uniformidad. Por lo demás, las demandas por parte de la gran mayoría de
partidos políticos en Catalunya, excepto el PP catalán, son definidas como el
resultado de los deseos de la burguesía catalana de expandir sus privilegios de
clase a costa del resto de España. Esta
interpretación de los hechos está enormemente generalizada y ha creado un
sentimiento hostil hacia Catalunya que la derecha española ha rentabilizado
electoralmente, estimulando tal sentimiento. Estos
sentimientos aparecen también en sectores del nacionalismo españolista dentro
de las izquierdas, de las que he llegado a oír que el entonces presidente
Montilla o la dirigente socialista Manuela de Madre, “estaban
contaminados de nacionalismo”.
Y el establishment españolista, basado en Madrid,
considera un disparate indicar que tal establishment esté explotando a
Catalunya o a cualquier otra comunidad. El
hecho de que el sistema de transporte ferroviario sea enormemente radial,
centrado en su gran parte en Madrid, se considera lógico y razonable, debido a
la capitalidad de tal ciudad. Y el hecho de que se pueda ir de Barcelona a
Madrid en dos horas y media, y que conlleve más de seis horas ir de Barcelona a
Bilbao (que tiene la misma distancia), no se reconoce como indicador de algo
que es profundamente injusto.
Es esta actitud y estos
argumentos que han llevado a gran parte de Catalunya a un hartazgo y al deseo
de separarse de España. Tengo muchísimos amigos aquí en Catalunya que nunca
pensaron en separarse de España, y ahora lo están pensando y deseando.
Veamos.
1. Un
socialista tiene que estar en contra de cualquier tipo de explotación, sea ésta
de clase, género, raza o nación. Y dentro de España hay explotación de todo
tipo, incluso de nación. Ya sé que esto nunca (repito, nunca) un intelectual
del establishment madrileño, desde Fernando Savater al político José Bono y
muchos otros lo aceptará. Pero, mientras, repito, pueden ir de Madrid a
Barcelona en dos horas, pero para ir de Barcelona a Bilbao se necesitan seis
horas y cuarto. ¿Nunca han oído el dicho del presidente Aznar de que el modelo
ferroviario de España debería basarse en que cualquier capital de provincia no
estuviera más distante de Madrid que 4 horas?
2. Las
personas que pagan impuestos no viven en el vacío. Viven en territorios que
necesitan servicios públicos e infraestructuras. Esta frase que continuamente
se utiliza de que no son territorios pero individuos los que pagan impuestos,
ignora que los individuos viven en territorios cuyos recursos públicos se
financian por aportaciones individuales.
3. De
ahí que sea lógico que desde Catalunya se hable de que ésta, al ser más rica,
aporte más recursos, lo cual ninguna fuerza catalana ha cuestionado. La
continua acusación que se hace a Catalunya de ser insolidaria es otro insulto
más entre otros muchos que constantemente se hacen a Catalunya. El
cuestionamiento de solidaridad, por muy extraño que parezca, no es el tema que
está llevando a miles de catalanes a la calle. Que Catalunya, al ser más rica
que el promedio de España, aporte más al erario público del Estado español que
otras partes de España, por tener ciudadanos con más recursos, no ha conllevado
ninguna objeción por la gran mayoría de partidos políticos catalanes. Ahora
bien, los recursos que el Estado español recoge, debe revertirlos en Catalunya,
donde tales ciudadanos viven, una vez se descuenta el pago de gastos comunes y
la solidaridad con otras partes de España. Y en esta devolución a Catalunya
tiene que incorporarse una variable más, el coste de vida, pues un pensionista
catalán recibiendo la misma pensión que un extremeño, tiene menos capacidad
adquisitiva, pues al ser el nivel de vida superior en Catalunya que en
Extremadura, el pensionista catalán sale perjudicado. Y esto ocurre en muchas
otras transferencias de gasto público. Recibir igual no es lo más equitativo.
Además, una nación como Catalunya tiene la responsabilidad de garantizar la
viabilidad y fortaleza de su lengua y de su cultura, lo cual requiere dinero y
capacidad de decisión. Si Catalunya quiere permanecer como nación, debe
considerar el catalán como la lengua prioritaria, sin que ello implique ninguna
minusvaloración del idioma castellano, también patrimonio de Catalunya. Si ello
no ocurriera, la propia fortaleza del castellano diluiría la cultura catalana
hasta el punto de desaparecer (como ha ocurrido en Francia). ¿Es esto lo que
desean los nacionalistas españoles? Me temo que algunos sí. Y que tal
posibilidad exista, el nacionalismo españolista lo ignora.
