Benvolguts,
Complement a l’apunt de nom “Expediente
Picasso: la vergüenza del ejército que arrinconó a Alfonso XIII”.
Em sembla una descripció interessant de la guerra del Rif, dels soldats catalans que eren obligats a servir a l'Exèrcit espanyol i de les tropes de regulars que varem haver de sofrir a Catalunya quan varen entrar les tropes franquistes. Corrien aleshores les brames de gent degollada, i també decapitada, i robada, pels moros...
Per a mi era un paisatge conegut perquè el meu avi matern, que tenia una cotxeria de cavalls al Carrer Nou de la Rambla era també un pintor afeccionat i pintava sovint soldats moros a cavall.
DESASTRE DE ANNUAL
La derrota
durante la Guerra del Rif acabó con más de 10.000 muertos en una sola semana
Annual: sangre,
sed y muerte en el Protectorado de Marruecos
Se cumplen 95
años de la escandalosa derrota de la que se responsabilizó a Alfonso XIII y que
acabaría provocando el golpe de Primo de Rivera
JULIO MARTÍN ALARCÓN
22/07/2016
Los
camiones estaban atravesados al frente de la carretera a su cruce con el río Igan. Volcados, con los heridos de los
días anteriores en sus interior rematados por los rifeños, muchos de ellos degollados, sobresaliendo
por las puertas o tirados en el camino.
Cuando los soldados los vieron, se
derrumbaron, y el poco ánimo que les quedaba desapareció por completo. La sombra de una estampida general, como
el día antes en Annual, recorrió
la columna de 3.000 soldados que mandaba el general Felipe Navarro
y que se retiraba de forma desesperada, aunque esta vez con un cierto orden,
desde la fatídica plaza a Melilla, objetivo
que no alcanzarían nunca.
Los 220 jinetes del Alcántara afrontaron su destino con determinación:
iban a morir lanzándose a descubierto contra los rifles enemigos
Muertos
de miedo a su paso por el río seco y atenazados por la espantosa visión de los
heridos, supuestamente evacuados esa misma mañana, el terror afloró con
más fuerza al tiempo que los miles de fusiles de los rifeños
comenzaban a sonar desde ambos lados de la carretera. Fue entonces cuando llegó
la hora del Regimiento de Cazadores
Alcántara número 14.
La
caballería, que mandaba el teniente
coronel Fernando Primo de Rivera, y que estaba formada en ese momento por
unos 220 jinetes, afrontó su destino
con estoica determinación: iban a morir lanzándose a descubierto contra el
enemigo. Sus cargas suicidas eran la única oportunidad
para cubrir la retirada de los 3.000 soldados que caminaban por la
desértica carretera a duras penas, destrozados, exhaustos, sin agua, bajo el
sofocante sol del caluroso verano del Rif.
De haber
sucumbido al pánico general y huir en desbandada para salvar sus vidas, los
jinetes del Alcántara habrían podido alcanzar la plaza de Batel, abandonando a
la masacre al resto de combatientes, que sin orden ni concierto, como había
sucedido el día anterior durante el abandono de la plaza de Annual,
habrían corrido en todas direcciones en un dramático sálvese quien pueda,
acribillados por los hombres de Abd
el-Krim.
La
historia del cúmulo de despropósitos es muy acorde a los dramáticos sucesos
del Desastre de Annual: una cadena de errores e irresponsabilidades por
parte de los altos mandos del Ejército
que desembocó en la que fue una de las peores derrotas de la historia
militar de España y una de las más sonadas de las guerras coloniales.
Aunque
el llamado Desastre de Annual se
refiere solo al 22 de julio, la
retirada comprende cuatro episodios repartidos entre los días 17 de julio y 9
de agosto de 1921: Igueriben, Annual, río Igan y Monte
Arruit, en los que murieron entre 8.000
y 10.000 hombres.
La
dramática secuencia comenzó con el asedio de la posición de Igueriben,
a unos 5 km de Annual, que cercada por los rifeños, sin apenas municiones,
provisiones, ni agua, y sin poder ser socorrida por las cercanas fuerzas
del general Silvestre, cayó el 21
de julio. Los refuerzos solo podían acceder a través de un empinado camino, que
salvaba un desnivel de 200 metros y que dominaban los rifeños, haciendo
imposible cualquiera de los intentos por socorrer el blocao.
Ofensiva de Abd el-Krim
Ese
mismo día, los 19.000 hombres al mando de Abd el-Krim cayeron desde las alturas sobre Annual, el
principal campamento de la región oriental, al mando del cual estaba el
comandante general de Melilla, el
general Manuel Fernández Silvestre, que ordenó la
retirada antes de suicidarse o caer muerto por el enemigo, un misterio sin resolver, puesto que su cuerpo no
apareció nunca -ver núm 121
de La Aventura de la Historia, págs.
134-138-.
Silvestre había sido el artífice de un espectacular e imprudente avance desde
Melilla hasta Annual, a lo largo de la carretera que pasaba por
Nador-Monte Arruit-Titsuin-Batel-Dar Drius-Ben Tieb y Annual, camino que
habrían de recorrer de vuelta de forma penosa, tratando de alcanzar Melilla
hostigados continuamente por el enemigo.
Fueron
ocho interminables días, del 21 al 29 de julio: los que tardaron en
recorrer los 60 km que separaban Annual del fuerte de Monte Arruit, donde la columna de 3.000 supervivientes, escoltada por el
regimiento Alcántara, se refugió
hasta el 9 de agosto. Ya antes de la
heroica carga del río Igan, los
soldados de Fernando Primo de Rivera se convirtieron prácticamente en la única
unidad que tuvo capacidad de respuesta a partir de la caída de Igueriben, preludio del masivo ataque
de las fuerzas rebeldes del Rif.
El alma de la retirada
Según el
coronel de caballería retirado Antonio Bellido, autor de El Alcántara en la retirada de Annual (2005), basado íntegramente en el juicio
contradictorio de 1930 y el Expediente
Picasso (1922), cuando el
general Silvestre supo de la situación
límite a la que se enfrentaba el comandante Benítez en Igueriben,
ordenó a la caballería, con base en Dar
Drius, que acudiera a asegurar las posiciones adyacentes -Yebel Uddía e Izummar-.
Tenían
la misión de cubrir su propia llegada desde Melilla con el resto de fuerzas de Regulares disponibles, para hacerse cargo de la situación y para
poder organizar una expedición de socorro a los hombres de Benítez. Los cinco escuadrones llegaron a los alrededores de Annual y estuvieron preparados hasta el
último momento para cargar, loma arriba, en ayuda de los hombres del destacamento
de Igueriben, que mientras
tanto agotaban sus últimos cartuchos, literalmente, después de
haberse bebido la tinta, la colonia y sus propios orines, tras
cinco días de combate sin poder ser aprovisionados.
La situación, que ya era trágica,
empeoró aún más. Desde Annual fueron incapaces de ayudar a los cercados y Benítez quedó abandonado a su
suerte. Moriría junto a 339 de sus
350 soldados. Cuando cayó definitivamente
la posición, hacia las seis de la tarde del día 21, los escuadrones del Alcántara
fueron enviados de vuelta a Dar Drius.
Silvestre había comprendido de golpe que estaba rodeado en
proporción de uno a cuatro y que carecía de provisiones. Cuando
ya era demasiado tarde, quiso evitar que le cortasen la eventual retirada por
la carretera que iba de Annual a Melilla
y que pasaba por a Ben Tieb, Dar Drius,
Batel, Titsuin, Monte Arruit, y Nador.