4. El
nacionalismo españolista es el más oprimente, pues es el que ha mandado y
dominado el Estado español. Y actualmente está enrocado en la Constitución, que
se considera erróneamente como reflejo de la voluntad de todos los españoles,
sin tener en cuenta el momento y contexto en que se aprobó. Un gran desequilibrio de fuerzas explica la Transición
inmodélica que creó una Constitución que reproduce este nacionalismo, hasta el
punto que prohíbe por fuerza de las armas que Catalunya o el País Vasco
pudieran escindirse de España si así lo desearan. Y a esto no le
llaman los intelectuales en Madrid dominio y explotación. Por lo visto no se
dan cuenta de que una unión es oprimente si no se hace voluntariamente.
5. El Estado de las autonomías no es un Estado
federalista. Considerarlo como indicador a través del dato del porcentaje del
gasto estatal total que se consume y se gestiona en una Comunidad Autónoma es
un error metodológico notable, pues se confunde descentralización con
autogobierno.
Catalunya puede tener el 80% del gasto sanitario pero
tiene una capacidad decisoria limitada en sanidad. Un tanto igual ocurre en
educación. Como director de un programa académico
en la UPF, tengo que pedir permiso a Madrid,
al Ministerio de Educación, para cambiar una asignatura de mi
programa. Imposible en EEUU, un Estado federal. Es inimaginable que yo
tenga que llamar a Washington para pedir permiso para cambiar una asignatura de
un programa académico en la The Johns Hopkins University en Baltimore,
en el Estado de Maryland. En Barcelona,
sin embargo, sí que tengo que hacerlo, llamando a la capital del Reino.
6. La Transición inmodélica, ocurrió en una
situación excepcional, con gran dominio del proceso por parte de las fuerzas
conservadoras que dominaban al Estado, estableciendo un Estado que es
insatisfactorio para un número creciente de españoles. Su gran retraso social y
su falta de plurinacionalidad son un indicador de ello.
Y lo que está ocurriendo
hoy en las calles de Barcelona (y también en Madrid) es un ejemplo muy claro.
La animosidad de gran parte de la población catalana no es hacia España,
sino hacia el establishment español y hacia el Estado, lo cual está
ocurriendo a lo largo del territorio español. Se requiere un profundo cambio
hacia el establecimiento de una España heredera de su pasado republicano
con un Estado auténticamente democrático, social y plurinacional, en el
que la democracia representativa sea auténticamente proporcional y
auténticamente participativa en que las distintas naciones y regiones puedan
desarrollar referéndums sobre lo que desean, con una Constitución en la
que la unidad en el Estado sea voluntaria, libremente expresada, sin ninguna
imposición, y en el que la solidaridad se ejerce, entre otros indicadores, por
un pago contributivo según su riqueza, a un nivel que permita el continuo
desarrollo de todas las naciones, incluyendo Catalunya, en que los órganos
centrales estén distribuidos entre las distintas naciones sin que exista una
capitalidad que centralice el poder del Estado. En
EEUU, hay muchas agencias federales que están ubicadas en varios estados.
7. El
hecho de que la derecha nacionalista catalana esté ahora intentando
liderar el movimiento a favor de la autodeterminación no quiere decir que tal
derecha sea la auténtica representante del movimiento. En realidad, en los
momentos difíciles en Catalunya, como durante la dictadura, fueron las
izquierdas las que, en una lucha heroica, defendieron más la identidad
catalana, como incluso el presidente Pujol reconoció en su día. La burguesía catalana y la Iglesia catalana, incluyendo
Montserrat, apoyaron el fascismo. Tampoco es
cierto que todos los que estamos apoyando el derecho de autodeterminación
estemos deseando la Secesión. Las encuestas
muestran que la mayoría de los ciudadanos en Catalunya que ya están pidiendo el
autogobierno no están pidiendo la Secesión. Lo que sí que hay es un deseo
mayoritario de que el Estado español no es el que se desea, lo cual no quiere
decir la rotura con España.
8. No
hay duda de que el gobierno CiU está utilizando tal movimiento para desviar la
atención popular de lo que en este momento debería ser central, es decir, el impacto en la población de sus políticas neoliberales,
llevadas a cabo con apoyo del PP en el Parlament y en las Cortes, donde CiU
apoya tales políticas. Pero
confundir esta realidad con la creciente fuerza de tal movimiento, evaluándolo
como una simple estrategia de CiU es un profundo error. Hoy hay un hartazgo hacia el establishment español,
basado en Madrid, que el establishment político catalán está intentando
utilizar. Pero también el
establishment españolista basado en Madrid lo está utilizando para movilizar,
una vez más, el anticatalanismo.
9. Muchos en Catalunya han abandonado este proyecto de
luchar por otra España, pues creen que España nunca cambiará. Hoy son
independentistas. Simpatizo con ellos. Pero no quiero abandonar el proyecto de
construir otra España, muy distinta a la actual, que sea auténticamente
democrática, justa y plurinacional. Pero no es nada fácil, incluso también bastante agotador.
Las izquierdas españolas gobernantes a pesar
de definirse como federalistas, han hecho muy poco para desarrollar el
federalismo. Ha sido un
indicador más de su excesivo conformismo.
Vicenç Navarro
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