La sangrienta marcha
Por si fuera poco, las unidades de
Regulares de Policía indígena, teóricamente leales y que defendían diversas
posiciones clave para asegurar el campamento de Annual, se rebelaron asesinando
a los oficiales españoles y pasándose al enemigo. Silvestre dispuso entonces lo necesario para abandonar el campamento a
primera hora de la mañana. Lo que sucedió a primeras horas del 22 de julio es conocido. En cuestión de
horas, el repliegue se convirtió, primero, en franca retirada, y después, en
desbandada general.
Fueron
ocho interminables días, del 21 al 29
de julio: los que tardaron en recorrer los 60
km que separaban Annual del
fuerte de Monte Arruit, donde la
columna de 3.000 supervivientes
Cuando
hacia las 10.30 de la mañana los
hombres de Fernando Primo de Rivera llegaban desde Dar Drius hasta el alto de Izummar
(750 m) para proteger de forma ordenada el repliegue general, aparecieron los
cerca de 5.000 hombres de Annual que corrían ya despavoridos por
el desfiladero que consistía en una serie de gargantas y barrancos que
descendían desde el alto. Las dos columnas habían rebasado el puente sin dar
tiempo a que la caballería tomara posiciones para repeler el fuego enemigo, que
dominaba las alturas. El resultado fue una
carrera despavorida en la que se mezclaron oficiales con la tropa,
servicios de intendencia y heridos en confuso tropel.
Desde la
carretera, Primo de Rivera intentó poner orden a punta de pistola, tratando de
reorganizar la situación. Fue del todo imposible, ya que había cundido el
pánico y se había perdido todo vestigio de
jerarquía militar. Tras permitir que la marea humana rebasase
su posición, los escuadrones se fueron desplegando primero por las lomas que
dominaban el paso y después por la carretera que iba a Ben Tieb y Dar Drius, tratando de repeler escalonadamente los
continuos ataques del enemigo. A partir de Ben
Tieb, el fuego decreció. Las columnas habían superado los desfiladeros
de Izummar y los barrancos, y el camino transcurría ya por una llanura que
permitía a la caballería desplegarse por los flancos.
Cádaveres de los soldados españoles en Monte Arruit
Abatidos,
desordenados, sin material, que habían ido abandonando en el camino,
finalmente, y gracias a la actuación del Alcántara,
los restos de la tropa llegaron al fuerte de Dar Drius entre las primeras horas de la tarde y el anochecer,
según recogen los numerosos testimonios que se incluyeron en el expediente
elaborado por el general Juan Picasso entre 1921 y 1922 para tratar de esclarecer los hechos. Más de 2.000 combatientes habían muerto en
cuestión de horas, entre ellos, muchos de los jinetes del Alcántara (100 según
algunas versiones), que a pesar del terrible esfuerzo mantenían suficiente
número de efectivos y caballos -unos 300-
al terminar el día.
La última carga
En Dar Drius aprovecharon para dar de
beber a los caballos y para descansar unas horas. El general Navarro y
el teniente coronel Primo de Rivera reorganizaron la maltrecha
columna y esa misma tarde enviaron un primer convoy con heridos a Batel.
Las órdenes de Melilla fueron las de
continuar la retirada, que se planificó para el día siguiente debido al extremo
cansancio, la sed y el hambre de todos, incluyendo los caballos y el ganado.
Se
organizó un nuevo convoy de heridos que partió a primeras horas de la mañana
hacia Batel en los camiones y vehículos que se encontraban en Dar Drius y que
de nuevo protegieron los jinetes de los escuadrones. Este convoy, que fue atacado por las harkas
a su llegada al río Igan, sería el que encontraron, con sus integrantes
muertos, los soldados de la columna de Navarro unas horas más tarde en la
emboscada del río seco.
Sobre
las dos de la tarde, la columna de los 3.000
hombres llegó al paso del río Igan. Allí desaparecería como tal el Regimiento
de Cazadores número 14 Alcántara. El teniente coronel Primo de Rivera
desplegó sus escuadrones a ambos lados de la carretera, el 1, el 2 y el 4 a la
derecha, y el 3 y el 5 a la izquierda. Las lomas que se formaban en las laderas
del río, que cruzaba la carretera, facilitaban la emboscada. Como en Izummar, aunque menos abrupto, los
rifeños dominaban las alturas. Fue entonces cuando comenzaron las cargas
pendiente arriba de los jinetes.
Sable en mano
Se
lanzaron sable en mano hasta las posiciones del enemigo, atrayendo las balas
mientras la columna proseguía su retirada. Cargaban hasta las primeras
líneas abatiendo a sablazos a los rifeños, en medio de la nube de
polvo que se levantaba con los sucesivos galopes, los caballos que caían
rodando ladera abajo junto a algunos de los rifeños y los propios soldados
españoles muertos. No se trató de una única y desesperada carga, sino que se
hizo con cierto orden: tras llegar a las primeras líneas, regresaban, haciendo
turnos. Hasta cinco veces cargaron los escuadrones contra el enemigo, según
queda constatado en el juicio contradictorio que se abrió en 1921, según los testimonios de quienes
pudieron ver la heroica acción de primera mano.
Regimiento aniquilado
De los
aproximadamente 220 efectivos de la
unidad, ese día cayeron en las cargas suicidas cerca de 180. Cuando los últimos soldados hubieron pasado el río Igan, los supervivientes de los
escuadrones se reunieron en la carretera con la columna por no tener ya
efectivos para desplegarse, consiguiendo llegar a Batel. La penosa epopeya, sin embargo, no había concluido.
Los
restos de todos los escuadrones permanecieron en Batel primero y Titsuin
después, hasta el 29 de julio, agotando todas las reservas de agua y
provisiones. La mayoría de los caballos murió de sed, y los pocos que quedaron se
emplearon para transportar a los heridos.
Los escasos supervivientes del Alcántara comenzaron a luchar pie a
tierra desde ese momento. El día 29,
el general Navarro recibió desde Monte
Arruit la orden de retirarse hasta esta posición, un fuerte situado a 30 km de Melilla.
La
pesadilla de aquellos ocho días de muertes, repliegues desesperados y penalidades
de todo tipo tuvo aún el peor desenlace imaginable en Monte Arruit.
Cercados,
sin poder acceder a los pozos, solo socorridos por bloques de hielo que lanzaba
la aviación, los restos de toda aquella tropa defendieron como pudieron la
posición durante algo más de una semana, hasta el 9 de agosto.
La masacre
Navarro recibió entonces la orden
del general Berenguer de
pactar una rendición con los líderes de las harkas rifeñas. Cuando
se pactó por fin y salieron los supervivientes, el enemigo se lanzó sobre ellos
asesinando a toda la guarnición, aproximadamente 3.000 soldados, excepto unos
sesenta que fueron hechos prisioneros. Los cadáveres, muchos de ellos con signos
de haber sido torturados, quedaron insepultos, esparcidos a
las puertas de Monte Arruit, hasta que se retomó la posición tres meses
después.
Nunca se
depurarían todas las responsabilidades. El expediente Picasso, que se presentó en el Parlamento en
abril de 1922, levantó ampollas en
el Ejército. El clima se enrareció por la escandalosa
negligencia de los altos mandos, con el general Silvestre y aun el propio rey
Alfonso XIII a la cabeza.
El general Miguel Primo de Rivera,
hermano del héroe del Alcántara que
murió en Arruit a causa de la gangrena,
tras la terrible amputación de su brazo, fue el que salvaguardó con su golpe
de Estado a los que podían haber respondido de aquella sangría.
Para
saber más
- Annual 1921: el desastre
de España en el Rif, Manuel Leguineche, Editorial Alfaguara (1999).
- Morir en África. La
epopeya de los soldados españoles en el Desastre de Annual, Luis Miguel
Francisco , Editorial Crítica (2014).
- El Alcántara en la retirada de Annual, Antonio Bellido, Colección Adalid (2005).
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